Viernes, 26 de mayo de 2006 | Hoy
Mi energía se desvanece con la innecesaria “máquina de imposibilitar” todo. Nadie elige los designios del azaroso destino. Tampoco optamos nacer sanos, en determinado país o época. La vida no tiene manijas por donde agarrarla. Lo que aprendí y anhelé, parece no apropiado. Estudié una profesión que amo. No puedo ejercerla. No importa los años dedicados a mi carrera, mi entrega y pasión en ello. No hay legislación precedente. ¿El motivo? Una enfermedad: esclerosis múltiple. Jamás pensé hallar una lucha tan difícil. Creí que sería contra la enfermedad. No. Es contra una sociedad que me va “demoliendo” con su crueldad, ignorancia y desidia. Cree que teniéndome lástima cubre su cuota de solidaridad. No quiero ese sentimiento. Deseo una fraternidad que nos una por nuestras posibilidades, y no nos aparte por nuestras capacidades diferentes. ¿Quién es más discapacitado? ¿Mis piernas que no obedecen a órdenes cerebrales? ¿O quien se considera superior porque sus miembros le funcionan bien, sin mérito personal? ¿Quien se burla de la capacidad distinta, y siente que “bastante hace” al empujar una silla de ruedas? ¿O quien piensa que el ser único e irreemplazable que somos ha perdido, junto con su facultad, su identidad? Noooooo. Sigo pensando, amando, soñando... las heridas mayores están en el corazón. Las producen quienes me segregan, desdeñan. La “figura legal” conseguida es “tareas pasivas” una lucha más, y van... ¿Explico mi necesidad de enseñar, ser útil, trabajar honestamente? La respuesta es: que “goce” del placer del jubileo y deje de “molestar” (la opinión no solicitada: ¡¡Si pudiera jubilarme!! ¿Sabés todo lo que haría?). Contesto que esta es la única vida de la que dispongo. ¡No tendré otra! Lo peor es que pertenezco al ámbito docente, donde se forma nuestra juventud. ¿Qué enseñanza impartimos si al diferente se lo aparta, oculta, ubica como un trasto, para que no se vea y muestre la posibilidad de la vulnerabilidad humana? ¿Esto es “excelencia” en educación? ¿Y la integración educativa? ¿Volvemos al “cuarto del opa”? ¿Quién diagnostica la discapacidad de sentimientos? “Cuanto más me contemplo más me aflijo: cortar este dolor. ¿Con qué tijeras? /.../ Me sobra el corazón / No sé por qué, no sé por qué ni cómo me perdono la vida cada día.” (M. Hernández).
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