Domingo, 10 de octubre de 2010 | Hoy
17:30 › BRASIL
Los 20 millones de votos que recibió Marina Silva, la candidata a primera mandataria del PV, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Brasil abrieron el debate y las diferencias en el seno de ese espacio político y hasta una eventual separación, a raíz de la definición de su apoyo a alguno de los candidatos para el ballottage. La forma en que se distribuirán esos votos en la segunda vuelta del 31 de octubre podrían tener una influencia decisiva para elegir al próximo presidente del país vecino, que surgirá de la puja entre la candidata oficialista, Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), y el opositor José Serra, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB).
En una elección histórica, el PV logró elegir el 3 de octubre 15 diputados federales y 37 estaduales.
Para Orjan Olsen, investigador político y consultor que trabajó en el equipo de Silva, en la segunda vuelta el voto que recibió la ex ministra de Medio Ambiente “hoy podría dividirse entre 45 y 50 por ciento para Serra, 25 a u 30 por ciento para Dilma y el otro 25 anularía o votaría en blanco”.
El profesional dijo que “el caudal de votos de Marina puede rastrearse en el grupo ambientalista tradicional de Brasil y al que se puede sumar los que respaldaron los siete años de gestión y sus posturas” que la llevaron a alejarse del Ministerio y del PT, en el que militó durante 30 años.
“La otra parte del voto es una identificación personal con la historia de vida de Marina, muy similar con la historia de vida de (el presidente, Luiz Inácio) Lula (da Silva)” a la que caracterizó como “surgida de la pobreza amazónica, su alfabetización a los 16 años, la superación de las dificultades, su participación en la militancia sindical y en la lucha por la preservación del Amazonas”.
Definiciones similares de último momento ya se habían registrado en las elecciones de 2002 y 2006, que llevaron a Lula a una segunda vuelta frente a las candidaturas de José Serra y el también socialdemócrata Geraldo Alckmin, respectivamente.
Para Olsen, la mitad de los 20 millones de votos que recibió Silva llegaron “del núcleo que deseaba un cambio en la manera de gobernar el país, no en lo económico, sino que reclama formas más transparentes, menos manipuladas por intereses políticos y que podría haber votado años atrás al PT y a su candidato Lula”.
“Su diferenciación ante la polarización que mostraba la eterna pelea del PT y el PSDB, y su rechazo a las coaliciones para alcanzar el poder y dominar el Congreso con partidos como el PMDB (centrista, aliado del PT) o el Dem (conservador, socio del PSDB), resultó ser buena parte de su mayor capital electoral” y fue lo que en los días previos a la elección se llamó “la tercera vía”.
Entre quienes votaron al PV el 3 de octubre, el consultor resaltó a “aquellos que prefirieron la historia de militancia de Marina en el PT frente a Dilma, una persona elegida y sostenida por Lula que no representa la historia del partido” porque “lo curioso es que esas personas son las que más rechazo tienen por Dilma y por su candidatura”.
Pero la mejor elección en la historia del PV -en las elecciones de 2006 había conseguido 3,6 millones de votos-, que a priori podría marcar el fin de la polarización electoral característica de las últimas décadas en Brasil, esconde la contradicción de enfrentar a esa fuerza con su propia crisis, y eventualmente hasta la división, justo en su mejor momento.
El analista explicó que aunque su núcleo inicial se encuentra en grandes ciudades, como San Pablo y Río de Janeiro, “el PV es un partido que tiene características diferentes en las distintas regiones del país”.
“Marina multiplicó varias veces el capital del PV y su peso electoral es muy superior al del propio partido”, subrayó Olsen.
A sabiendas de su responsabilidad en el caudal de voto recibido, Silva planteó a las estructuras partidarias que la definición de un eventual apoyo para la segunda vuelta deberá contemplar la opinión de los movimientos sociales que impulsaron ese crecimiento electoral aun por fuera del esquema del PV.
Esa postura podría generar una rebelión cuando este miércoles la conducción del partido, encabezada por su presidente, José Luiz Penna, y el diputado por Río de Janeiro Fernando Gabeira, tal vez defina el apoyo a Serra sin esperar el plenario que la misma Silva convocó para el domingo próximo, lo que anticipa una crisis interna difícil de digerir.
“Es una decisión difícil porque Marina tiene un capital político muy alto que debe cuidar y la prioridad debería ser colocar una lista de puntos de su programa en las propuestas de los otros partidos”, opinó Olsen.
Para el analista, “el riesgo de una indefinición es perder la posibilidad de una participación activa en los próximos cuatro años, lo que puede licuar su capital”, aunque también admitió la chance de que ante una eventual neutralidad se valore “su coherencia” y entonces ese capital crezca.
De todos modos, quedar totalmente fuera del gobierno “puede significar perder la oportunidad de ascender y fortalecer el partido en lo que es hoy su mayor flaqueza: la falta de equipos y experiencia administrativa a nivel nacional, la falta de personas para asumir el poder y las limitaciones como fuerza política con representación articulada en el Congreso”, sintentizó Olsen.
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