Viernes, 11 de julio de 2008 | Hoy
Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona
Leo la noticia, tiemblo, tiemblo un poco más, respiro profundo para dejar de temblar, y entro a la Wikipedia para informarme de qué va el videogame llamado Mortal Kombat. Allí leo que fue creado por Ed Boon y John Tobias, que está libremente inspirado en las películas de Bruce Lee, que se encendió en las pantallas hacia 1992 y que desde entonces ha tenido varias encarnaciones y mejoras. Leo también que una de sus grandes innovaciones fue algo llamado Fatality: un movimiento especial para rematar de manera muy cruel y violenta al contrincante caído. Explica la entrada en Wikipedia: “Por ejemplo, un personaje (Sub-Zero) agarra a su contrincante vencido por la cabeza y entonces se la arrancará junto con su espina mientras el cuerpo se derrumbará sobre un charco de sangre en el suelo”.
Nunca jugué a Mortal Kombat...
...pero de golpe me acuerdo de un relato que leí hace tantos años y cuyo autor no recuerdo (¿Chesterton?) en el que el personaje y narrador se movía unplugged y a lo largo de un día normal de su vida sumando y restando puntos como si se tratara de un juego o de un deporte. Recuerdo que en un momento se decía algo así como “Tropecé pero no caí: cuatro puntos para mí”.
Y tal vez todavía me encuentre bajo el influjo radiactivo de la final de Wimbledon del domingo pasado. Bajé mi computadora para mirar el duelo final mientras trabajaba, pensando que la cosa iba a durar un par de horas o algo así y, de pronto, la épica y la sobredosis de algo que se convirtió en una especie de La guerra y la paz del tenis.
Y así, al caer la noche, Rafael “Hulk” Nadal le arrancó la cabeza a Roger “Primo de Tom Sawyer” Federer, mientras los comentaristas del Canal Cuatro español se quejaban de que la BBC no hubiera enfocado a los príncipes de Asturias durante todo el largo, muy largo partido.
Pero lo de antes: hay días en que uno no puede evitar sentirse parte de un juego o de un deporte cuyas reglas nunca quedan del todo claras. La vida como match. La realidad como videogame.
Rebajas es un videogame muy popular en España. Ya lo comenté otras veces, otros años: las multitudes esperando que las puertas de El Corte Inglés y afines se abran y entrar a lo bestia, en plan manada, como si te persiguieran los toros de San Fermín, y arrojarte sobre la mercadería con descuentos del 50 por ciento. Este año, sin embargo, parece que la cosa viene menos entusiasta, más lenta. Este año se juega a Mortal Krisis y la cosa no está para despilfarros eufóricos y más de uno habrá quemado la tarjeta de crédito para no caer en la tentación. Un dibujo de Forges de hace unos días en El País ilustraba con mucha gracia la tensión entre éxitos deportivos y temblores económicos. Allí se veía a un puñado de hombrecitos contemplando un inmenso monstruo azul sentado en un trono y se leía: “Continuando con su serie de visitas institucionales, la selección española de fútbol visita a la inflación enloquecida”. Y es que no se habla de otra cosa: de copas ganadas y de platos vacíos.
José Luis Rodríguez Zapatero entró digiriendo la noticia de que por primera vez en su largo duelo Rajoy lo supera en las encuestas y salió del congreso del PSOE –donde se propusieron avances en cuanto al aborto, la eutanasia, el que los inmigrantes con residencia otorgada puedan votar en las elecciones municipales y la eliminación de crucifijos en actos oficiales y edificios públicos– finalmente pronunció LA PALABRA. Y yo no lo vi. Semanas esperándolo y me lo pierdo... Lo leo en el mismo diario en el que leí la noticia que me hizo y me sigue haciendo temblar. Fue el martes por la noche, en una visita del presidente del Gobierno al noticiero del canal Antena 3. Parece que los periodistas insistían y al final Zapatero dijo: “En esta crisis, como ustedes quieren que diga, hay gente que no va a pasar ninguna dificultad”. Y agregó: “Estamos atravesando un ciclo bajo, con un ajuste duro, crisis para todos los que les gusta llamarla crisis”.
Al final de la entrevista, los conductores del noticiero le regalaron a Zapatero un disco de Supertramp. su grupo favorito. Ese que se titula Crisis What Crisis?. Ignoro si haber pronunciado el término le hace ganar o perder puntos a Zapatero en el juego llamado Mortal Politiks.
Y Zapatero tiene razón en algo. Hay crisis peores. Hay crisis críticas. Para cualquier argentino, lo que se vive y se padece hoy en España es como si le pidieran a un marine que bajara a un gato de un árbol. Poca cosa. Stage One en cualquier videogame. Pero lo que irrita un poco –mucho más que el ver recién a los príncipes de Asturias en la transmisión de la BBC cuando el victorioso Nadal trepó al palco para saludarlos– es el modo en que se comunica el asunto. La manera –la voz cansina y como fastidiada– en la que el vicepresidente segundo de Gobierno y ministro de Economía y Hacienda, Pedro Solbes, anuncia que lo peor está por venir y por llegar poco tiempo después de que asegurara que aquí no pasa nada, que está todo bien. Y ya saben –Mortal Oil– la culpa de todo la tiene el petróleo.
Pero la noticia que me hizo temblar y me hace es otra. Es la noticia de que empiezan a juzgar a un tipo por algo que hizo el 1o de septiembre del 2007. La noticia llega desde Tarragona y es esta: Luigi D., 19 años, estaba jugando a Mortal Kombat. Estaba muy metido en el asunto. Estaba arrancando cabezas y clavando puñales y arrojando estrellas de metal y esgrimiendo katanas y lanzando patadas y todo eso. Sumando puntos. Ganándole a algo. En algún momento el hijito de 11 meses de edad de su compañera se acercó a la consola y, sin querer, puso su manito sobre los mandos e interrumpió la triunfal partida de Luigi D. quien sufrió, dicen, una crisis de nervios.
Entonces, Luigi D. mató a golpes al bebé.
Fatality.
El abogado de Luigi D. alega enajenación mental como atenuante y pide que se le absuelva porque Luigi D. es adicto a los videojuegos.
Y llegado este punto, veo que me queda todavía espacio para escribir un poco más, pero no tengo nada más qué decir.
Tampoco tengo ganas.
Game Over.
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