Martes, 2 de diciembre de 2008 | Hoy
12:22 › ACUSADO DE FRAUDE
Una decisión judicial inhabilitó al primer ministro, Somchai Wongsawat, para cualquier cargo público durante los próximos cinco años, lo que no lograron las numerosas revueltas callejeras ni el bloqueo de los principales aeropuertos del país.
"Es un golpe de Estado judicial", claman a estas horas los seguidores del partido gubernamental, que empezaron a tomar las calles para protestar por la decisión.
Según El Mundo, el Tribunal Constitucional tailandés considera que el Partido del Poder del Pueblo (PPP) ganó las elecciones en 2007 de forma fraudulenta y que cometió numerosas irregularidades que incluyen la compra de votos. Aparte del primer ministro, otros 36 miembros ejecutivos del PPP quedan inhabilitados y deben ceder en sus funciones.
"El tribunal decide disolver el partido para sentar un ejemplo político y un modelo. Los partidos políticos han minado el sistema democrático de Tailandia", declaró el presidente del tribunal, Chat Chalavorn.
El Gobierno tailandés había resistido seis meses de asedio a cargo de una coalición formada por las élites conservadoras de Bangkok, sectores monárquicos, burócratas, militares y jueces, que fueron los que dieron la puntilla a un Ejecutivo populista -y extremadamente popular- que es visto como una amenaza por la aristocracia y los poderes fácticos del país.
La crisis llegó a un punto de no retorno cuando los opositores de la Alianza del Pueblo para la Democracia (APD) tomaron la semana pasada los dos principales aeropuertos de la capital, atrapando a miles de turistas y obligando al Gobierno a exiliarse en la ciudad norteña de Chiang Mai ante el temor de un golpe de Estado.
La disolución del partido gubernamental no supone, sin embargo, el final del enfrentamiento político que partió en dos a la sociedad tailandesa. El PPP tenía prevista la resolución judicial y formó un partido político alternativo con la intención de constituir un nuevo Gobierno con nombres nuevos.
Se trata de la tercera refundación de la formación original, el Thai Rak Thai (Tailandeses Aman lo Tailandés) del ex primer ministro Thaksin Shinawatra, y garantiza que el pulso por el poder está lejos de haber quedado resuelto.
El clan político de Thaksin mostró un instinto de supervivencia a prueba de casi todo, soportando en los últimos años un golpe de Estado militar, la inhabilitación de dos primeros ministros por parte de los jueces y manifestaciones que han ocupado la Casa de Gobierno durante más de tres meses.
Thaksin, un magnate de la comunicación hoy exiliado, sigue contando con el apoyo mayoritario de los tailandeses, sobre todo en las zonas rurales del país y a pesar de que durante sus años en el poder legisló para beneficiar sus negocios y anuló las instituciones democráticas del país. "Nos obligan a elegir entre dos bandos igualmente malos", decía un empresario tailandés al diario español.
La oposición exige como solución a la supremacía popular de Thaksin que el voto de los campesinos cuente menos y que el 70 por ciento del futuro parlamento sea elegido a dedo por grupos profesionales compuestos por las élites de Bangkok.
El temor ahora es que la resolución judicial de hoy provoque enfrentamientos entre los seguidores y opositores del Gobierno, que se manifiestan vestidos de los colores rojo y amarillo respectivamente. La decisión del Tribunal Constitucional fue recibida con una ovación entre los manifestantes que mantienen el control de los aeropuertos de Bangkok.
"Perdón por la inconveniencia. Estamos protestando contra la corrupción", se puede leer en uno de los carteles desplegados en la entrada del aeródromo de Suvarnabhumi.
El bloqueo aéreo de la capital está provocando grandes pérdidas económicas y dañando gravemente la imagen de Tailandia como destino turístico y de negocios. Ni la policía ni el Ejército, que apoya a los manifestantes pero no desea sacar los tanques a la calle tras el fracaso político de su golpe de Estado en 2006, han querido intervenir para desalojar a los manifestantes.
La movilización del APD fue hasta ahora minoritaria, pero ha contado con los apoyos clave en la judicatura, la monarquía y las fuerzas armadas, logrando poner al Gobierno contra las cuerdas con escasos 10.000 manifestantes.
La influyente monarquía del país, por su parte, mantiene un silencio que todo el mundo espera se rompa este jueves. Será entonces cuando, en la víspera de su 81 cumpleaños, el rey Bhumibol hable por primera vez de una crisis que tiene como protagonista principal a una alianza opositora que dice actuar en su nombre.
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