CONTRATAPA

La inundación, Holanda y Dios

 Por Mempo Giardinelli

Desde Resistencia

Una amiga me manda un mail, fraternalmente preocupada: “...los noticieros a veces exageran, pero quiero saber si estás en Resistencia, si están bien, si los complicaron las lluvias”.

Siento una rabia profunda que se sobreimprime a la ternura que me produce la carta de mi amiga. Respondo:

“Los noticieros porteños siempre exageran, sobre todo si –como ahora– se trata de hacer antikirchnerismo barato. Son capaces de cualquier cosa, sólo les falta decir que Cristina tiene la culpa de la lluvia. Por eso en casa practicamos la sana terapia de no mirar más la tele. Todo mejora si uno acaba con TN, América, el 9, el 11, el 13 y demás. La vida readquiere sentido. De veras.

“En cuanto a nosotros, estamos bien. Con agua alrededor y percances varios, obvio, pero bien. Los que están realmente jodidos son los miles de desdichados que dependen de los punteros K, los punteros radicales, los piqueteros de izquierda y de derecha, los del PO y los de Castells, los PRO y los que le creen a la Legrand y a Tinelli, a Duhalde y De Narváez, a los ‘grandes diarios’, a Susana y al rabino Bergman y etc, etc. Esos ya no tienen remedio, pobres. Aunque no todos tengan agua alrededor, están hundidos hasta el cuello.”

Dudo si envío mi respuesta o no. Consulto en Internet: las perspectivas son horribles. El Weather Report gringo, experimentado y confiable, anuncia tormentas y lluvias diarias hasta el 2 de diciembre, por lo menos. Caramba. Mientras tanto el agua avanza y estamos rodeados. La ciudad ya está por debajo del Paraná: somos el centro de una palangana atravesada por el hermoso pero estropeado río Negro.

Escucho las radios locales: la intendenta (Aída Ayala, radical) dice que hay que abrir las compuertas del dique sobre el Negro y bombear agua hacia afuera. Del otro lado responde la titular de la Administración Provincial del Agua (Cristina Magnano, peronista): “El Negro está más bajo que las lagunas, estamos desaguando con las compuertas abiertas”. En cuanto al Paraná y el Negro, dice, “están prácticamente nivelados” y se evalúa “cerrar las compuertas y sacar el agua por bombas”. Las dos son amigas mías; en los pueblos chicos (y las ciudades ídem) todos nos conocemos. No sé quién tiene razón, pero que faltó hacer obras es más que evidente. El gran canal de desagüe está colapsado y se producen inundaciones en barrios de reciente construcción.

Lo cierto es que después de varios meses de una sequía atroz ahora hay agua de sobra. Estaba cantado, todos sabíamos que esto iba a suceder. Incluso ya sabemos que el año que viene habrá otra sequía y luego otra inundación, y así. Y todos rogando que las defensas de la ciudad aguanten.

Hasta ahora van bien. Capitanich y los suyos se pusieron al frente de esto hace un tiempo y se los ve optimistas. Eso le da crédito al Coqui, como todos lo llaman aquí, y le permite asistir confiado a las reuniones con su archirrival el ex gobernador Angel Rozas. Se juntan casi todas las tardes para ver cómo resuelven el empate en la Legislatura: 16 diputados cada uno. El problema es que quien presida tendrá el voto definidor. Por eso ninguno afloja, al menos hasta ahora. Los conozco a los dos, los sé hábiles de cintura política, y es grato ver cómo ambos sonríen en las fotos de los diarios locales. Como viejos amigos en el bar La Estrella de Don Ideo Terada, o en el Zan-En de los Hermanos Nakasone. Porque aquí los grandes temas se debaten en cafés japoneses. Eso establece hermosas tradiciones que todos cultivan en las largas mesas llenas de cafecitos: el Chacho Bittel y el Bicho León fueron adversarios durante cuarenta años pero, a su modo, se querían y respetaban. Y jamás se ofendieron el uno al otro.

Como sea, las defensas están bien; en eso coinciden todos, quizá porque todos tienen responsabilidades: fue una obra gigantesca construida durante décadas por diversas administraciones. O coinciden por pura cábala, quién sabe. Como sea, es cierto que hasta ahora las defensas aguantan, pero uno siente ganas de gritarles que esto no es Holanda, muchachos, y si se pinchan los terraplenes que nos rodean nos lleva el carajo.

Pero mejor me callo, porque además de miedo siento bronca y vértigo. Esto último porque en el Gran Resistencia, como se dice ahora, somos más de 300 mil personas. Imagine el lector.

Y en cuanto a la bronca, cómo no nos va a dar rabia escuchar y ver a tanto imbécil de la tele porteña exagerando descaradamente. Porque para el golpismo destituyente –o como se llame a los que niegan que son golpistas, pero lo son– todo suma. “Cuanto peor, mejor”, es su pensamiento canalla. Y sus empleados frente a las cámaras son capaces de decir cualquier cosa.

Los chaqueños nos unimos en el aguante y la solidaridad que aparece en cada inundación es conmovedora. El agua aquí duele tanto como la sequía. Por eso fastidian tanto la desinformación y la mentira interesada. Porque los medios porteños no dicen una palabra de la tala de bosques, de la desertificación de medio país para beneficio exclusivo de macroemprendimientos agropecuarios que se llaman a sí mismos “el campo”, y que son –ésos sí– los grandes culpables de esta alternancia atroz de sequías e inundaciones.

Hago Send, nomás, y me quedo pensando que esto no es Holanda ni está probado –como dicen– que Dios es argentino.

El cielo está preñado de nubes y en cualquier momento vuelve a llover.

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Imagen: Alejandro Elías
 

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