Mubarak, acorralado por una protesta generalizada que ya lleva 8 días y mantiene paralizado a todo el país desde hace una semana, se defendió aduciendo que su "responsabilidad ahora es restaurar la seguridad y la tranquilidad de nuestro pueblo. Mi intención es llevar al país en un proceso pacífico y dejar el poder a quien eliga el pueblo en las elecciones. Ya le he servido a Egipto durante suficiente tiempo. (...) Seguiré la transferencia del poder para satisfacer los reclamos del pueblo", repitió, desoyendo el reclamo de abandonar el poder inmediatamente. Miles de manifestantes le respondieron que si él no se iba "nosotros tampoco".

Mubarak, de 82 años, nunca había anunciado públicamente sus intenciones respecto a los próximos comicios, aunque líderes políticos cercanos al gobernante descontaban que se presentaría como candidato o trataría de imponer a su hijo menor, Gamal, como el "sucesor natural" del régimen. Frente al panorama planteado por las movilizaciones populares, exhortó al Parlamento a modificar las artículos de la Constitución para modificar los requisitos que deben cumplir los candidatos a sucederlo. Por ejemplo, el actual esquema, muy rígido, que prácticamente cierra la puerta a candidatos independientes, impide que pueda aspirar a la Presidencia el premio nobel de la paz, Mohamed el Baradei.

Además de resignar su enésima reelección, cosa que había reclamado su sempiterno aliado, Estados Unidos, Mubarak anticipó que pedirá al Parlamento que dé curso a las impugnaciones presentadas por los resultados de los últimos comicios legislativos, de noviembre y diciembre pasados, sospechados de fraude.

Antes del discurso emitido por cadena de radio y televisión, el nuevo vicepresidente del gobierno, Ahmed Shafik, había afirmado estar dispuesto a dialogar con la juventud en cualquier momento. "Pedimos perdón por haber sido lentos. Ahora empezaremos", se justificó Shafik.

Por último, Mubarak, luego de haber ordenado el último domingo que las fuerzas policiales volvieran a las calles, les pidió que "desempeñen su función de manera honesta y que respeten los derechos, libertades y dignidad" de los manifestantes. El pedido llegó después de que la ONU estimara que en los ocho primeros días de protesta los muertos ya se elevaron a 300, a pesar de que el Ejército había asegurado que no perseguiría a los manifestantes.

La jornada que terminó con la cadena nacional del debilitado Mubarak, se inició temprano con la convocatoria a la "marcha del millón de personas" en la Plaza Tahrir.

Aunque los accesos a las principales ciudades del país amanecieron cercados por fuerzas militares, el Ejército el lunes confirmó que consideraba "legítimas" las reivindicaciones del pueblo y anunció que no recurriría a la fuerza contra los manifestantes.

En Alejandría, cuyo servicio ferroviario está interrumpido desde el lunes, era notable entre los manifestantes la supremacía de los Hermanos Musulmanes, organización oficialmente prohibida por el régimen, aunque insistentemente mencionada por todos los analistas políticos como probable integrante de un nuevo gobierno de transición, a pesar de los reparos de Israel, que teme que sea una avanzada sobre la frágil y cercada Franja de Gaza.