Viernes, 11 de julio de 2008 | Hoy
UNIVERSIDAD › ENTREVISTA CON MIGUEL ANGEL ESCOTET, EXPERTO EN EDUCACION SUPERIOR
El académico español advierte que, sin estudios de viabilidad en la práctica, la sanción de leyes educativas puede dejar “muy poco margen para transformar una institución como la universidad que, por sí misma, es conservadora”.
Por Julián Bruschtein
Las leyes educativas pueden operar como “uno de los obstáculos más grandes” para la innovación universitaria, señala el español Miguel Angel Escotet, estudioso de los sistemas de educación superior y autor de más de cincuenta libros sobre el tema. Director de la cátedra Unesco en Educación Superior que se dicta en la Universidad de Palermo, Escotet advierte los riesgos de promulgar normas sin estudios previos sobre su “viabilidad” en la práctica. En dialogó con PáginaI12 repasó los temas centrales de su libro Modelos de innovación en la educación superior, recién publicado en el país.
–¿A qué se refiere cuando habla de “innovación” en el sistema educativo?
–A través del estudio del futuro de las instituciones, se puede establecer la capacidad de innovación, de cambio. Detectando dónde están aquellos problemas que no permiten que se produzca este cambio y también priorizando dónde se quiere cambiar. Porque no se puede cambiar en todo, uno tiene que seleccionar: hacer un selectivo que funciona como locomotora de cambio del sistema. Si lo que uno intenta es hacer un cambio total, generalmente se produce un colapso.
–¿Cómo arribó a esta conclusión?
–Hace algunos años comencé a preguntarme por qué había tanto énfasis y literatura acerca de cómo evaluar el pasado. Es decir, sobre este proceso que implica tomar una institución para analizarla y evaluarla: lo que había hecho bien, lo que había hecho mal, etc. Pero no había ni siquiera en la literatura inglesa nada acerca de cómo evaluar el futuro. Para la confección del libro estudiamos los casos de 35 universidades españolas, 18 chilenas y algunas mexicanas. La selección no responde a un criterio selectivo, sino simplemente hemos querido hacer la evaluación en situaciones distintas para ver si el modelo era más universal que local. Porque realmente lo interesante es poder establecer la capacidad que tiene la universidad de cambiar, porque ésa debería ser su naturaleza.
–¿Con qué herramientas se puede incentivar el proceso de innovación en una institución?
–Lo más importante es poder medir la acción y la capacidad de acción, porque por ejemplo los “cambios” que se producen en los países en general tienen que ver con la implementación de una ley. Y esto no debería ser así, porque el cambio se produce a partir de la práctica. La ley es una consecuencia de la práctica, porque no se puede obligar a los ciudadanos a que cumplan una ley impuesta por un grupo, necesariamente hace falta educarla para que no adopte comportamientos que luego colisionen con la ley.
–¿Entonces uno de los problemas está en la sanción de leyes sin proyección?
–Bueno, en Educación tenemos una gran obsesión que, cuando llegamos a una posición relevante, lo primero que hacemos es sancionar una ley o hacer reglamentos, pero no se estudia su viabilidad. En las universidades pasa lo mismo y se produce un vacío en cuanto a la acción. Porque la pregunta que uno se hace es qué han hecho, pues se la han pasado haciendo leyes y esto es una cosa grave, porque muchas veces es uno de los obstáculos más grandes para la innovación. Porque si yo establezco ya una regulación muy rigurosa en todos los ámbitos lo que encuentro es que deja muy poco espacio, muy poco margen para soñar, para transformar, para mover una institución como la universidad que, por sí misma, es conservadora.
–¿Dónde se puede encontrar otro escollo para el desarrollo de la innovación universitaria?
–En el siglo pasado la universidad se concentró en buscar verdades y certezas. El resultado fue la producción de verdades absolutas, rígidas y lentamente modificables. Por ello, los estudiantes se encuentran frente a un mundo que se les presenta inmutable y predecible. Este nuevo siglo, que contiene el aporte de pensadores más bien cercanos a la teoría del caos, seguramente promete moverse entre concepciones menos dogmáticas. Somos parte de un mundo plural, diverso y multicultural que contiene estas características que conviven en su interior en forma dialéctica: el determinismo y la aleatoriedad al mismo tiempo, la linealidad y la no linealidad, la reversibilidad y la irreversibilidad, la certeza y la incertidumbre.
–¿Qué cambios tendrían que producirse en la universidad para cultivar el campo de la innovación?
–Seguramente, la universidad deberá trabajar en varios aspectos para lograr una modificación. Debe cambiar necesariamente la relación entre el profesor y el estudiante para que fluya una retroalimentación entre ellos en una institución más integrada con la sociedad. También hace falta profundizar la multi, la inter y la transdiciplinaridad, porque generalmente se hace foco en saberes específicos y reduccionistas que fomentan la fragmentación. Es importante mantener una visión global e integrada de la universidad, donde la ciencia y la conciencia deben ir de la mano y se debe enfrentar a la rigidez con flexibilidad, para que la universidad desarrolle un proceso de cambio permanente.
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