Viernes, 1 de abril de 2016 | Hoy
DEPORTES › DIALOGO CON LA POLIFACETICA CLAUDIA AMURA, PRIMERA GM IBEROAMERICANA
Ganó siete sudamericanos y cinco campeonatos argentinos, fue ocho veces representante olímpica. Actualmente es secretaria de Deportes de San Luis y en esta entrevista exclusiva anuncia su retiro.
Por Pablo Mocca
Como jugadora, como educadora y como gestora marcó un antes y un después en la historia del ajedrez argentino y sudamericano. Fue la primera Gran Maestro Femenina iberoamericana, llegó a ser primera en el ranking de América y 12 del mundo. Ganó siete sudamericanos y cinco campeonatos argentinos femeninos, fue ocho veces representante olímpica y enfrentó a varios campeones mundiales. Desde 2005, lideró un programa de ajedrez muy exitoso en la provincia de San Luis, donde en diciembre pasado asumió como Secretaria de Deportes.
–Como profesional, se alejó y volvió al ajedrez muchas veces. ¿Cuál es su situación actual?
–Estoy retirada y es la primera vez en mi vida que lo anuncio públicamente. Incluso cuando estuve con las Hermanas Mercedarias, que fueron seis meses, comuniqué que dejaba mi trabajo en el diario La Nación, pero no que dejaba el ajedrez. Al haber asumido el cargo de secretaria de Deportes en San Luis me veo obligada a renunciar al equipo olímpico para cumplir esta función. Ya hablé con la Federación Argentina de Ajedrez para que pueda ocupar la plaza quien le corresponda por ranking y para que Marisa Zuriel, que es la número dos al estar yo retirada, pueda entrenarse a conciencia.
–¿Le resulta difícil renunciar al ajedrez competitivo teniendo tantos logros deportivos?
–A mí siempre me gustó el trabajo público. Me gusta mucho la política. En San Luis he estado diez años dirigiendo el programa de ajedrez de la Universidad de la Punta, siete de ellos como funcionaria. Desde que me vine con toda mi familia, porque había surgido la posibilidad de trabajar en el mundial de Potrero de los Funes y desarrollar este programa, fue para mí cumplir un sueño. Todo lo que anteriormente había hecho gratis, a pulmón, ahora el Estado lo pagaba. Ahora había familias que podían vivir de eso, de enseñar ajedrez, y darse ese lujo que yo no me pude dar nunca. Yo trabajo políticamente con acciones, no tanto con el movimiento partidario, pero sí mucho con el trabajo específico. Fui cumpliendo mi sueño y llegué hasta aquí. Nunca lo sentí como que “dejé de hacer” algo, pero me costó porque la gente quiere que siga jugando. No me fue tan mal últimamente: gané el campeonato argentino hace dos años, después gané un torneo muy importante en Mendoza con cinco grandes maestros, vencí a cuatro de ellos y empaté con Pablo Ricardi. La gente sueña con que sea la mejor, que le gane a Carolina Luján, pero eso no es fácil porque yo ya no soy la de mis 20 años.
–Quienes la consideran una referente del ajedrez femenino ya comenzaron a conocer sus logros en la gestión pública ¿Cómo se dio el giro entre la Claudia jugadora y la organizadora, la transición entre lo individual y lo colectivo?
–Creo que el proceso se dio desde la adolescencia. Mi padre tuvo siempre un mismo discurso: “Si lo que vos hacés no sirve a los demás, no sirve”. El ajedrez es muy individualista: siempre pensás en vos, siempre competís para vos. Cuando termina tu carrera, estás vos solo. Pero el concepto de mi padre se grabó muy fuerte en mí, desde muy chica, con 15 años. Yo tenía una amistad muy grande con Elisa Maggiolo y con Huguito Spangenberg, que entonces tendrían 10 u 11 años y venían a entrenar a casa. Tuve muchos alumnos que también por ahí se instalaban en mi casa, se quedaban a vivir. Empecé a trabajar con la docencia a los 16 o 17 años en la Municipalidad de Dolores, en la provincia de Buenos Aires. Viajaba todos los jueves en colectivo, estaba allá el viernes y el sábado y después me volvía a la noche con mi papá. También armamos una escuelita de ajedrez junto con Marina Rizzo y Marcelo Reides. Empezamos a hacer canciones, la música, la letra, y juntos fuimos diseñando lo que era enseñar ajedrez a partir de los 3, 4 años de edad. Paralelamente jugaba al ajedrez, me retiraba, volvía... por diferentes circunstancias y también por mis eternas luchas con la FADA. Después me fui a vivir a Merlo, San Luis, inicialmente por un panamericano de ajedrez. Pero tenía 20 años y me aburría porque todos los jóvenes estaban estudiando en Córdoba, así que me puse a enseñar gratis en una escuela y empecé también a hacer periodismo, a escribir. Primero sólo entrevistas de ajedrez, después en Página/12, en La Nación, en diarios de otras provincias, como Santiago del Estero. Siempre hice algo más allá de lo estrictamente deportivo, siempre fui una trabajadora, por eso no sufrí tanto cuando cambié.
