El tema de los accidentes de tránsito, carente de glamour, un poco incómodo, cuya dimensión política eligió este columnista el año pasado, sigue pendiente. Cierto es que hasta el año pasado había temas aun menos glamorosos, por ejemplo, el cumplimiento de las normas de seguridad contra incendio en locales públicos. Hoy, a la catástrofe de Cromañón bien puede aplicársele lo que el columnista escribió hace un año sobre la seguridad vial: “Uno de esos asuntos que pueden arrojar alguna verdad en la cara de la política que se nombra como tal”.
En 2004, en la Argentina, hubo 12.260 accidentes graves, contra 9905 en 2003. En los cuatro primeros meses de 2005, las organizaciones dedicadas al tema admiten un aumento que en la ciudad de Buenos Aires llega al 15 por ciento con respecto al año pasado. En el primer cuatrimestre del presente año, hubo 3933 muertos en 4566 accidentes graves en todo el país. En la ciudad de Buenos Aires, se admite ya el fracaso en la campaña a favor del uso de cinturones de seguridad. Pero todavía no se admite la razón por la cual ésa y cualquier otra campaña centrada en el uso de cinturones de seguridad están destinadas al fracaso y quizá lo merezcan. No puede sino fracasar una campaña que, desentendiéndose de modificar la cultura vial predominante, se limite a proteger al mismo conductor que seguirá poniendo en peligro las vidas de otros al cruzar con el semáforo en amarillo o rojo, que no respetará las sendas ni las prioridades de los peatones, sólo que, eso sí, cuidándose, él, mediante su cinturón de seguridad abrochado.
Como ya es obvio en todo el mundo, la reducción de los accidentes de tránsito es absolutamente factible mediante un cambio en el sistema de sanciones, que debe centrarse, no en multas, sino en la suspensión y el retiro de las licencias de conducir; esto exige a su vez un registro unificado de licencias a nivel nacional, y requiere contar con cuerpos de policía de tránsito eficaces, respetados e insospechados de corrupción; estas medidas deben instalarse como política de Estado y expresarse en los medios de comunicación y en el sistema educativo.
¿Habrá un Cromañón de los accidentes de tránsito? En rigor, en lo que va del año ya hubo veinte, si se contabilizan las víctimas. Pero las muertes cotidianas por esta causa no tienen generalmente registro periodístico (a diferencia de las debidas a la “inseguridad” ligada con el delito, que son muchas menos). Lo casi seguro es que, en el caso de que un accidente vial catastrófico tomara las primeras planas de los diarios, su procesamiento social y mediático apuntaría a la judicialización del caso particular.
En el caso Cromañón siguen intactas las causas de fondo, ligadas a la corrupción instalada en los organismos fiscalizadores municipales, policiales y de bomberos. En cuanto al tránsito, cuando se producen accidentes que por algún motivo llegan a la opinión pública, su tratamiento mediático predominante soslaya siquiera mencionar las causas de la inseguridad vial que, al revés, quedan encubiertas por la indignada exigencia de castigo al culpable de turno, el “asesino al volante”, el Omar Chabán del caso.