Viernes, 11 de julio de 2008 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Mario Wainfeld
“Estaremos de ese lado, en el Monumento a los Españoles –dijo sonriendo Mario Llambías el miércoles y añadió, dando rienda suelta a su idiosincrasia–, enfrente queda el Zoológico.” Habrá que esperar qué depara su ingenio discriminador ahora que el oficialismo convocó a un acto en la Plaza del Congreso.
La movida en respuesta estaba en el abecé de la política, la calle no podía quedar en exclusivo poder de la oposición en las vísperas de la sesión del Senado. Néstor Kirchner anunció lo que marcan los libros en un registro al se que viene aficionando, el de la conferencia de prensa. Si reincide en hacerlas será muy pronto el jefe partidario que más apela a ese método. Rodeado por la cúpula del Partido Justicialista (PJ) el ex presidente se mostró suelto, bien dispuesto a responder preguntas, bromista y burlón. La emprendió contra las medidas de fuerza de los ruralistas mencionando los añejos cortes de rutas y las más flamantes agresiones físicas a legisladores. Sus detractores dirán que “atacó” a los medios, siendo que los criticó. Algún semiólogo explicará por qué ningún cuestionamiento a los medios puede ser rotulado como tal, cuando de titular o comentar se trata.
Las palabras clave del discurso de Kirchner, las más reiteradas, fueron “instituciones”, “institucionalidad”, “prepotencia”, “violencia”, “convicciones”, “pluralismo” distribuidas (o repartidas) como cualquiera puede imaginarse. Su gesto inconmovible fue la sonrisa, tuteó con afecto a varios cronistas a quienes conoce bien. Prodigó “amor”, “cariño” y “sueños”. Evitó toda argumentación ad hominem y casi toda alusión personal, con la exclusiva excepción del trío Vila-Manzano, De Narváez. Tres veces le preguntaron sobre el ex presidente Duhalde. Una vez lo mentó como “Eduardo” y deslizó un “gaste”: “¿qué dijo Eduardo?”. En otras lo aludió como “ex dirigente” o “dirigente”, pero insistió en que todos tienen derecho a expresarse a discrepar.
No se tentó ante un listado de personas divergentes –que incluía entre otros a Reutemann, Busti, Schiaretti, Solá y Das Neves– volvió a subrayar su derecho a disentir y le arrojó un guiño al gobernador de Chubut: “Das Neves siempre nos acompañó”. Lo sondearon sobre Julio César Cleto Cobos y su eventual voto decisivo, en caso de empate: hizo otra verónica.
No dio puntada sin nudo, fue enérgico con la dirigencia del “campo” y fustigó sus métodos de presión. Se puso en el lugar de la institucionalidad, apuntó que está fuera del Gobierno y bromeó sobre su relación cotidiana con la Presidenta.
Con manejo escénico, desplegando sus curiosas dotes de buen comunicador sin dotes de pico de oro, con la convicción que nadie le niega y lejos de la crispación dominante en el debate público, Kirchner cantó retruco cuando la ley de juego imponía la jugada.
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Rebelión en la chacra: Carlos Reutemann rebasó el record de Solá y los esfuerzos de los diputados del SI: impulsa un proyecto que anula las retenciones móviles y que reduce las escalas, a medida que el precio de la soja crece y exorbita. Algo así como la potenciación de la renta extraordinaria. Ex hijo dilecto de Carlos Menem, el sempiterno subcampeón de Fórmula Uno regresa al útero. Será esa, tal vez, la idea de negociación o de búsqueda del punto medio que preconizan de tantos comunicadores. Al cronista le da la impresión que esas “manos tendidas” ofrecen el Tratado de Versailles, una rendición en toda la regla.
Lole Reutemann, como Solá, es un parlamentario pero también un delegado gremial del “campo”, habla en nombre de sus propios intereses. Roberto Urquía, el aceitero diluido, es otro ejemplo de esa dirigencia que “le pega con las dos piernas” en política. La repetición de casos expresa una mutación interesante, que pronto habrá que cuantificar y alguna vez interpretar: en el PJ hay muchos menos legisladores sindicales que antaño, más dirigentes sociales que nunca, más dueños de la tierra que jamás.