–¿Cuál es su balance del programa de ajedrez en San Luis?
–Se hizo un trabajo único. Obviamente no sólo por mí, sino por todo un equipo de más de 70 personas en los últimos años. El ajedrez en la provincia explotó con el mundial del 2005 y hoy juega la mitad de la población. Es decir que doscientas mil personas fueron impactadas por el programa de ajedrez. Acá ponés un tablero y la gente sabe jugar. Ésa es la historia que estamos contando. Para mí no es fácil, porque hay muchas cosas que se deben dejar de lado; prioridades que yo antes tenía, como el ajedrez o incluso la familia. No hay fines de semana, no hay feriados, no hay vacaciones. Pero si fuiste seleccionado, por algo será. Ahora hay que hacer las cosas bien para llegar con el ajedrez a toda la provincia; que sea inclusivo en todos lados, no sólo en dos ciudades importantes. Ése es el nuevo desafío que tiene el programa, que ahora quedó a cargo del gran maestro Pablo Ricardi, después de mi asunción en la Secretaría.
–¿Cuáles fueron las claves para conseguir esos resultados?
–No es que seamos muy genios: hay una política de Estado. Los ejes del programa siempre fueron cuatro. Es decir, más allá del trabajo y de los logros que se consiguieron en el ajedrez de alto rendimiento y en el escolar, el programa se desarrolló también mucho en el eje social, que incluye a la población carcelaria, el ajedrez de verano, la práctica con ciegos, sordomudos, con los abuelos -que vinieron incluso desde Buenos Aires- y con jardines de infantes. En cuanto al trabajo de promoción del ajedrez, hacemos diferentes eventos, como lo hace Ajedrecear a nivel nacional. El cuarto eje, que es clave para nosotros, es el digital. Acá las distancias son muy grandes y tenés que trasladar a los equipos, los niños y todo por la ruta. En cambio, con una antena, de norte a sur y de este a oeste cualquier chico puede participar. Uno de los trabajos más lindos que pude disfrutar fue un evento que se llamaba Educadrez, que era en las escuelas rurales del interior. Los chicos tenían que resolver problemas de ajedrez, jugar partidas de ajedrez y a su vez investigar sobre la escuela rival, desde cómo vivían hasta cuáles eran las plantas del lugar. De esta forma incluís y enseñás nuevas herramientas. En la provincia hay poblaciones de ranqueles y huarpes, que hablan su propio idioma, viven en sus comunidades originarias y desde ahí aprendieron ajedrez y hasta jugaron con chicos de otros países. Se demostró que todo esto se puede hacer y que no cuesta dinero, que es sólo trabajo.
–En el país coexisten diversas instancias y niveles de gestión del ajedrez: lo federativo, lo educativo, lo social y cultural, junto a programas municipales, provinciales y nacionales. ¿Existe alguna forma de articular esos trabajos?
–A nivel país hay una fractura, tanto en lo federado como en el ajedrez escolar. Cuando hacíamos las reuniones nacionales de escolar, había individualidades y trabajos de coordinadores muy buenos en varias provincias, que con muy poco o casi nada hicieron mucho; pero, a veces, la gente de cada lugar recibe apoyos y los personalizan, los utilizan de manera mezquina. Najdorf una vez me dijo, cuando yo tanto me quejaba de la dirigencia por los problemas que tuve que pasar como deportista: “No te olvides de que los dirigentes pasan, nadie se acuerda de ellos, y que los ajedrecistas quedan”. Lo cierto es que no hemos sido federales con las actividades y por eso se desarrolló muy poco el ajedrez a nivel país. Pero yo noto un avance. Por ejemplo, desde la Secretaría de Deporte de la Nación se creó un grupo de Whatsapp, donde todos nos contestamos y ayudamos. Y eso es un cambio importante. Tenemos que empezar a hablarnos. Mi color político más o menos se conoce: mi padre era radical, yo soy peronista, pero me hablo con todos los dirigentes políticos. Yo soy de Boca a muerte y me tuve que asociar a River para tomar clases. Hay que pensar en trabajar en comunidad, porque si los esfuerzos no se juntan salimos perdiendo todos.
