SOCIEDAD
Los géneros en debate
- Pedro Hooft, presidente honorario de la Asociación Argentina de Bioética, juez: “En la transexualidad se presentan diversos factores que confluyen y llevan a una disociación entre el sexo psicosocial –es decir, como la persona se experimenta a sí misma– y el legal, que es el que se asigna en su documento. Durante los últimos veinte años se han ido formulando nuevas perspectivas en psicología y psiquiatría acerca de este tema, y estos avances llegaron al campo del derecho, planteando una reelaboración de la legislación respecto de la transexualidad. Por ejemplo, la Corte Europea de Derechos Humanos evolucionó su jurisprudencia hasta llegar a este momento actual, en que admite los fenómenos de transexualidad y dice que negarlos es violar los derechos humanos fundamentales. Como juez se me presentaron casos en los que surgieron fenómenos de transexualidad, pero siempre de adultos. No me corresponde opinar sobre este caso particular que está en consideración de la Justicia; pero cuando se trata de menores se cuenta con la Convención de los Derechos del Niño, que habla de su derecho a decidir de acuerdo a su desarrollo, no tenemos nada legislado. Cada tribunal decide de acuerdo a las circunstancias particulares, fundándose en informes periciales, científicos, psiquiátricos y forenses”.
- Leonardo Belderrain, bioeticista: “Dirimir la condición sexual de una persona no es sencillo; en algunos casos requiere de una supervisión clínica, porque hay que realizar una valoración biológica. Después es necesaria una instancia de maduración psicológica. Hay casos de personas que tras una defraudación heterosexual pueden pasar por momentos de caricias en que haya una erotización homosexual y a nadie se le ocurre que esa persona quedará fijada allí. De cara a esas situaciones es profundamente pertinente el acompañamiento espiritual y psicológico, para que vayan dando los pasos que sean convenientes sin presión y sin fijarse en estadios regresivos o infantiles. No todas las homosexualidades portan al orgullo gay, hay algunas que pueden ser simplemente regresivas, infantiles. La heterosexualidad ‘donjuanista’ es también infantil, hay una estructura permanentemente no comprometida, por eso hay que ver cada homosexualidad y cada heterosexualidad. Es necesaria una actitud de prudencia, evitar los extremos en los que nos manejamos: por un lado, el sexo ‘a la carta’, que puede quedar supeditado a una elección sin pensar en qué medida esta autonomía que se nos propone es válida y no está bajo presión, y, por el otro, el rechazo que dice que el paciente es un enfermo”.
- Juan Carlos Volnovich, psicoanalista: “La identidad de género se construye desde antes del nacimiento, a partir de las expectativas de los padres que arman un nido donde entrará el cuerpo del recién nacido. Desde lo endócrino, una persona puede ser un varón, pero su identidad de género puede ser femenina. Se constituye como mujer adentro de un cuerpo de hombre, y aparece el tratar de adecuar el sexo al género. El transgénero quiere adecuar su cuerpo al género al que pertenece y para ello recurre a hormonas o a operarse para construir una cavidad vaginal. La diferencia con la homosexualidad es que los homosexuales no reniegan de su sexo, desean a otro varón desde su lugar de hombres. Los travestis, en cambio, se disfrazan de mujer pero no aceptan una operación por la cual renunciarían a tener su pene, que es fuente de placer sexual. Por su parte, los intersex nacen con genitales ambiguos y reclaman su derecho a no operarse. Los cirujanos los normalizan de acuerdo a estereotipos patriarcales: si el pene es chiquito, harán una vagina, si el útero es pequeño ‘no va a poder procrear’. Yo escucharía como psicoanalista el sufrimiento de esta chica, pero por un tema legal no aceptaría un acto quirúrgico hasta que llegue a la mayoría de edad”.