Viernes, 18 de mayo de 2012 | Hoy
DEPORTES › BAYERN MUNICH Y EL CHELSEA
Por Pablo Vignone
Los estilos futbolísticos que chocan mañana en la final de la Champions League 2012, encarnados por el Bayern Munich y el Chelsea, acaso difieran menos entre sí que las maneras en las que se organiza el fútbol en Alemania y en Inglaterra. Por eso el enfrentamiento es tan atractivo: más allá de lo que arroje el resultado, en el ámbito económico y hasta social está claro que el Bayern gana por goleada.
“Cuando los otros clubes de fútbol van al banco es para pedir créditos, nosotros vamos a dejar dinero”, presume el presidente del Bayern, Uli Hoeness. El club bávaro, cuatro veces campeón de Europa entre 1974 y 2001, simboliza mejor que ningún otro el modelo sostenible que adoptó la Bundesliga alemana, el fútbol más justo entre las ligas más importantes de Europa. Y frente al fairplay económico que planea poner en órbita la UEFA en los próximos años, el fútbol alemán se posiciona de manera óptima para intentar ganar títulos en continuado.
Hoeness es el presidente del Bayern, pero no el dueño, como Roman Abramovich en el Chelsea; en Alemania, ningún individuo puede ser propietario del paquete accionario mayoritario de un club. El 84 por ciento del club bávaro está en manos de aproximadamente 130 mil hinchas, que son socios-propietarios del club; el resto pertenece a Adidas y a la Audi. Hace 19 años que no da pérdidas, y en el último ejercicio facturó 350 millones de euros, con una reserva de casi 130 millones en efectivo, que le permitirá salir a la búsqueda de buenos refuerzos para la siguiente temporada.
Aunque están convencidos de que mañana serán campeones de Europa por quinta ocasión, en la final que se jugará en su estadio –designado como sede del encuentro decisivo antes de que la pelota comenzara a rodar un año atrás–, los hinchas-socios (que pagan entradas en la Bundesliga aproximadamente el 40 ciento más baratas que lo que cuestan en la Premier League) piden esos refuerzos. Durante las dos últimas ediciones de la Bundesliga quedaron detrás del Borussia Dortmund y en la última temporada, la de resultados financieros tan brillantes, no pescaron un solo título.
Casos como el del Bayern y otros clubes alemanes son calurosamente respaldados por la UEFA, que intenta ponerle un límite al desequilibrio entre gastos e ingresos de, principalmente, los clubes españoles e ingleses. Que Real Madrid y Barcelona le hayan sacado 39 y 30 puntos, respectivamente, al tercero Valencia, o que el Manchester City y el United amasaran una ventaja de 19 puntos sobre el Arsenal, no es casualidad; la diferencia futbolística es fruto de una ilimitada inversión.
El pase más caro concretado por el Bayern Munich en los últimos años fue el de Mario Gómez, su goleador, por el que pagó 35 millones de euros en 2009 al Stuttgart, bastante menos que los 94 millones que Cristiano Ronaldo le costó al Real Madrid o los 50 millones que el Chelsea desembolsó por Fernando Torres. Lo que gasta en salarios es menos de la mitad de lo que le ingresa; en el Manchester City, en el que Carlos Tevez es uno de los jugadores mejor pagos (310 mil euros a la semana), los salarios, en cambio, superan un 7 por ciento a los ingresos.
El Chelsea, que llega a la final de la Champions, pero que terminó la premier en el sexto lugar, presentó un balance negativo de 97 millones de euros, en su último ejercicio, menos de la mitad que lo que perdió el City o la tercera parte del rojo de los Diablos Rojos del United.
Dueño de una fortuna estimada en 10 mil millones de euros, Abramovich pagó en 2003 170 millones por la propiedad del Chelsea. “Quiero hacer a este equipo campeón de Europa”, dijo. En 2008 tropezó en la final. Vuelve a ella cuatro años después. En el recorrido de casi una década extendió sus gastos hasta superar los 1200 millones de euros y aún así depende de un resultado deportivo para alcanzar su objetivo.
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