–En su carrera tuvo varios problemas con la FADA e incluso alguna vez se rumoreó que quería postularse para presidirla. ¿Cómo es su relación actualmente?
–No puedo decir que la relación sea mala, pero no es de ida y vuelta. Siempre fue de ida. En la provincia me decían: “¿Cómo puede ser que para los campeonatos argentinos femeninos en Buenos Aires, o en otros lados, haya que pagar todo, la estadía, la comida, pero cuando vienen a San Luis les tenemos que pagar hasta el viaje a los que vienen?”. Yo me quise postular para hacer el campeonato del mundo y ni les importó. Pero no hablo de esta gestión, hablo en general. Saben que conmigo los negocios no van; creo que es una de las características por la cuales me llamaron a ocupar este cargo. Mi padre era un diputado muy honesto y pasó una vida muy pobre al dejar su banca y yo no voy a ser menos. No voy a ser pobre, pero tampoco me voy a enriquecer del Estado. Somos la clase media y punto. En cuanto a la posibilidad de ser presidenta de la FADA, en un momento Carolina (Luján) y los mismos chicos del equipo olímpico me insistieron para que me presente. Si hubiese tenido la oportunidad, seguramente lo hacía. De hecho, integraba la comisión como para participar de la elección, pero yo ya tenía a cargo el programa provincial y como desafiliaron a la Federación de San Luis nos dejaron sin voto, sin entidad a la cual representar y con la cual presentarse. Hoy no tengo en mente ocupar ese lugar; me parece que la gente tiene lo que se merece y que esto es lo que nos merecemos por no estar unidos.
–Escribió regularmente para La Nación y para Página/12. ¿Qué rol cumple la presencia del ajedrez en los medios para la difusión del juego?
–Mi padre siempre dijo que el ajedrez, en Argentina, es el segundo deporte practicado después del fútbol. Esto es así desde hace muchos años, porque fuimos sedes de mundiales, de olimpiadas. Vino Fischer y cautivó al país. Realmente hay una cultura ajedrecística. José Copié hizo unos libros muy lindos contando toda la historia del ajedrez argentino. Creo que van cuatro volúmenes. Pero además hay otra gente que estuvo trabajando. Sergio Negri y Enrique Arguiñariz, por ejemplo, han estado contando la historia de los equipos olímpicos argentinos. En los diarios, algunos medios nacionales tenían antes una columna permanente de ajedrez. Hoy, en algunos medios a veces salen dos líneas y es como que te hacen el favor de publicar. Así no va a crecer la actividad. Hay que tratar de generar esa conciencia. Antes, al ajedrez lo cubrían la televisión, las radios. Yo jugué un match con Oscar Panno y lo transmitía Víctor Hugo Morales por la radio, en vivo. Se fueron perdiendo esos espacios que no fuimos capaces cuidar los ajedrecistas, los dirigentes. Las dos veces que me tocó ser portada de Clarín fue porque tuve el accidente de auto y porque me fui con las Hermanas al convento. Pero no es por un medio en particular, en otros medios pasó lo mismo: la noticia importante es ésa y no la deportiva. Realmente le agradezco a Página/12 que siga manteniendo espacios para el ajedrez, porque se lee muchísimo y porque a la gente le interesa.
–Dijo que le molestó mucho la cobertura que tuvo su retiro al convento. ¿Qué reflexión hace sobre esa experiencia a más de 20 años?
–Yo creo que en la vida uno elige lo que le parece en el momento en que lo elige y no me arrepiento de nada de lo que hice. Todo lo contrario, me ayudó mucho y me ayuda en mi vida actual. De hecho, en el caso de las Hermanas creo que estaría mucho más tranquila ahí que acá. Soy una persona de mucha fe. Católica practicante, de ir a misa seguido. Todos los domingos. No falto. De compartir lo mío con los demás y de tratar de trabajar desde la mirada de la fe, también.
–¿Cómo fue aquel match histórico con Panno, en el que por primera vez en Argentina disputaron hombre y mujer en condiciones competitivas?
