Jueves, 1 de noviembre de 2007 | Hoy
Reconozco que tengo un estilo bastante clásico. Me gustan las reuniones familiares, prefiero una hora de buena lectura antes que un programa masivo de TV. Y también me resulta más respetuoso enterrar un cadáver antes que plastificarlo, hacer con él una exhibición y cobrar entrada. Con respecto a esto último, sigo prefiriendo una iglesia junto a los muertos y no un McDonald’s y tiendas de ropa de marca. ¿A qué me refiero? A la muestra Bodies. The exhibition, que disfraza el objetivo comercial en interés artístico y educativo, exhibiendo cadáveres preparados para, supuestamente, “enseñarnos” anatomía mejor que lo que podría hacer cualquier buena reproducción del cuerpo humano. ¿Cómo es posible visitar semejante exposición y pagar una entrada, creyendo que se está aprendiendo y no satisfaciendo una inclinación morbosa y lucrativa? ¿Es esto realmente algo de interés investigativo? En todo caso, lo sería si la muestra se realizara en el contexto de un museo o en la Facultad de Medicina. En cambio, hay un señor detrás de esto que gana dinero, que es ¿dueño? de seres humanos muertos que han donado sus cuerpos en vida, supongo que para fines verdaderamente científicos y no como mera atracción banal. ¿Cuál es el límite? ¿Cuáles son los valores que mueven al mercado a hacer dinero a costa de lo que sea? ¿Acaso pensamos qué clase de “cultura” consumimos?
Betina Mariel Bensignor
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