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El público en la Bombonera estaba eufórico y se preparaba para una fiesta bien copera, esas a las que el club se acostumbró de la mano de Carlos Bianchi, más allá de que el presente se encuentre lejos de aquel idilio. Los uruguayos de Nacional también aportaban lo suyo, con la tribuna alta del arco que da al Riachuelo prácticamente llena y sus banderas tricolores flameando de un lado al otro. El duelo dialéctico entre las hinchadas explotó junto con los fuegos artificiales con los que Boca recibió a sus jugadores.

Los hinchas que le habían dado la bienvenida a la Copa a Juan Román Riquelme, emblema y capitán del equipo xeneize, tres veces ganador del certamen (2000, 2001 y 2007) y finalista el año pasado, no dejaron de alentar durante todo el partido, pese a que lo que entregaba el equipo era poco y la sensación de impotencia era muchísimo más.

Pero más allá del resultado, la fiesta había perdido su brillo antes de empezar. Cuando una pelea interna entre barrabravas de Boca –de la facción que lidera Mauro Martín (quien se encuentra preso, imputado en una causa por homicidio en riña de un vecino de su cuñado), y su segundo en el mando, Maxi Mazzaro (prófugo de la Justicia por la misma causa)–, en las cercanías del estadio de básquetbol, La Bombonerita, dejó como saldo un herido de arma blanca.

Preocupa, por supuesto, este incidente porque se suma a la ola de violencia barrabrava que ya había tenido a Boca como protagonista, cuando durante el torneo Inicial se balearon los bandos liderados por Rafael Di Zeo (sucesor de José “El Abuelo” Barrita) y Martín, herido de bala en la trifulca que tuvo como escenario la autopista que une Santa Fe y Rosario; violencia que ha recrudecido en los últimos días con la balacera entre hinchas de Tigre (un muerto y varios heridos de bala), a la que se le sumó otra balacera en el Bosque de La Plata entre barras de Gimnasia (un muerto y un menor herido de bala) también por cuestiones internas y la balacera que protagonizaron el último miércoles en San Juan las barras de Huracán y Morón (ocho heridos de bala). Salvo esta última, las otras se trataron de disputas internas por el dinero y las entradas que los dirigentes les entregan a los barras para comprar quién sabe qué favores.