Miércoles, 25 de octubre de 2006 | Hoy
CIENCIA › DIALOGO CON JOSE SELLES MARTINEZ
Obviada por los manuales escolares y sin mucha visibilidad social, la geología no se resigna y da pelea: por ejemplo, a partir de tours geológicos urbanos, muestras artísticas y programas de extensión que buscan mejorar su enseñanza.
Por Federico Kukso
El cortocircuito entre la ciencia y la sociedad es más pronunciado en unas áreas que en otras. Mientras la biología molecular reluce en los titulares de los diarios con el genoma y sus vericuetos, la paleontología se pavonea con los dinosaurios y la astronomía disputa cartel con los planetas extrasolares, las galaxias en choque y los agujeros negros, la geología, en cambio, se resigna con saltar a la luz cada vez que una catástrofe –terremoto, tsunami, alud– toma por sorpresa a los habitantes de una región y quiebra la tranquilidad con un tendal de muerte y desastres. Es, en definitiva, la condición trágica de la geología, disciplina obviada y exiliada por décadas de los manuales escolares y desconocida por casi la amplia mayoría. “No es un problema exclusivo de la Argentina; es un problema global”, explica el geólogo José Sellés Martínez, coordinador general de AulaGea, un programa de extensión del Departamento de Ciencias de la Tierra de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (UBA), orientado a la concepción y producción de materiales para la enseñanza de las geociencias en los niveles escolares y del profesorado.
–Empecemos. Usted no es un geólogo a secas. Debe especializarse en algo, ¿no?
–Así es. Dentro de lo que es ciencia básica mi orientación es estudiar las propiedades de los materiales geológicos, cómo se deforman, qué factores influyen (el tiempo, la presión, la temperatura), o sea, cómo se forman las estructuras geológicas.
–¿Y qué más?
–Desde hace un tiempo y como casi de casualidad me fui metiendo en el tema de la enseñanza de la geología. Hay un dato interesante: hasta no hace mucho, la geología ni figuraba en los manuales escolares. Si uno agarra libros algo antiguos, de los ’40, algo de geología había, sobre todo, mineralogía. Y después por arte de magia desapareció.
–¿Por qué cree que hubo ese vacío en los manuales? ¿Desinterés?
–El problema es el de la ocupación de espacios por parte de los lobbies que deciden los temarios. Como la geología no era una asignatura que estuviera en los profesorados, había que hacerla desaparecer. Por supuesto, en la currícula no pueden faltar un eje matemático, un eje del lenguaje y un eje biológico.
–Pero aún así no pueden obviarse ciertas cosas.
–Exacto. La Tierra es el lugar donde vivimos. Los chicos saben todos los corpúsculos que hay adentro de la célula, pero no saben qué es una plataforma continental. La cantidad de errores conceptuales que tiene la gente sobre cómo funciona el planeta es pasmosa. Por ejemplo, la gente cree que hay ríos subterráneos, caños naturales por donde circula el agua. Si se lo mira superficialmente, esta creencia es divertida, pero si uno tiene que ponerse a discutir problemas de contaminación, es trágico.
–Además, creencias erróneas como ésta se anclan en el sentido común...
–... el mayor traidor para el conocimiento.
–¿Qué otro tipo de confusiones hay?
–Una muy común es que ciertos libros infantiles representan el manto de la Tierra, que es la capa que está por debajo de la corteza, como si fuera líquido. ¡Y es un sólido! Como el magma sale de los volcanes es líquido y el saber popular considera que eso sale del manto terrestre, lo cual no es siempre así, se cree que la fuente debe ser toda líquida. Es un problema que habla de la capacitación docente.
–¿Qué hay que hacer con esto?
–Por un lado, hay que cambiar la mentalidad del docente y hacerlo entrar en un sistema de capacitación permanente, tratar de vincularlo con grupos de investigación. Y por el otro, es fundamental que la sociedad reconozca nuevamente el valor del maestro. El primer personaje que degrada al maestro es el padre del alumno.
–Le quita autoridad.
–Lamentablemente no es excepcional; es masivo. Si no cambia el reconocimiento social del valor del maestro, del valor de la escuela y del conocimiento por sí mismo, no hay solución al problema educativo.
–¿Y qué hizo usted al respecto?
