Jueves, 15 de enero de 2015 | Hoy
Por Orlando Van Bredam
Entre mis cuentos ya editados elegí “Luces y sombras” porque está inspirado en dos historias rigurosamente reales que sucedieron en el mismo lugar pero en diferentes épocas, y que decidí atarlas porque en ellas, a pesar de la distancia y los motivos diferentes, se ponían en juego las razones y las sinrazones del éxito y el fracaso. Ludovico existe, se llama en realidad el Negro Valdovinos, y en los comienzos de la década del noventa abandonó el kiosco que tenía frente a la plaza de El Colorado y se subió a una bicicleta para intentar batir el record mundial de permanencia en bicicleta, título que ostentaba el paraguayo Lorenzo Prieto, al que Valdovinos había visto girando en la plaza central de la ciudad de Formosa unos meses antes.
El otro personaje, el médico Arismendi, existió también con otro apellido. Hoy es un médico ya retirado de su profesión, que en los años ochenta estuvo en boca de todo el pueblo porque se le morían inexplicablemente los pacientes y él se sintió tan inseguro que abandonó la cirugía y, pocos años después, el consultorio.
Vivo en El Colorado, pequeña comunidad formoseña, desde hace cuarenta años. La mayoría de los personajes de mis cuentos y novelas son de aquí, están apenas deformados por las necesidades de la ficción. En 1991, cuando publiqué “Luces y sombras” como el primer cuento del libro Simulacros me sentí muy feliz cuando el Negro Valdovinos se reconoció con orgullo en esas páginas destinadas a fijar su proeza. Más tarde, este cuento fue incluido en varias antologías y en las colecciones del Plan Lectura del Ministerio de Educación. Hoy quiero compartirlo con los lectores de Página/12.
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