Sábado, 24 de febrero de 2007 | Hoy
Por Pedro Lipcovich
“Mirar televisión hace que los chicos, y los adultos, coman más aunque no tengan hambre, porque orienta al cerebro a atender a señales externas y no a las señales internas que indican que uno ya comió bastante y puede detenerse –señala el artículo de Aric Sigman en Biologist–. Hay investigaciones que muestran cómo el sujeto que come distraído continúa produciendo saliva en respuesta a más y más alimento, cuando normalmente no lo haría así.”
También se ha correlacionado la cantidad de horas ante la tele con las dificultades para dormir: un estudio publicado el año pasado en el American Sleep Research, citado por Sigman, sostiene que, en chicos de cinco y seis años, no sólo el hecho de mirar tele sino la exposición pasiva a la pantalla de televisión por más de dos horas diarias se vincula con disturbios en el sueño.
Otra de las investigaciones que reseña Sigman, efectuada en la Universidad de Cornell y dirigida por Michael Waldman, tiene un título con signo de interrogación: “¿La televisión causa autismo?”; discierne correlaciones entre el crecimiento del autismo y el crecimiento de la televisión por cable; también según este trabajo, en estados norteamericanos donde se ve más televisión las tasas de autismo son superiores.
En adultos –señala Sigman–, se han propuesto correlaciones entre la cantidad de televisión que una persona mira entre los 20 y los 60 años y el riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer. Además, “un estudio que examinó la asociación entre los teleteatros, los talk shows y las dificultades cognitivas en mujeres mayores encontró afectadas la atención, la memoria y la capacidad para efectuar movimientos finos”.
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