Viernes, 4 de mayo de 2007 | Hoy
Las elecciones francesas se decidirán entre dos candidatos, Sego y Sarko, que representan las dos versiones de un país fracturado.
Por Eduardo Febbro
Desde París
¿Ganó ella o ganó él? Según a quien se escuche y la prensa que se lea, el debate presidencial del miércoles entre la socialista Ségolène Royal y el conservador Nicolas Sarkozy fue ganado por uno u otro... todo depende del lugar desde el cual se mire el mundo. Las encuestas de opinión tienden a mostrar que Sarkozy fue más brillante que Royal, pero las condiciones en que estas encuestas telefónicas instantáneas se realizan autorizan la duda... y hasta la ironía. Lo cierto es que Ségolène Royal perturbó varias veces a Sarkozy, pero no es menos cierto que, a pesar de los sondeos que confirmaron aún ayer la ventaja de cinco puntos que Nicolas Sarkozy mantiene frente a Ségolène Royal, nadie puede medir con certeza si Royal logró o no, en el curso del debate, raspar unos puntos del muro de Sarkozy.
Tal vez pueda ser más decisiva la postura adoptada ayer por el candidato centrista François Bayrou. Los siete millones de votos obtenidos por Bayrou en la primera vuelta se volvieron, en las dos semanas que separan la primera de la segunda vuelta, el centro de todas las tácticas políticas. La elección del domingo no se juega en Francia ni a la izquierda ni a la derecha, sino en el centro. François Bayrou dejó en claro el jueves que no votaría por Sarkozy. No precisó si lo haría por la candidata socialista o en blanco. Pero esa intervención, por discreta que sea, tiene valor de pronunciamiento, sobre todo si se la suma a las diatribas lanzadas por Bayrou contra Sarkozy, un hombre que, dijo Bayrou, “puede agravar las desgarraduras del tejido social”.
François Bayrou inventó un espacio para salir del paredón en el que se había puesto. Si decía que votaba expresamente por uno o por otro, el líder centrista hubiese hipotecado su política de autonomía frente a las dos corrientes del país, la izquierda y la derecha, y por consiguiente saboteado su proyecto de crear un “partido social demócrata” de aquí a las elecciones legislativas del mes de junio. Bayrou ya se quedó prácticamente sin el partido que preside, la UDF. 22 de los 29 diputados UDF confirmaron que votarían por Nicolas Sarkozy el próximo 6 de mayo. Ségolène Royal interpretó a su manera el “no votaré por Sarkozy” que François Bayrou confió al vespertino Le Monde, el cual, por otra parte, le aportó ayer su apoyo a Ségolène Royal, luego de haber asumido durante meses una postura de ambigua militancia a favor del candidato de la derecha. En el curso de un desplazamiento en el norte de Francia, Ségolène Royal estimó que, para ella, la decisión de Bayrou no dejaba duda alguna sobre su inclinación en las urnas: “Cada cual entendió lo que Bayrou quería decir, y como me imagino que dado lo que está en juego no se puede abstener, creo que las cosas han sido dichas de manera sutil”. Royal abrió el abanico cuando dijo: “Si salgo electa, trabajaré con el centro en general y con François Bayrou en particular. (... ) Estoy dispuesta a llevar a cabo esa unión, esa ampliación hacia el centro”. Con la misma combatividad que lo hizo el miércoles ante las cámaras, Ségolène Royal continuó ayer movilizando a sus tropas con la idea de que “la victoria está al alcance de la mano”.
¿Por quién votará Francia este domingo? Acaso por “la Francia del mérito y del esfuerzo”, de Nicolas Sarkozy, o por la “Francia creativa e imaginativa”, de Ségolène Royal. La aritmética de la victoria es compleja, incluso con el viento favorable de los sondeos que empujan a Nicolas Sarkozy hacia la victoria. El debate televisivo tuvo el mérito de despojar de algunas apariencias peligrosas el contenido de las propuestas. Entre el domingo, día en que Sarkozy realizó su meeting parisino, el lunes, cuando Ségolène Royal movilizó a 80 mil personas para el suyo, y el miércoles, es decir con el debate, quedó expuesto con una transparencia alucinante que existen dos Francias: una de blancos y adinerados, y otra, la más real, hecha de un montón de diversidades, menos vengativa y antagónica. El diario Le Monde llamó a esas dos francias “la incluida” y “la excluida”. Tal vez ambos términos sean excesivos, pero hay dos países en uno solo y una voluntad de ruptura común que cada candidato encarna con su estilo: el orden justo (Royal) o la ruptura tranquila ( Sarkozy). Sarkozy habla de una “Francia exasperada”... pero acaba recién de dejar el gobierno que exasperó al país durante cinco años. La opción que presentan los medios y los respectivos campos en disputa estaría entre el “autoritarismo” de Sarkozy y el “amateurismo” de Royal. Entre ambos, los electores centristas y los de la extrema derecha tienen el peso que hará inclinar la balanza. De manera global, los electores dan signos de una gran confusión que deja pasmados a los corresponsales extranjeros convencidos de la cultura política de Francia. Un médico decía ayer que nunca votaría por Royal, porque es imposible que “un jefe de Estado invente palabras que no existen”. El reproche se dirigía a Ségolène Royal, porque hace unos meses, en el curso de un viaje a China, la candidata socialista utilizó la palabra bravitude, un neologismo que quiere decir algo así como “corajidad”. Nada condenable, en suma, pero ese término, utilizado por los medios para burlarse de ella cuando en realidad los adolescentes franceses hacen esos juegos de palabras o de letras, integra una reflexión de un médico sobre su decisión de votar no por alguien, sino en contra de otro según razones de una liviandad desconcertante. Si se cuentan los votos de los respectivos electorados después de la primera vuelta, Nicolas Sarkozy, que acuña sus 31, 18% de votos más los de otro candidato de derecha, suma 33,4%. En esta aritmética no entran los votos de la extrema derecha. Ségolène Royal suma 36,1%, es decir su poco más de 25% de la primera vuelta más todos los votos de la extrema izquierda que llamó a votar por ella. Las encuestas de opinión ponen en las urnas de Sarkozy 51% a 53% para la segunda vuelta. La diferencia proviene de la ultraderecha y del centro. Ambas corrientes influirán entonces en el resultado del 6 de mayo. Jean Marie Le Pen, el jefe de la extrema derecha, convocó a sus electores a “abstenerse masivamente” el próximo domingo. A su vez, un estudio –miércoles pasado– de la encuestadora BVA asegura que 49% de los votantes de Bayrou transferirán sus votos a Ségolène Royal y 34% a Sarkozy. Nicolas Sarkozy no duda un instante de que tiene la elección ganada. Viene trabajando por ello desde hace muchos años y tiene a su disposición un aparato político aguerrido y experimentado. Los estilos son exacerbados a fuerza de ser dispares. Ayer, en un meeting, Sarkozy volvió a decir: “Nos quedan dos días para decir adiós a la herencia de Mayo del ’68”. La hazaña de esta elección está del otro lado. ¿Cómo una candidata puede salir de un portal de Internet y, en contra de su propio partido y del oficialismo mediático, elevarse al 47%-48% de las intenciones de voto? Quizás en ese misterio esté el puñado de votos que le faltan, o tal vez el misterio nunca se resuelva.
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