Miércoles, 29 de octubre de 2014 | Hoy
Por Pedro Lipcovich
“En experimentos con animales, se producen síntomas similares a los de la enfermedad de Parkinson cuando se hace faltar la dopamina en determinados circuitos cerebrales –observó Marcelo Rubinstein, del Ingebi-Conicet–: la dopamina es clave en un circuito de neuronas destinado a filtrar y atenuar los movimientos; cuando no funciona ese circuito, se producen los temblores característicos de esa enfermedad. Y a los ratones así afectados les cuesta mucho iniciar un movimiento. Empezar un movimiento es designar uno solo de entre infinitos movimientos posibles; si el cerebro recibe una orden inadecuada, el movimiento no tendrá lugar.”
“Y la conducta motora está muy relacionada con la motivación. La gente con bajos niveles motivacionales tiende a estar más quieta”, señaló Rubinstein, y agregó un ejemplo: “En el fútbol, un buen delantero logra, con amagues, que el defensor intente hacer dos movimientos distintos al mismo tiempo y entonces el defensor tropieza, se cae, pierde la marca. Los buenos defensores saben leer los movimientos del delantero y los buenos delanteros saben engañar a los buenos defensores. Y uno ve también que, cuando a un equipo le hacen un gol, a menudo sus jugadores empiezan a correr menos. Este efecto, que ciertamente es psicológico, se vincula con la eficacia del sistema dopaminérgico. ¿Qué pasa cuando un tenista, sin estar lesionado, tiene ‘un mal día’? Pasa que, por factores motivacionales de ese momento y lugar, su sistema motor no funciona con la precisión habitual, y hay deportes donde una milésima de segundo es decisiva”.
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