Jueves, 10 de agosto de 2006 | Hoy
Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona
UNO Mientras yo escribo esto, hay mucha gente ahí afuera preguntándose muchas cosas. Advertencia: las respuestas no están aquí. Pero, en cualquier caso, ahí están los enigmas y las conspiraciones y la inequívoca sensación de que algo está pasando y que, quién sabe, tal vez seamos un humilde engranaje –pero engranaje al fin– en la portentosa maquinaria del misterio. Después de todo –recordar ese momento casi final en esa película de última titulada El Código Da Vinci– ahí estaban, en una iglesia de campiña francesa, todos esos descendientes más o menos directos de Jesús y María Magdalena con aire de haberse escapado de un film mucho mejor, de un film de Jacques Tati.
DOS Pero, en serio, escribo esto y me pregunto si dándole a las teclas de la computadora no habré dado en la tecla de algo más... importante. Algo así –aseguraba el susodicho– le pasó al escritor Philip K. Dick y algo así le pasaba a Mel Gibson en aquella otra película tanto más divertida que El Código Da Vinci. “La verdad está ahí afuera”, señalaba el slogan de una popular serie paranoica-televisiva. El problema es que no precisaba dónde.Y dónde es, por estos días, la palabra operativa. Ejemplo: ¿Dónde está Fidel Castro? ¿Dónde está Raúl Castro? ¿Es verdad que el Eliancito que volvió a Cuba es en realidad un agente de una rama secretísima de la CIA camuflado y que el verdadero balserito permanece escondido en una recámara secreta de Disney World, en Orlando? ¿Es cierto que, desde su hallazgo y recuperación, los avanzados científicos cubanos han intentado en numerosas ocasiones clonar al Che Guevara a partir de sus huesos consiguiendo hasta el momento nada más que a un homúnculo que lo único que hace es aullar “Hasta la victoria siempre” día y noche? ¿Fue Heather Mills especialmente entrenada por Yoko “Dragon Lady” Ono con el objetivo de seducir primero y luego dejar en la ruina absoluta a Paul McCartney justo en el año en que cumplió los 64 de su famosa canción? Y tal vez lo más intrigante de todo: ¿Dónde está la pequeña Suri, la hija invisible de Tom Cruise y Katie Holmes? Penélope Cruz dice haberla visto –sin decir cómo y cuándo y en qué circunstancias y sus últimos movimientos no coinciden con los del matrimonio Cruise y su hipotético retoño– y asegura que se trata de “la bebé más hermosa del mundo”. Todo esto y mucho más se ventila y se investiga en el site de Internet whereissuri.com. Yo tan solo espero que Suri no haya heredado la sonrisa tiburonesca del padre y los cachetes de la madre porque, de ser así, nos enfrentaríamos a una criatura diabólica, a la Anticrista, a la descendiente directa de Judas Iscariote con Marta, ex viuda de Lázaro. Mientras tanto, Michael Jackson –alguna vez mesías y hoy pecador– asegura haber destapado “una de las mayores conspiraciones en la historia del espectáculo”. La víctima, por supuesto, es él.
TRES Y la formidable torpeza de Bush II & Co. –recordar los dorados días en los que una indiscutible eficiencia de lo oculto y lo desconocido producía entretenimientos como Los 3 días del cóndor o El complot Parallax– no ha impedido sino, por lo contrario, alentado todo tipo de suposiciones y teorías de la conspiración. La última y más exitosa de ellas –lo leo en una edición reciente de la revista Vanity Fair– tiene que ver con un documental de ochenta minutos de duración hecho con apenas 6000 dólares recaudados trabajando como empleados en Friendly’s y Starbucks más una computadora portátil. Está colgado en la red (esa fértil tierra baldía en lo que al rumor y el secreto compartido se refiere), se llama Loose Change y trata sobre lo que “en verdad ocurrió” aquella inolvidable mañana del 11 de septiembre del 2001 y que –para el director Dylan Avery, el investigador Jason Bermas y el productor Karey Rowe, sus casi adolescentes realizadores– equivale, en términos de potenciaconjetural, a lo que sucedió aquella otra mañana del 22 de noviembre de 1963. Hoy, las encuestas –esas otras entidades inasibles y misteriosas– afirman que el 42 por ciento de los norteamericanos “creen que el gobierno ocultó o se negó a investigar evidencia que contradice la explicación oficial de lo sucedido” en el World Trade Center, el Pentágono y en aquel otro avión que se estrelló en las afueras de Pennsylvania. Loose Change –record de bajadas en loosechange911. com, compaginación espasmódica en plan MTV, buen soundtrack musical, exitosa edición en DVD, gran interés de las majors para estrenar un final cut expandido el próximo 11 de septiembre– se dedica a hacer preguntas incómodas: ¿por qué no se encontraron las cajas negras entre las ruinas de las torres?, ¿cómo es posible que no haya quedado resto reconocible alguno del avión que se estrelló en Washington?, ¿está fundado ese rumor de que –de acuerdo con el “carácter horizontal” de las explosiones– existieran cargas suplementarias en los rascacielos para detonar en sincro con los aeroplanos?, ¿es verdad que ningún aprendiz de piloto podría volar a esa velocidad y con esa puntería?, y lo más “intrigante” de todo: ¿por qué la seguridad nacional ignoró las numerosas advertencias en cuanto a que se venía una de aviones versus edificios? Antes de morder la bala, el periodista gonzo Hunter S. Thompson aseguró que la cobertura periodística de lo sucedido en la catástrofe había sido “vergonzosa” y que “yo he pasado el tiempo suficiente en los alrededores de la Casa Blanca para comprender que entre lo que sucedió y lo que se le dice a la gente que sucedió hay mucho espacio”.
El mensaje final de Loose Change es que el gobierno de EE.UU. –si no estuvo directamente implicado en ese “día de infamia”– por lo menos dejó hacer como, aseguran muchos, ya sucediera a la hora de Pearl Harbor. Y, por supuesto, ya se ha pronunciado otra rama de teóricos de la conspiración –ver screwloosechange. blogspot.com– que asegura que detrás de los chicos de Loose Change está la CIA y de lo que se trata es de esconder verdades mentirosas con mentiras verdaderas, agitar bien, y servirse con frío ardor.
Avery –director de Loose Change– asegura, drástico, que el día que se sepa la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, tendrá lugar “la segunda revolución norteamericana”.
CUATRO Mientras tanto y hasta entonces: ¿dónde cuernos están las manos de Perón?
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