Jue 30.12.2010
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JUNIO: 200 AñOS DE PERIODISMO

El rockero que se muere por escribir

› Por Javier Aguirre

Malas noticias: La Gazeta de Buenos Ayres no tenía suplemento joven. Es una pena, casi una mancha en la honra de los patriotas del palo, pero hay evidencias contundentes de que en la escena porteña de 1810, a pesar de los aires revolucionarios, el look urbanístico todavía colonial y la euforia post-virreinal, el lector ávido de formatos contraculturales y espíritu rocker no tenía un espacio propio en lo que fue la publicación madre del periodismo argentino. Igual, todo bien: en los inicios del siglo XIX tampoco había acoples de bajo, solos de doble bombo, groupies empastilladas y ni siquiera rock. De hecho, por entonces, seguramente la expresión “rock and roll” sólo se usaba en canteras y corralones angloparlantes. Lo que sí tenía La Gazeta... eran firmas que hoy serían cotizadísimas, como las de Manuel Belgrano, Juan José Castelli o Mariano Moreno, su director. Y la aparición de su primer número, el 7 de junio de 1810, tuvo lugar apenas dos semanas más tarde que la Revolución de Mayo, por lo que también celebró su bicentenario este año. Su recuerdo, aunque tal vez poco rocker, marca el almanaque gremial: el 7 de junio es el Día del Periodista. Y el NO aprovechó la fecha para agitar un histórico debate teórico lanzado alguna vez por el pensador rocker Ricardo Mollo, de Divididos, en la canción Paraguay: la idea del “periodista que se muere por tocar”, con la consiguiente certeza de que las palabras duelen, y el supuesto fundamental de que detrás de toda crítica se esconde necesariamente un ser frustrado que critica por despecho.

A falta –felizmente– de cadáveres de trabajadores de prensa caídos a causa del desabastecimiento de guitarras eléctricas, este suplemento reunió a periodistas de rock que, además de periodismo, hacen rock. O blues, o pop, o electrónica, o nü-punk-reggae... El debate trascendió el chiste interno, evitó los corporativismos, omitió los pases de facturas sin privarse de la cuota necesaria de saña, y contó entre sus disertantes con periodistas de bandas como Página/12, La Nación, Barcelona, Inrockuptibles, FM Rock & Pop, RollingStone o Expreso Imaginario, que al mismo tiempo son músicos en medios periodísticos, como Satélite Kingston, DChampions, La Banda de Sonido, Grito, BarryGan, Jackson Souvenirs, La Potoca o La Gente de Marketing.

La confusión del párrafo anterior, señor editor, señor productor artístico, es deliberada; ya que la entrevista disparó cierto consenso en cuanto a que los cronistas-artistas no se sienten divididos (un saludo, de onda, a Mollo), ni tampoco bipolares, sino que entienden ambos frentes –la música y el periodismo– como las dos córneas de un mismo marote: ambas miran el mundo al mismo tiempo.

Por supuesto, con tanto periodista con corazón de músico y con tanto músico con lenguaje de periodista, los senderos en el NO se bifurcaron oportunamente, del mismo modo que en los diarios (y en los discos), después de un tema, viene ooootro tema. Así fue que en las páginas de junio también se descuartizaron las sitcoms producidas para la web, la visión sobre los Estados Unidos según Los Auténticos Decadentes y Biohazard, la liniersmanía y la generación de bandas nacidas después de Cromañón. Pero la primicia más fuerte fue la existencia de periodistas que no se mueren por tocar: tocan.

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