Domingo, 29 de abril de 2007 | Hoy
Desde la creación del Consejo de la Magistratura, el mecanismo para acceder y ascender en la Justicia es más democrático. Pero sigue existiendo un sistema discriminatorio.
Por Mariana Carbajal
“Hay una aparente neutralidad en la selección de jueces, pero las formas de definir el perfil de un candidato exitoso conspiran contra las mujeres.” Esta es la principal conclusión que surge de una investigación sobre la selección de los jueces federales y nacionales desde la creación del Consejo de la Magistratura.
Del total de vacantes en juego entre 1998 –cuando empezó a funcionar ese organismo– y la actualidad, 108 fueron cubiertas por varones y 47 por mujeres en el caso de juzgados nacionales y federales con asiento en Buenos Aires. Si se toma en cuenta los federales con sede en el interior del país, se observa que los nombramientos femeninos no llegan al 18 por ciento y que en algunas provincias no se eligió ni una sola mujer. “Las pautas de selección desalientan a que las mujeres se presenten”, agregó en diálogo con este diario la senadora Diana Conti, integrante del Consejo de la Magistratura
La investigación fue realizada por la abogada Paola Bergallo, para el Area de Justicia y Género del Centro Interdisciplinario de Investigación para el Estudio de Políticas Públicas (Ciepp). Bergallo es profesora de la Universidad San Andrés. Para llegar a esa conclusión realizó un detallado estudio de 27 concursos y del currículum de los postulantes. “Encontré que la segregación de género persistía: se eligieron mujeres para los fueros donde hay más mujeres y más varones para los tribunales de segunda instancia, donde hay más varones”, señaló.
Desde la reforma constitucional de 1994, los procedimientos de selección de magistrados son el resultado de una competencia basada en el mérito ante el Consejo de la Magistratura para la nominación de ternas entre las cuales el Presidente de la Nación selecciona a quién designará, previo acuerdo del Senado. El nuevo sistema –recuerda Bergallo– fue diseñado para evitar la excesiva influencia partidaria y la carencia de consideraciones sobre los méritos de los candidatos. Pero según concluyen expertas en género, tal vez sin buscarlo, ha perjudicado el acceso de más mujeres a los tribunales.
Consultada por Página/12, Bergallo explica los hallazgos de su investigación. “El sistema de selección considera como candidato exitoso a quien tiene una acumulación de credenciales irracional: se valora a quien trabaja tiempo completo en la Justicia, que además da clases en varias universidades, publica artículos o investigaciones y tiene títulos de posgrados, cuantos más, mejor. Es el perfil de una persona que no tiene vida privada, que además tiene suficiente poder en su trabajo como para que aunque tenga dedicación full time en un juzgado pueda dejarlo para realizar otras actividades como dar clase o concurrir a un curso de posgrado. Este modelo puede ser más dificultoso para las mujeres”, señala.
La senadora Conti acuerda con la hipótesis de Bergallo. “Es verdad, se sobrevalora que el candidato haya hecho seminarios, cursos y tenga publicaciones, cuando lo que se debería evaluar es, ya sea para un hombre o para una mujer, si está al frente de un juzgado, si tiene su trabajo al día y cómo son sus sentencias. Si un buen juez que trabaja mucho en su juzgado tiene que hacer cursos y posgrados para ascender, ese tiempo se lo va a sacar al trabajo o a su casa. Generalmente se lo terminan sacando al trabajo. Este esquema desalienta a que las mujeres se presenten porque sienten que no están en condiciones de competir. Siempre son más varones los que se postulan y por esa razón terminan siendo más los seleccionados”, señaló Conti.
“Por la doble jornada de trabajo, que incluye el cuidado de hijos y el manejo del hogar, es más difícil para las mujeres juntar antecedentes”, coincidió la diputada Marcela Rodríguez, hasta hace muy poco integrante del Consejo de la Magistratura. A su entender, el problema radica en que se da igual puntaje a los antecedentes que al examen que deben rendir los candidatos, en el que las mujeres suelen sacar mejor puntaje que los varones, destacó. “Por otra parte, la evaluación de los antecedentes es superficial, no se analiza dónde hizo el posgrado, o de qué se trata el artículo que publicó, ni cuál es la revista donde apareció. Debería hacerse un análisis previo de las sentencias para los jueces que quieren ascender, por ejemplo”, propuso Rodríguez, también integrante del Ciepp.
“Otro ítem importante para calificar a los candidatos es la antigüedad en el cargo: hace pocos años la Justicia era más discriminatoria que ahora con las mujeres y mayoritariamente formada por varones. Con lo cual es más frecuente que un candidato varón tenga más antigüedad que una mujer”, agregó Rodríguez. Para Beatriz Kohen, directora ejecutiva del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género el Consejo de la Magistratura, funcionaría como un “filtro sutil” en perjuicio de las mujeres “porque el tipo de habilidad que se busca tiene que más ver con un modelo de carrera masculino”. “Por otra parte –siguió Kohen– después de la selección de la terna que hace el Consejo, la selección del elegido es política. Con criterios clientelistas pierden las mujeres: hay menos favores que pagarles porque están menos involucradas en la política que los hombres.”
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