–Primero empecé a escribir en editoriales como Estrada. Y después armamos en el Departamento de Geología un proyecto llamado AulaGea, un programa de extensión, que nació en 1996. Su fin es llevar la geología fuera de la facultad y proveer a los maestros y profesores el material didáctico y estrategias de enseñanza. A partir de ahí fuimos dando charlas, organizando concursos, presentamos trabajos de investigación en didáctica.
–¿Por ejemplo?
–Una de las cosas más elementales para trabajar en el colegio son los materiales. Una propuesta que hicimos y que tuvo mucho éxito fue trabajar con los tipos de aniversarios de casamiento. Ahí hay materiales heterogéneos, ordenados según un criterio. Y hacen surgir muchas preguntas sobre los minerales: hay bodas de plata, bodas de diamante, de algodón, de papel...
–Toma algo de la vida cotidiana para enseñar geología.
–Una estrategia divertida para empezar que se le sugiere a los maestros es que cada chico lleve de su casa en qué aniversario están sus padres, sus tíos, etc. Y cuando tienen todo eso, jugar a clasificar y ver que las clasificaciones no son verdades definitivas.
–Sirven para un objetivo.
–Así es. También se pueden introducir conceptos geológicos a partir del arte. Esto empezó hace unos años haciendo capacitación docente para el gobierno de la ciudad y que la hicimos con la Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes. El curso se llamaba “Una escultura llamada Tierra” y consistía en analizar el paisaje desde la historia del arte, o sea, cómo la Tierra va modelando su paisaje y cómo van evolucionando. Desde los primeros jardines muy esporádicos en la antigüedad hasta todo lo que es la escuela paisajística en el siglo XIX. Fue muy simpático porque por primera vez mucha gente veía que los paisajes de los cuadros considerados hasta entonces inmutables, desde el punto de vista geológico estaban en perpetua modificación.
–El arte como disparador.
–Sí, utilizar el recurso artístico que mueve emocionalmente para de ahí partir al concepto científico que es más árido, más duro.
–Veo que hay un intento por traer a la geología, considerada lejana, a la atmósfera de todos los días.
–Sí. La geología describe nuestro entorno inmediato. Por ejemplo, mire la otra muestra que organizamos que se llama “La geología de la ciudad”. No es un invento mío, sino que se está haciendo en muchas partes: el alumno urbano no tiene la posibilidad de hacer geología en la montaña, en el campo. Así que lo mejor es aprovechar la fachada de los edificios para ver las piedras. Nosotros en Buenos Aires tenemos ventajas y desventajas: no tenemos edificios de piedra, porque no es una ciudad próxima a un lugar con piedra barata, pero sí tenemos buenos mármoles de revestimiento, porque desde fines del siglo XIX se traía mármol de todos lados de Europa y el mundo. La idea es recorrer edificios e ir viendo qué se ve en esas fachadas.
–¿Por ejemplo?
–Partamos de que la calle Florida fue la primera calle empedrada de Buenos Aires, a fines del siglo XVIII. En la planta baja del ex edificio del diario La Prensa hay cuatro variedades de mármol (rojo moteado, del tipo Rojo Verona con estilolitas, combinado con una serpentinita de color verde oscuro y un mármol negro veteado del tipo Portoro); en el edificio de la Banca Nazionale del Lavoro hay dos tipos de tratamiento distinto para una roca “granítica” y en el piso pueden observarse losas de granito de color gris, hay mucha variedad en el hall de entrada del Banco de Boston (son visibles estructuras sedimentarias, mármoles miloníticos en las paredes y calizas estilolíticas y serpentinitas en el piso).
–¿Por qué es necesario saber al menos algo de geología?
–Porque hoy el geólogo es parte fundamental de los equipos de trabajo que se dedican a proveer agua, gas y petróleo, minerales y energía eléctrica (porque para hacer una central es imprescindible conocer las rocas sobre las que se va a apoyar la central).
–Pero a diferencia del prototipo del científico de guardapolvo, parecido a Einstein, el geólogo tiene problemas de visibilidad social.
–Puede ser, pero no es del todo nuestro problema. Los geólogos estamos en todas partes.
–¿Algo más?
–Sí, por favor ponga la dirección de mail de AulaGea, para que las escuelas se contacten con nosotros: [email protected]
–Listo.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.