SOCIEDAD › JOSEFINA FERNANDEZ, ANTROPOLOGA
“No encasillarla”
Por Cristian Alarcón
Durante los últimos siete años, la antropóloga Josefina Fernández entrevistó a decenas de travestis y transexuales, muchas de ellas niñas o adolescentes que presentaban identidades femeninas como la de Natalia. Autora del libro Cuerpos desobedientes: travestismo e identidad de género, la investigadora feminista no concuerda con la idea de una “intervención biomédica” en este caso. “A mí me parece que no tiene ningún objeto excepto la ansiedad de categorizarla como mujer para tranquilidad de los padres y de toda la sociedad, meterla en una casilla menos inquietante que la dé una identidad en construcción”, sostiene.
–¿Cuál es el proceso que viven las adolescentes como Natalia?
–Hay una cosa muy común a todas, y es que la asunción de la identidad femenina es muy temprana, como en la película La vida en rosa. Contrariamente a lo que le pasa a Nati, en cuanto comienzan las primeras manifestaciones sobrevienen el castigo y la reprimenda. Lo que sucede en forma más habitual es la expulsión de la casa de la nena. A diferencia de los niños gays, que no son expulsados, sino castigados y sometidos a tratamientos, las travestis son echadas. No se puede esconder esa identidad.
–¿Por qué este caso es distinto?
–Habitualmente no son acompañadas por la familia, la escuela o cualquier institución. En este caso está muy bien que los papás estén presentes, pero considero que el error es participar de todos estos requerimientos –que desde el aparato jurídico y de la medicina se hacen frente a estas situaciones– para, finalmente, encauzar a esta niña “anómala” acomodando el sexo al género que dice tener o elegir. Es muy temprano someter a esta niña a un proceso de hormonización de cara a una posible operación cuando sea mayor de edad.
–¿Aun si dice yo soy mujer, como ella?
–En muchos países una travesti es una transexual no operada. No se admite que se puede vivir en un género que no acompaña la genitalidad que le corresponde. Como las únicas alternativas que da la sociedad son el género masculino y femenino, ella no podría decir “yo soy travesti” porque ni siquiera es un género, es una práctica, es un estilo de vida. Las travestis asumen el género femenino aunque tras muchas discusiones no tienen una identidad mujer, sino una identidad travesti.
–¿Este caso aparece como muestra de un aumento de la tolerancia social a la diferencia?
–Esto ha sido un debate público que lleva mucho tiempo, no aparece con Florencia de la V, aparece cuando el travestismo organizado sale a la calle. Después hay una apropiación de los medios de ese tema más cercano al mercado. Esta posibilidad de acompañar a Natalia está respaldada por ese debate anterior.
–¿Por qué considera que tratarla hormonalmente puede ser dañino?
–Cualquier tratamiento hormonal va a significar costos. Ella pagará esos costos sin pensar qué puede suceder cuando sea más grande, si decide finalmente que no quiere cambiar de sexo. Si el discurso de los papás es que la sociedad no deja vivir la diferencia: ¿por qué no dejar vivir esa diferencia? ¿Qué pasa si ella quiere vivir su género femenino por ahora de esta manera sin necesidad de este tipo de tratamientos que son crueles y hasta pueden afectar su posterior vida sexual o sexoerótica?
–La mayoría de las travestis niñas y pobres se hormonizan sin controles.
–En general son sobrehormonizadas y hay un padecimiento. ¿Por qué no le dan tiempo a que desarrolle esta experiencia relajadamente? ¿Por qué esta necesidad de hormonarla para que lo mas rápidamente posible se ajuste la genitalidad al género? De lo que estoy segura es de que esto va a legitimarse si viene de la mano de una operación. Siempre habrá más posibilidades de darle derechos ciudadanos a la comunidad transexual que a la comunidad travesti, porque siempre, desde mi óptica, la identidad transexual es menos irruptora que la identidad travesti.