Jueves, 29 de enero de 2009 | Hoy
13:12 › FRANCIA
La huelga general convocada por los sindicatos franceses contra la política del presidente Nicolás Sarkozy frente a la crisis financiera internacional, comenzó con un dispar acatamiento en la mayor parte de las actividades en las principales ciudades del país.
Los trenes regionales y los de la periferia de París tuvieron menor actividad, con un promedio del 35 por ciento de formaciones en funcionamiento, según la empresa de ferrocarriles (SNCF).
El metro de la capital funcionaba en un 75 por ciento y los autobuses en un 85 por ciento, según la empresa de transportes urbanos (RATP).
A nivel nacional hay un 60 por ciento de circulación de trenes y en cuanto a los servicios internacionales las líneas como Thalys (Bruselas) y Eurostar (Londres), aseguran que no se verán afectadas por la huelga.
La medida de fuerza tendrá su mayor adhesión en las escuelas, donde la protesta es dura contra los recortes previstos por el gobierno de derecha, pero hasta el momento no hay datos del porcentaje de adhesiones a la huelga.
Asimismo, unas 200 manifestaciones se realizarán hoy en todo el país y en París está prevista una marcha de protesta que partirá de la Plaza de la Bastilla.
La de hoy es la primera gran movilización social desde el inicio de la crisis económica y desde la llegada de Sarkozy al Elíseo, en mayo de 2007.
Con ella, sindicatos y partidos de izquierda quieren hacer llegar al presidente la "voz de la calle" y el malestar y la angustia de los trabajadores, que temen el regreso a un desempleo masivo y ven cómo el plan de estímulo económico, dotado con 26.000 millones de euros, se dirige hacia una inversión que se hace a expensas de mermar su poder adquisitivo.
Sarkozy, quien en otras ocasiones no escatimó reacciones beligerantes, admitió ser "consciente de las dificultades" de sus conciudadanos y llegó a considerar "normal" que la gente proteste. Pero, fiel a su espíritu, dejó claro que seguirá adelante con las reformas "para que Francia salga reforzada de la crisis".
El temor mayor en el gobierno francés, señala la agencia de noticias Europa Press, es que el descontento de sectores sociales dispares converja en un movimiento global como el que obligó al primer ministro Dominique de Villepin a retirar el Contrato de Primer Empleo (CPE) en 2006.
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