El conteo de los votos transcurre tenso, reflejando que el peronismo ha entrado en estado de asamblea, algo que sucede cuando sus dirigentes husmean potenciales pérdidas de consenso social o flaquezas en el liderazgo.
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La zona gris: El cronista no padece la extendida epidemia de carpafobia. Las carpas, las marchas, los discursos, las concentraciones, ni qué decir el anuncio (o la concreción) de presentaciones ante la Justicia son recursos democráticos. Era también lógico que, en la instancia final del trámite en el Congreso, los ruralistas pusieran toda la soja en el asador. Y es obvio que proclamen su vocación pacifista, se ensimismen con la diferenciación entre “adversario” y “enemigo”, todo un cambio de estilo respecto de las entusiastas solicitadas de la Sociedad Rural ensalzando a la dictadura. Enhorabuena la conversión, si es sincera.... La argumentación, y aún la sanata, son ingredientes de la democracia, así deben leerse.
Pero sus acciones precedentes, sus palabras y sus cuerpos muchas veces desdicen ese primer mensaje y encienden luces amarillas acerca de su cabal convicción democrática. A esta altura es claro que la conducción real de la Mesa de Enlace recae en Alfredo De Angeli y Llambías, ese notable ejemplar de gorila que aborrece al Zoológico. Las voces de éstos, el machismo, el clasismo, el racismo, la amenaza que siempre se cae de los labios llaman la atención.
Numerosas agresiones a diputados que votaron con la mayoría perpetradas por ruralistas no parecen hijas del azar. Ponen en acto un modus operandi azuzado por el piquetero entrerriano con su prédica de “irlos a buscar”. Esas agresiones son desdeñables desde la lógica de “la calle” (se consuman en patota) y ni qué decir del ideario republicano. La conducta de sus aliados absolutos (UCR, PRO y Coalición Cívica) son puro silencio, su cruzada antigubernamental los hace convalidar todos los medios.
Si ese mutismo es deplorable, aflige más el de quienes quisieron encarnar una tercera posición, como los diputados del SI o peronistas-radicales K divergentes encabezados por Solá. Si lo suyo era mejorar, en ámbitos y con medios democráticos, la propuesta oficial y proteger los intereses legítimos de productores pequeños o medianos, su repudio debía venir de cajón.
Todas las prepoteadas fueron deplorables, acaso la más chocante la consumaron dirigentes agropecuarios bussistas (con doble “ss”) al tucumano Gerónimo Vargas Aignasse, dadas la identidad de los agresores y por el pasado de la víctima. Pena grande que las gentes de Eduardo Macaluse y de Solá no hayan repudiado pública y visiblemente a los violentos. Fue su segunda incongruencia en cosa de días, la anterior (más grave por sus posibles repercusiones, aún no totalmente reveladas) fue haberse sumado al bloque conservador anti-retenciones en vez de abstenerse en la votación del sábado.
Todo estará bien mientras haya palabras y réplicas, marchas y contramarchas. Aún los epítetos y las hipérboles (que Kirchner gambeteó con inusual cintura ayer) forman parte extrema del juego. Pero la amenaza constante de los piquetes desestabilizadores pende como una espada de Damocles con las “bases” al borde de las rutas. Ese albur debe ser prevenido y esa tarea no compete sólo al oficialismo.
El Gobierno incurrió en más errores que aciertos en este conflicto, pero la remisión al Congreso le dio un encuadre institucional que es imposible desafiar en leal juego democrático. La currícula de CRA y la SRA, los desempeños de De Angeli los colocan bajo sospecha, los gestos de sus aliados no son suficientemente claros. Sólo Hermes Binner, entre los dirigentes que acompañan la posición del “campo”, dijo (con sus circunloquios y moderación habituales) que debe acatarse la decisión del Congreso. No estaría nada mal que muchos otros lo imitaran. Y sería todo un detalle (ciertamente ajeno al exasperado clima de época) que alguno de sus aliados con sensibilidad democrática produjera un parrafito acerca de la bonita ocurrencia de Llambías sobre la otredad y el Zoológico.
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