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Con una fuerte tradición de asilo y una gran comunidad árabe en el país desde el siglo XIX, el gobierno simplificó en 2013 los trámites para dar de manera más simple y acelerada visas a personas de esa nacionalidad que buscan refugio.

A diferencia del trámite regular para solicitar una visa brasileña, este sistema sólo exige la comprobación de que efectivamente vienen de un país afectado por el conflicto y la presentación de documentos de identidad. La medida caducaba esta semana, pero el Conare decidió prorrogarla por dos años más debido al "agravamiento de la situación humanitaria que enfrentan los ciudadanos sirios y las personas afectadas por el conflicto en ese país", explicó Vasconcelos.

A pesar de que el estatus de refugiado permite acceder a los sistemas públicos de salud y educación y trabajar libremente, Brasil no paga pasajes de avión ni tiene programas de acogida o empleo para los refugiados que llegan a su territorio, razón por la cual solo 2097 refugiados de los 7800 autorizados llegaron al país.

Algunas entidades religiosas como Cáritas y otras civiles, en conjunto con gobiernos locales, dan apoyo con la enseñanza del idioma portugués y el primer alojamiento temporario.

"Incluso en tiempos de dificultades, de crisis por los que estamos pasando, tenemos nuestros brazos abiertos para acoger a los refugiados", dijo Rousseff a principios de mes, anticipando de algún modo la decisión anunciada por el Conare este lunes.

Brasil acoge actualmente unos 8500 refugiados de varios países, y entre ellos, los sirios son desde el año pasado la comunidad más numerosa. La guerra en Siria obligó a desplazarse a más de 3,8 millones de personas fuera del país. Un total de 7,6 millones debieron buscar refugio en otro lugar dentro del territorio sirio, de acuerdo con datos de la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur).