Publicado el 15 de abril de 1990

Alberto Fujimori acaba de sorprender al mundo. Según todos los indicios, será el próximo presidente del Perú, tras haber protagonizado una campaña de acentos completamente inusuales. No tuvo spots televisivos, no atacó a nadie, no usó afiches ni hubo carteles con su imagen en ninguna calle peruana. No contrató a ningún publicista y en sus escasas apariciones en los medios sólo prometió “honradez, tecnología y trabajo”.

Su casa de Monterrico, en las afueras de Lima, fue testigo del estilo que, con una obstinación apasionada, Fujimori eligió para sí. Al lado de la casa –correcta, desordenada, llena de objetos de reminiscencias japonesas– se levanta un gran quincho, donde sus pocos colaboradores pintaron a mano los carteles de último momento. Una yegua y su potrillo dan vueltas por el jardín de pastos altos, donde también hay lugar para un tractor (“Es prestado, porque el ingeniero tuvo que vender el suyo para empezar la campaña”, apunta Lucho, que es a la vez el jefe y el único miembro del departamento de prensa de Cambio 90). Más allá hay una huerta, de donde la familia Fujimori obtiene lo necesario para su vida sencilla. En el interior, al lado del comedor en el que se desarrolló la entrevista de casi tres horas –y que Página/12 compartió con el New York Times, The Independent y Le Everément de Jeudi–, los cuatro hijos de Fujimori miran los videos que registran las tres o cuatro invitaciones que el ingeniero recibió para hablar de su candidatura por televisión. Nadie, todavía, puede explicar que en las últimas dos semanas antes de las elecciones, Alberto Fujimori comenzara a subir un uno por ciento diario. Nadie sabe cuáles fueron los resortes que convirtieron su nombre en una contraseña de las clases bajas y medias. En un castellano de acentos peruanos y entonaciones que seguramente provienen del japonés que se habla en la intimidad, con sonrisas tímidas y los perfiles todavía inexpertos ante las cámaras fotográficas, Alberto Fujimori empieza a contar su versión.

–¿Cuándo comenzó a pensar en presentarse como candidato?

–Hace más o menos un año empecé a madurar la idea de un grupo independiente. Antes, no tenía ninguna intención de entrar en la política, pero llegué al convencimiento de que en Perú no había otra alternativa que dejar entrar gente nueva. Nosotros queríamos un cambio, pero con gente nueva, y entonces nos trazamos una estrategia para darles cabida a los inexpertos. Hace seis meses inscribí mi candidatura. Me dijeron que lo mío era folklórico, aventurero, sin posibilidades. Qué calificativos no habré recibido...