Miércoles, 16 de mayo de 2007 | Hoy
EL MUNDO › EL CAMBIO DE GUARDIA EN FRANCIA INCLUYE TAMBIEN LA SALIDA DE VILLEPIN
El legado más importante del presidente francés saliente fue su apoyo a la intervención de la OTAN para frenar la sangría en los Balcanes y su negativa a apoyar la guerra de Irak. Por su parte, Villepin será recordado por el estallido social de 2005.
Por Eduardo Febbro
Desde París
Francia cambia de época. El último hombre y el primer hombre se despidieron ayer respectivamente de la jefatura de gobierno y de la presidencia de la República. El primer ministro francés, Dominique de Villepin, el último escudero de Jacques Chirac, presentó la renuncia de su gobierno horas antes de que, en un mensaje a la nación, el presidente francés se despidiera de Francia al cabo de doce años a la cabeza del Estado. Hoy, con la transmisión de mando entre Chirac y el electo presidente Nicolas Sarkozy, Francia mueve las hojas del almanaque hacia un futuro lleno de interrogantes y deja en el pasado más de una década de gestión política del país connotada por el congelamiento y cinco años de una Legislatura durante la cual los franceses rechazaron el Tratado Constitucional europeo y vivieron dos crisis de escala internacional, ambas bajo el gobierno saliente de Dominique de Villepin: la sublevación de los suburbios, exacerbada por las declaraciones del presidente electo y entonces ministro de Interior, Nicolas Sarkozy, y la movilización de los estudiantes contra un polémico contrato de trabajo para los jóvenes delineado por Villepin, el CPE (Contrato Primer Empleo).
En su discurso de despedida, el presidente francés llamó a los ciudadanos a mantenerse “unidos y solidarios” y explicó que deja el Palacio del Elíseo “con el orgullo del deber cumplido y mucha confianza en el futuro de nuestro país”. Chirac se refirió tímidamente a su reemplazante y apenas mencionó que Nicolas Sarkozy “tendrá como principal preocupación llevar a nuestro país hacia adelante en el futuro”. Según reveló el mandatario, su porvenir estará consagrado al “diálogo entre las culturas y el desarrollo sostenible” a través de una fundación para el desarrollo y el medio ambiente que ya está en pie. Final consensual de dos hombres, Chirac y De Villepin, que mantenían una fuerte hostilidad con Nicolas Sarkozy. Chirac le aportó al presidente electo un tímido apoyo y, en el mes de noviembre, Dominique de Villepin renunció a presentar su candidatura a la elección presidencial de mayo pasado. Muchos secretos de Estado quedaron protegidos en una cortina de discreción detrás de la cual Chirac y su jefe de gobierno dejan el primer plano.
Hoy, Nicolas Sarkozy dará vuelta la última página del almanaque de Jacques Chirac. El presidente saliente deja el poder al cabo de una vida política de 42 años, tres intentos por llegar a la presidencia, dos mandatos de jefe de Estado, dos cohabitaciones con los socialistas, una como presidente con Lionel Jospin, la otra como primer ministro con François Mitterrand. La imagen de Chirac estará más ligada a su aventura personal, a sus sucesivas derrotas y reencarnaciones, a su simpatía personal, que a su acción política en sí. Chirac deja un país que no se movió, ni reformas, ni cambios, ni modernización, ni disminución de aquella famosa fractura social que él denunció y se comprometió a subsanar durante la campaña para su primera presidencia. La fractura social se ha ahondado a niveles abismales y Francia cuenta hoy con uno de los niveles más altos del mundo de personas sin vivienda. Chirac gobernó para una minoría de empresarios de grandes grupos y, al mismo tiempo, evitó romper con el Estado social heredado del general De Gaulle. De su mandato quedarán tres hechos, dos en el campo internacional, uno en el nacional. El primero, innegable y de consecuencias alabadoras para el jefe de Estado: en 1995, apenas electo presidente, Jacques Chirac apuntó hacia los responsables de la guerra que azotaba a la ex Yugoslavia, particularmente a la población musulmana de Bosnia Herzegovina. Chirac llamó a las víctimas víctimas (los bosnios musulmanes) y a los victimarios victimarios, los serbios del presidente Slobodan Milosevic y su asesino de turno, Radovan Karadzic. Jacques Chirac descongeló el veto francés que su predecesor socialista, François Mitterrand, había impuesto sobre la intervención de la OTAN (Alianza Atlántica) y ello aceleró el fin del martirio que padecían los bosnios y la población de Sarajevo. La segunda marca internacional fue su constante oposición a la intervención norteamericana contra el régimen de Saddam Hussein. Como nadie, Chirac se opuso a Georges Bush. En el espacio nacional, el presidente fue el primer jefe de Estado que reconoció la responsabilidad del Estado francés en la deportación de judíos durante la Segunda Guerra Mundial. También, en sus doce años, Chirac buscó estrechar los lazos con América latina, pero nunca pasó de la verbalidad subjetiva. A pesar de sus promesas y de las críticas que formuló contra las subvenciones agrícolas, el mandatario nada hizo para equilibrar la justicia comercial. Jacques Chirac es un hombre afable, divertido y de discurso doble. Puede decir una cosa ahora y un minuto después, lo opuesto. Conservador en Francia, tercermundista en el extranjero. Chirac, Lula y el ex presidente chileno Ricardo Lagos impulsaron el principio de gravar con una tasa solidaria los billetes de avión con el fin de luchar contra las grandes pandemias como el sida, la tuberculosis o la malaria. Sin lugar a dudas, el presidente latinoamericano que más estrecha relación mantuvo con Chirac fue Carlos Menem. Ambos se entrevistaron varias veces en París y Chirac protagonizó una vez una irreverente ofensiva contra los periodistas que acechaban a Menem con preguntas sobre los desaparecidos y los juicios a los militares. Se interpuso en el ruego y se lanzó en una acalorada defensa de Carlos Menem. Si con Menem, Chirac habló mucho de las privatizaciones y la venta de las propiedades del Estado argentino a las empresas francesas, operaciones que no son ajenas a la amistad que Chirac manifestó por Menem, con Néstor Kirchner, Jacques Chirac abordó la vertiente contraria: los juicios que las empresas francesas querían hacerle a la Argentina.
Cayó el telón y se abre otro, con nuevos actores, fusiones extrañas entre la izquierda y la derecha y una percepción que flota sobre la sociedad: Nicolas Sarkozy cambiará de golpe las reglas del juego que Chirac nunca tocó.
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