Jueves, 24 de julio de 2014 | Hoy
Por Eduardo “Tato” Pavlovsky *
A Sam, con todo afecto
de Harold y Eugene
Dos sillas en un bar sobre la calle. Dos hombres sentados.
Uno de los personajes sorpresivamente se levanta y se para en la silla y dice, el otro personaje lo mira desconcertado:
–No intento comprender nunca más intentaré comprender como suele decirse de momento estoy aquí desde siempre para siempre, ya no temeré a las palabras importantes no son importantes. Sí, hasta el final en voz baja meciéndome haciéndome compañía y siempre atento, atento a las viejas historias. Como cuando mi padre sentándome en sus rodillas me leía la de Vreen, hijo de un torero noche tras noche durante el invierno. Era un cuento para niños. He sido mi padre y he sido mi hijo. Me he planteado preguntas y las he contestado lo mejor que pude. Me he hecho repetir noche tras noche la misma historia que me sabía de memoria sin poder creerla, nos íbamos cojidos de la mano mudos sumergidos en nuestros mundos cada uno en sus mundos, así he sobrevivido hasta el presente, aun esta noche parece que todo marcha bien, estoy en mis brazos me sostengo entre mis brazos sin mucha ternura pero fielmente fielmente, durmamos como aquella lejana lámpara cansados por haber hablado tanto escuchado tanto penado tanto jugado tanto. Dónde iría si pudiera irme, qué sería si pudiera ser qué diría si tuviera voz quién habla así diciéndose yo, responded simplemente que alguien por favor responda simplemente. (gritando) Es el desconocido de siempre el único por quien existo en el fondo de mi existencia de la suya de la nuestra, he aquí una respuesta simple.
Mira hacia adelante y se vuelve a sentar en la silla –el otro hombre en la otra silla lo mira atentamente devotamente y le dice directamente:
–Señor estoy profundamente conmocionado sus palabras son un soporte para mi vida una manera de vivir disgregada que solo me llevaba a la incomprensión, yo he sentido todo lo que usted habla lo que usted ha leído y le estoy profundamente agradecido porque usted ha dicho sus bellas palabras lo que yo he sentido siempre en mi vida ajeno a la realidad circundante estoy profundamente emocionado la gente vive en un mundo de palabras y yo vivo en un mundo de retazos, parcialidades, momentos pequeños, que se esfumaban siempre pero siempre compuestos de una textura muy diferente a la realidad esa realidad que se vivía en mi familia hablar de las cosas que se ven que se palpan retar a un chico desobediente juzgar a su mujer tan distraída mientras eso se decía yo sentía cosas que usted ha dicho hoy me parece increíble que sus palabras den respuesta a mi manera de sentir la vida como retazos como contradicciones como nacer y morir al mismo tiempo.
–¿Y usted quién es?
–Yo soy un simple fiambrero al que su padre le dejó como herencia la fiambrería, se imagina usted en ese mundo de longanizas, jamón, aceitunas, mortadela y chauchas qué lejos podía estar de sentir alguna afinidad, pero me va bien, no me quejo, sólo que mi sufrimiento ha sido espantoso como dos mundos separados la realidad y mi mundo de versiones tal como usted las leyó un mundo de retazos trozos de memoria deshilvanados, pausas incomprensibles, cuentos que nunca entendí.
–Usted me ha devuelto a la vida estimado señor. Ha leído una manera de sentir la vida que yo creí que no existía hasta que usted colocó el ritmo de ese lenguaje que podría describir el horroroso devenir de mi vida gracias señor muchas gracias... una sola pregunta me gustaría conocer un poco más dado que mi cultura de fiambrero no me ayuda, ¿hacia quién iban dirigidas las palabras tan bellas que usted escribió? Me gustaría comprender eso.
–¿Usted qué ha dicho?
–Que quiero comprender señor.
–¿Comprender? Usted querrá tal vez encontrar algún sentido en mis palabras, usted tal vez es de los que creen que las cosas hay que entenderlas, comprenderlas (levanta la voz hasta quedar parado) usted lo que quiere es buscar el sentido de lo que yo dije, sépalo bien: no tienen ningún sentido ningún mensaje las palabras que yo emití no son para nadie a nadie le estoy hablando y usted me pide que yo le explique el sentido de mi mensaje sépalo bien mi querido fiambrero no hay ningún sentido en mis palabras porque no hay sentido en la vida, tal vez el único sentido es descubrir que la vida no tiene ningún sentido, que somos muñecos que habitamos un mundo desconocido y algunos muy pocos tienen la valentía de no buscar sentido a nada sólo vivir sólo transcurrir sólo pasear, mirar el mar, viajar sin moverse pero nunca preguntar por el sentido de nuestros movimientos mi querido fiambrero usted me ha desilusionado a mí porque yo comencé a escuchar en sus palabras a alguien que aceptaba vivir sin encontrar ningún sentido a la vida, vuelva a su fiambrería y –entre paréntesis me gustan mucho los chorizos alemanes si me consiguiera un par se lo agradecería pero no hay sentido en lo que le propongo hay hambre mucha hambre, lo opuesto a la filosofía y sépalo bien que no tengo el menor interés en continuar algún dialogo posible con usted... lo espero mañana con sus dos chorizos alemanes que yo le abonaré pero jamás piense en saludarme, hemos terminado nuestro diálogo que, por supuesto, no tiene ningún sentido sino hablemos digamos palabras mientras las haya– saludos a su madre y a su padre pero prefiero no verlo nunca más.
(Sam toma algunos papeles de su mesa y se retira bruscamente impaciente y malhumorado, el otro personaje lo mira irse desconsolado - el paso de Sam es muy lento de modo que la imagen del final debe tener un tinte onírico es una ida en cámara lenta y es un dolor intenso del otro personaje también sintiendo todo en cámara lenta.)
* Psicoanalista, autor, director y actor teatral.
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