CONTRATAPA

Misterio del actor

 Por Eduardo “Tato” Pavlovsky

Hace pocos días se acercaron a mí dos actores jóvenes argentinos, Eduardo Misch y Lucrecia Oviedo, que están realizando un documental sobre un actor de teatro y cine albanés y de la curiosa e intensa relación que se pudo establecer con él y su compañera. Ambos trabajaban en un kiosco ubicado en la calle México, justo enfrente al teatro Calibán, de Norman Briski. Era el obligado kiosquero al que concurrían los alumnos de Norman una vez terminados los ensayos o funciones. El parecía un hombre común, Minela Borova, al que Norman, cuando se enteró de que era actor, lo invitó varias veces a sus clases para que realizara alguna experiencia con sus alumnos. Borova, el actor albanés, devenido kiosquero en la Argentina, se mostró muy reacio a realizar cualquier tarea artística, pidiendo en cambio que lo dejaran entrar al teatro para ver las funciones. Fue allí donde me enteré de que mi kiosquero de Marroc había sido actor en Albania, un actor famoso y muy querido.

Hasta que Genoud, actor y director del teatro Camarín de las Musas, me dijo personalmente que iba a realizar con Borova funciones de mi obra Potestad en Albania, en un teatro muy conocido de allí, dirigiendo a Borova en el papel protagónico, que hacía yo en Buenos Aires, y él (Daniel Genoud) realizaría el papel de Tita, que realizaba Susy Evans, además de encargarse de la dirección general del espectáculo. Confieso que yo quedé estupefacto porque para mí Borova era el kiosquero que me ofrecía sus sabrosos chocolates Marroc. Genoud agregaba que “no podíamos caminar por la calle por la cantidad de gente que intentaba saludarlo; había realizado 50 películas en Albania y todo el mundo se acercaba a él. Sería como caminar con Darín por la calle Florida.” A Genoud le costaba entender el idioma albanés, de modo que a veces permanecía largos ratos callado escuchando esas conversaciones de Borova y sus admiradores.

Para contextualizar un poco mejor la complicada situación de Borova, el actor albanés había salido urgentemente de Albania a raíz de una fuerte represión policial y donde hubo heridos de consideración en el teatro donde realizaba sus funciones. Una típica redada estalinista. Su mujer tenía un pariente en la Argentina y se embarcaron a este país apenas pudieron. Una vez que consiguieron el kiosco prácticamente no se movían de allí en todo el día. “Por cada uno que tocamos, mil paralizados de miedo”, de mi obra Sr. Galíndez. Lo único que yo conocía de Albania fue que se convirtió en un país donde el régimen soviético se mantuvo hasta el final de sus días. Qué curiosa experiencia, no solamente por el amor con que ambos argentinos habían adherido al proyecto, sino también por la intricada trama política y personal en que se desenvolvía el conflicto.

Este artículo fue escrito a raíz del fallecimiento de Borova en nuestro país hace menos de un año. Su amor al teatro dignifica la tarea de los actores. Nos preguntábamos al final de la entrevista con Lucrecia y Eduardo a quién le puede interesar un documental sobre la vida de un actor albanés refugiado en la Argentina y desconocido aquí. Este actor albanés parecía ya retirado de toda actividad artística debido a lo traumático de su partida, de ahí que no quería realizar ninguna actividad con alumnos de Briski. Pero bastó que se conectara con gente que lo hiciera volver a sentir ese maravilloso acto de amor de fe y de creación que es el misterio del teatro, quién lo duda.

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Minela Borova.
 

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