SOCIEDAD › EL REGISTRO DE ARMAS PASA DEL MINISTERIO DE DEFENSA A INTERIOR

Plan para desarmar la inseguridad

El Presidente anunció un plan de desarme de la sociedad civil. Aunque no se dieron precisiones, se estudia una campaña de compra de armas en poder de los civiles, que debería aprobar el Congreso.

 Por Horacio Cecchi

Escuchó atentamente toda la presentación del plan de desarme, pero sólo aplaudió, o sólo lo hizo efusivamente –sin que el aplauso le borrara el gesto de dolor en el rostro– cuando el Presidente reclamó “total sentido de la responsabilidad” a los jefes de las Fuerzas Armadas y de seguridad para terminar con el flujo de armas ilegales desde los cuarteles hacia la sociedad. Recién entonces, Dolores Sigampa, madre de Ezequiel Demonty, aplaudió con fuerza. En el Salón Blanco de la Casa Rosada el marco no era para menos. Por primera vez se anunciaba que el Registro Nacional de Armas (Renar) dejaba de ser interés del Ministerio de Defensa para ser traspasado al Ministerio de Interior. La síntesis no es liviana y rompe con el criterio que instaló las políticas sobre armas en la esfera de la doctrina de Seguridad Nacional, tan cara y necesaria al Proceso. Pero, además, nunca antes se había tomado el problema de la sociedad armada como un problema de raíces sociales, culturales y educativas, más que un problema registral de calibres y tenencias. Por eso, cuando Kirchner dijo que “es una bajeza politizar la inseguridad, que no se soluciona con mil leyes y condenando a setecientos mil años a un asesino”, y pidió a los uniformados que se pusieran a la altura de las circunstancias y castigaran “con toda la fuerza a los que comercian armas desde las instituciones”, no sólo Sigampa aplaudió con fuerza. Una de las propuestas que se estudian para el plan de desarme es una campaña gubernamental de compra de las armas en poder de los civiles.

Allí estaban, en primera línea, las Madres de Plaza de Mayo, León Arslanian, las Madres del Dolor y Adrián Marcenac, el padre del joven asesinado por el tirador de Belgrano con un arma legal. También estaba Dante Piccioli, padre de Pablo, el chico asesinado por un vigilador privado en una discusión en un peaje. También estaban los integrantes de la Red Argentina para el Desarme, que de algún modo vienen impulsando la generación de un debate y el impulso de políticas completas para una sociedad sin armas. Fue sorpresivamente Piccioli quien arrancó con el primer discurso, emotivo, y fuerte, complacido por la invitación y por el compromiso que demuestra el Gobierno, pero dispuesto a mantener la presión en los talones para que “la sociedad argentina sea una sociedad sin armas”.

El ministro de Interior, Aníbal Fernández, graficó lo que designó como “Nueva Política Pública en el Control de Armas”, anticipó que el Renar pasaría del área de Defensa al área de Interior, lo que en términos ideológicos significa decir que el problema de las armas en la sociedad tiene solución fuera de la esfera militar. Lo que en Argentina y con el pasado que arrastra no es poco. También aseguró que el Renar “era un registro que registraba, en lugar de ser una oficina generadora de políticas públicas sobre el control de armas”. Explicó que la llave es la utilización de los datos, el control del flujo de las armas desde las armerías, de las municiones, y habló del desvío de armas, de municiones, de explosivos.

Fue en el desvío donde hizo pie Kirchner: miró a los jefes de las Fuerzas Armadas, los señaló con la mano y dijo que “terminar con el comercio ilegal de armas en esas instituciones es responsabilidad de sus jefes y no deben tener contemplaciones con los responsables. Podemos hacer que el Renar funcione como debe funcionar, podemos poner todo el esfuerzo desde el gobierno, pero si desde estas instituciones no se controla el comercio ilegal de armas, no se va a solucionar nada”.

Alrededor, en el salón, los integrantes de la Red Argentina para el Desarme, entre ellos Gabriel Conte, Darío Kosovsky, Martín Appiolaza, entre otros, se codeaban: el Presidente había levantado la lógica del desvío y del flujo del mercado negro que venían trabajando, desde tiempo atrás, con el gobierno, lógica que dice que todas las armas matan y todas un día fueron armas legales.

Kirchner también insistió en que “hablar de inseguridad no es fácil”, y apuntó contra las “olas” de inseguridad cuando dijo que “es una bajeza politizar el tema de la inseguridad, es una bajeza especular con el dolor de la gente. Yo no pienso ser un solo día presidente, tratando de politizar este tipo de cosas”. También pidió responsabilidad a los medios en la difusión del tema. Sostuvo que no era “de la idea de que la inseguridad se soluciona con mil leyes y condenando a setecientos mil años a un asesino”, sino con políticas educativas, culturales y sociales.

Al terminar su mensaje, Kirchner bajó del estrado y se estrechó en un abrazo con Adrián Marcenac.

Gabriel Conte, ex subsecretario mendocino de Relaciones con la Comunidad, propulsor de la exitosa campaña de desarme en su provincia e integrante de la Red se mostró entusiasmado con la propuesta del gobierno. “El cruce de la seguridad con la educación y la cultura es una base muy interesante”. La propuesta de canjear armas por dinero, tiene sus adversarios políticos. “No se puede convertir en una transacción comercial”, criticó el diputado porteño del ARI, Pablo Failde. “Lo que tiene de bueno la compra –dijo Conte– es que el dinero es el mejor incentivo; lo que tiene de malo es que se puede usar para generar compra de más armas”.

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“Es una bajeza politizar la inseguridad”, dijo Kirchner.
 
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