Viernes, 4 de mayo de 2007 | Hoy
Por Enrique Medina
–¿Aquí es donde se vacuna? Sí, el jubilado ha dado con el lugar co-rrec-to. Entra. Saluda. La que anota pregunta nombre, barrio, y la enfermera avisa “voy preparando la vacuna”. ¿Por qué el apuro?, piensa el jubi, si no hay nadie. Apenas se está quitando el saco, y la enferme ya ha tirado el envase al tacho. El pide que no, que le dé la cajita, que le gusta leer el prospecto. El mismo mete la mano en el tacho y de las dos cajitas elige la que supone es la de él, y da sus razones, y le dicen que ya está. ¿Cómo?, ¿ya está?, si ni la sentí... Le explican que ahora no se siente el pinchazo, que es levísimo y patatín-patatán y el jubi se retira creído de estar garantizado contra la influenza y los antipáticos mocos del pérfido invierno, habiendo dejado un peso como donación.
Al fin de la jornada la enferme le da 10 pesos a la que anota y se retira con las cajitas sin abrir. Entra en la farmacia. Debe esperar porque hay gente. Ya en trámite, el farma la recibe en un costado y verifica. La sinécdoque es inevitable: a tanto por cajita corresponde... Pero no, el farma aclara que el pago que la enferme pide es a partir de...
–¿Qué decís...? –reprocha la enferme–. Si vos las cobrás a 60 cada una...
–No. Cuarenta –se defiende el farma–. Esta marca es cuarenta; la Istivac es cinco siete, y no sesenta...
–Dale ¿querés?, no embromes. No olvides que a la otra tengo que darle la mitad...
–Y bueno, cinco cajas a veinte son cien pesos, me parece que tenés para repartir ¿no? Yo no especulo con que tengo que hacer rebajas o cosas por el estilo, es cosa mía. Mirá, te estás sacando unos buenos pesos, ¿si?, pero no pienses que vas a tener que guardar las ganancias en un banco “offshore”. Y como ves yo no tengo colas esperando para vacunarse...
Arreglan en buenos términos. Al recibir el dinero, la enferme, como justificando y para limar asperezas, insiste con que a la otra le tiene que dar la mitad, fijate vos, no te pienses que la puedo arreglar con diez pesos, no, la vida está dura, che...
Se despiden con un besito.
Al rato, el empleado le dice al farma que hay alguien para la vacuna antigripal. El farma traga el resto de medialuna y deja el mate, corre la cortina, va a la caja y dice: “Son cincuenta y siete pesos”. El cliente paga. El farma le pide que espere un segundito, e ingresa al cubículo de blancos azulejos, agarra una cajita, le quita la bandita que reza “Prohibida su venta” y, con amable y argentinísima voz, exclama:
–Ya puede pasar, caballero...
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