Miércoles, 25 de noviembre de 2009 | Hoy
EL MUNDO › ENTREVISTA CON MANUEL ZELAYA, PRESIDENTE DERROCADO DE HONDURAS, REFUGIADO EN LA EMBAJADA DE BRASIL EN TEGUCIGALPA
A cinco días de las elecciones, el presidente arrancado de su cargo culpó a Estados Unidos por su cambio de posición con la dictadura. “Obama no sólo no priorizó la democracia en Honduras, no priorizó la democracia en América latina.”
Por María Laura Carpineta
Manuel Zelaya tiene todas las razones para estar enojado, pero no lo demuestra. Atiende el teléfono desde la embajada brasileña en Tegucigalpa con un tono amable, opacado sólo por el cansancio de quien vive encerrado y asediado desde hace dos meses. El presidente hondureño derrocado perdió la pulseada y lo sabe. Cuanto más se acercan las elecciones del domingo próximo, más patente se vuelve su impotencia. “Estamos en la lucha del más fuerte, y la verdad es que no sabemos qué va a pasar”, reconoció ayer por la tarde. No quiere adelantar sus próximos pasos, pero deja todas las puertas abiertas. En diálogo con Página/12 no descartó el exilio ni negociar con el próximo presidente hondureño. “Mis diferencias son políticas, no personales”, se escudó.
Minutos después de la entrevista, las organizaciones de derechos humanos hondureñas confirmaron un nuevo asesinato, a cinco días de los comicios. “La dictadura sigue reprimiendo a la resistencia. Hoy (por ayer) apareció muerto un maestro que había sido detenido por la policía el lunes. ¿Cómo pueden llamarse líderes democráticos los que callan y apoyan este terrorismo de Estado?”, sentenció Bertha Oliva, veterana dirigente. Según sus cálculos, Gradis Espinal, jubilado de 58 años y padre de tres hijos, es la víctima número 26 de la dictadura.
Ninguno de los principales medios hondureños se hicieron eco de la noticia; la dictadura ni se pronunció. “No todos tenemos las mismas posibilidades en estas elecciones”, recordó Zelaya.
–Finalmente se llegó al peor escenario político, elecciones bajo dictadura. ¿Por qué no se logró la restitución, qué faltó?
–Hay un mandato de la OEA, otro de la ONU y está el Plan Arias. Todos pedían la restitución para poder hacer elecciones democráticas, en igualdad de condiciones. Todos lo pedían, pero no se dio. No se dio porque Estados Unidos renunció a su posición, cambió su prioridad, apoyó las elecciones sin restitución y esto eliminó las posibilidades de restaurar la democracia hondureña. No sólo no priorizó la democracia en Honduras, no priorizó la democracia en América latina.
–¿Cometió errores en los últimos cinco meses?
–Las negociaciones avanzaban, pero cuando Estados Unidos cambió su posición hacia la dictadura, todo se cayó. Eso fue lo que pasó.
–¿Cree que el boicot electoral será suficiente para hacer tambalear al próximo gobierno?
–Hay que pronunciarse contra el proceso, tiene una raíz ilegal y no todos tenemos las mismas posibilidades. La democracia debe ser un acuerdo político para que todos podamos competir en igualdad de condiciones.
–No parece suficiente para desestabilizar al próximo gobierno...
–Mire, estas elecciones tienen tres elementos que las hacen únicas. Primero, es la primera vez en América latina que se realizan elecciones después de una dictadura sin un pacto social previo. Segundo, las elecciones se convocan bajo un estado de represión: y tercero, existe un gran temor a un fraude electoral. Son elecciones débiles y de ellas saldrá un gobierno débil.
–¿Cómo sigue su vida después de las elecciones? ¿Continuará en la embajada?
–Estamos luchando por una causa que no tiene límites de tiempo ni de espacio. Se trata de sacrificios y de continuar luchando por la libertad, aquí o donde sea. Cuando se pierde el sistema democrático, se pierde el destino del país entero. Estamos peleando la lucha del más fuerte, y la verdad es que no sabemos qué va a pasar.
–¿Intentará dialogar con quien gane las elecciones?
–Yo me alejé políticamente de ellos porque apoyaron el golpe, no salieron en defensa de la democracia y los derechos humanos, como nosotros. Tenemos diferencias políticas, pero no personales.
–¿Está pensando en exiliarse o se imagina viviendo en Honduras?
–Mi vida en sí está en manos del general Romeo Vázquez Velázquez. No me preocupo por eso, él decidirá qué puedo hacer.
–¿Pero usted está considerando exiliarse?
–Mi vida está ligada al pueblo hondureño y está orientada a luchar por una causa, la de la democracia y la libertad hondureña. Esa causa no tiene un tiempo, una forma o un lugar determinado. Eso no es importante.
–¿Cómo quedó su relación con el gobierno estadounidense después de su giro en favor de las elecciones hondureñas?
–Todo el derecho internacional dicta que Estados Unidos puede tomar la decisión que quiera. Nosotros no cuestionamos su soberanía. Pero cuando ese gobierno hace un trato conmigo, yo tengo derecho de reclamar. Siempre guardaré un respeto por esa nación libre, pero Estados Unidos no cumplió con su palabra.
–¿Obama le había puesto condiciones para apoyar su restitución?
–No, ninguna. Prometió la reencuadración del sistema democrático antes de las elecciones, nada más.
–Y, ¿por qué cree que Estados Unidos cambió de opinión?
–El senador De Mint lo dijo muy claro. Yo no hago juicios, él lo dijo. El vino, como muchos otros republicanos, y habló con Micheletti. Después volvió a Washington e hizo un acuerdo con el presidente Obama. No hace falta especular demasiado.
–¿Cómo deberían actuar los países latinoamericanos con el próximo gobierno?
–Además de impugnar las elecciones, vamos a pedir que se anulen. Los países que se sumen no van a estar defendiendo solamente los derechos de los hondureños, sino de todos los latinoamericanos.
–Mucho se ha discutido sobre la polarización política que existía en Honduras antes del golpe. Si pudiera hacer alguna recomendación a los mandatarios vecinos para evitar una situación similar, ¿cuál sería?
–Cuando un presidente quiere corregir la economía y hacerla más justa necesita hacer reformas que no son del buen agrado de las transnacionales financieras, de servicios e industriales. Mi recomendación para los presidentes que quieran de verdad a sus pueblos es que se mantengan firmes, aun si aparecen amenazantes las viejas castas militares.
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