Miércoles, 16 de mayo de 2007 | Hoy
Por Sandra Russo
“Nos separamos hace tiempo porque la convivencia se tornó imposible”, fue el título elegido por el diario chileno Ultimas Noticias para la entrevista en la que el ex presidente argentino se decidió a blanquear su situación conyugal. Lo forzaron a ello las tetas de Cecilia Bolocco al aire en un hotel lujoso de Miami, en el que tomaba sol junto al empresario italiano Luciano Marocchino: la verdad incontrastable de que a Cecilia ya no le alcanza con conducir festivales de la canción vestida con transparencias excesivamente transparentes para una señora fina. Ni darse piquitos con los invitados a su programa. La chica que arde por empezar una nueva etapa de su vida, que consiste en resexuarse, ahora que entró en la cuarentena y queda poco tiempo para curtir su costado Miss Mundo.
Según Menem, “desde hace tiempo había un acuerdo entre Cecilia y yo para hacer de nuestras vidas lo que creamos más conveniente”. En castellano, eso significa que un esposo y una esposa que ya no quieren seguir juntos por algún u otro motivo eligen preservar un vínculo aunque sus vidas sexuales se separen. ¿O qué otra cosa puede significar? “Hacer de nuestras vidas lo que creamos más conveniente”, es uno de esos eufemismos que se usan cuando uno quiere alejar la palabra sexo de su órbita. En este caso, la palabra que Menem quiso alejar de su órbita fue otra: cornudo.
No hubo divorcio, ni siquiera una separación admitida (lo desmintió ochenta veces, como lo de las cuentas en Suiza), pero una vez más en su larga y tosca vida, Menem no dijo la verdad. Volvió a esconderse en sus hijos. Visto de afuera y a la distancia, es absolutamente escandaloso cómo este hombre no aprendió nada de nada y sigue usando a sus hijos para excusar sus conductas. En ese mismo reportaje, dijo que el día que salieron las fotos él había ido a llevarle flores a Junior y que con Bolocco decidieron ocultar sus dobles vidas “por el bien de Máximo”. Esos detalles, esos argumentos, describen mejor que nada a estos dos personajes. Un matrimonio que fue una especie de salariazo. Un buzón, una escaramuza, una mascarada.
“No hablamos de tener otras parejas ni nada parecido. Pero quiero que quede claro que ni Cecilia me fue infiel ni yo sufrí una infidelidad”, asegura él, haciéndose el gracioso, unos renglones más abajo, para decir que todavía no tiene en mente a la sucesora de Bolocco. El insiste en que ella es una buena madre y que no pueden convivir, porque el clima entre ambos “se tornó un poco insoportable”. Lo que no queda claro es qué preservan los dos, porque parecen no preservar nada.
Ella no es Heidi, vamos, que tiene más de Britney Spears de la mediana edad. Esas fotos le fueron dirigidas al mundo, quizá como un relanzamiento de Bolocco cuyo hit sería Mi Vida Después del Anciano No Reelecto. Seguramente harta de los trajecitos que ensayó para primera dama y allí quedaron, la mina quiere volver a jugar su juego de diosa televisiva, ahora que, operadas o no, las tetas le hacen aguante. No parece preocuparle Carlos Menem, aunque sea el padre de su tan amado hijo. No parece importarle dejarlo bien o mal parado. Y pobre, es él, que ya está grande, el que tiene que salir a decir que está todo perfecto aunque está todo roto.
Se vienen el divorcio y la pelea por los bienes. Se vienen escandaletes por plata. Se viene un noviazgo de Bolocco con alguien que le cambie el target y la recupere para los menores de 50. Se viene la decadencia de un hombre que viene decayendo hace años y arrastró en su desmoronamiento y en su megalomanía a un país. Se viene el final tan temido, en soledad, con humillación y con “estas cosas hay que tomarlas con serenidad. Son fotos que dieron la vuelta al mundo, se metieron con la intimidad de Cecilia. Es una barrabasada meterse en la intimidad de las personas para ganar unos pesos”.
Lo dice él, que por ganar unos pesos hundió a miles, que sumergió a millones de personas en el desempleo y que remató los bienes de un Estado que nunca le perteneció. Lo dice Carlos Menem, que ahora habla en exclusiva para un diario chileno, con el claro objetivo de que todo el mundo sepa que él no es, fue ni será nunca un cornudo.
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