–No lo reconocemos porque siempre hablamos de Najdorf, pero Panno es el mejor ajedrecista nacido en Argentina. De los maestros actuales, de los que están vivos, es el que más escuela hizo. Desde muy chica yo veía su generosidad. Generalmente no hay generosidad en el ajedrez, siempre se guardan algo, pero él siempre fue muy generoso. El match por el título del Club Argentino fue bastante mediático, como la peleas de box, y se generó mucha cuestión externa al partido. Hacía 36 años que él era campeón argentino y yo, siendo su alumna, sentía que llegar ahí era un privilegio. Pero la gente quería que le ganara. Arranqué ganando las dos primeras partidas, jugando a un gran nivel, y cometí un error grave: en la tercera partida, me dio lástima. Pensé: “No le puedo ganar 3 a 0 a Panno”. Cuando terminamos, me miró muy enojado y me dijo: “Es una vergüenza que me haya dado tablas esta posición”. A partir de ahí, me ganó cuatro partidas seguidas y se acabó el match. Fue una gran lección. La última que me dio, porque después ya no fui su alumna.
–¿Cómo fue desarrollarse y trascender en un ambiente históricamente caracterizado por una supremacía masculina?
–Creo que fui abanderada de la parte femenina. Fui la primera mujer en ganar un campeonato con hombres en Argentina, a los 13 años. En un medio salió: “Las nenitas fueron mejores que los varoncitos”. Todos querían que perdiera y, cuando ganaba, se burlaban del que perdía. Recuerdo un campeonato argentino, en Misiones, en el que yo era la única mujer: 300 hombres y yo. Mi papá iba al baño, sacaba a todos los hombres y esperaba a que saliera el último para que entrara yo. Era bastante complejo. Creo que la lucha que hay que dar es para que haya igualdad de oportunidades, ni mejores ni peores. Y para eso tiene que haber igualdad de participación. Pero una nota que los árbitros son hombres, los dirigentes son hombres, los entrenadores hombres, y es como que sos un bicho raro. En Rusia o China hay entrenadoras mujeres, se da un mensaje diferente. En Argentina estamos a años luz de lograr todo esto porque hay un abandono total del ajedrez femenino. Te pagan muy poco por jugar. Si es difícil para los hombres ser profesional, ¡cuanto más para las mujeres!
–Carolina Luján es, indudablemente, otro ejemplo de mujer ajedrecista que compite de igual a igual con los hombres. ¿Cuál es su visión sobre ella y del resto de las mejores jugadoras del ranking argentino?
–Siempre que hablo de Carolina me acuerdo cuando fue a pedir plata a un canal de televisión porque ella, Cinthia Primavera y no me acuerdo cuántas más no podían venir a un campeonato de menores porque la Federación no les pagaba. Me parece increíble que en toda la historia del ajedrez argentino sólo seamos dos grandes maestras, los dirigentes tendrían que reflexionar sobre esto. A Carolina le falta una norma de gran maestro de hombres y prácticamente no le generan nunca un torneo para que ella se haga gran maestro. Yo había hecho la propuesta de que la mejor jugadora argentina tenga derecho a jugar siempre la final de campeonato argentino de hombres, pero quedó en la nada. Con Carolina hemos sido las dos mejores en Argentina, sin desmerecer a las otras chicas que también optaron por jugar con hombres. Marisa Zuriel, sobre todo, o Ayelén Martínez y Florencia Fernández, de la última camada, o Virginia Justo en su momento. Las que hemos llegado lejos hemos jugado con hombres y les hemos ganado. Con Carolina vivimos cosas en común. Por ejemplo, cuando perdíamos con cualquier mujer era noticia. Estamos expuestas y a veces se sufre eso en los torneos. Yo no siento que compita con ninguna de las ajedrecistas, saben que quiero que surjan. Creo que las chicas del actual equipo olímpico tienen que soñar y tratar de ser grandes maestras, y que Guadalupe Besso, una chica con talento, que trabaja mucho y sólo tiene 17 años, con apoyo también puede llegar.
–En sus inicios, ¿tuvo alguna referencia deportiva femenina en la cual apoyarse?
–Recuerdo haber ido en el año 1978 a la cancha de River a ver la olimpiada. Me acuerdo que fui con mi padre, aficionado al ajedrez, y estaba Pia Cramling, de la cual soy muy amiga, y estaba Maia Chiburdanidze, que tendría 15 años en esa época y era la campeona del mundo. Había glorias del ajedrez femenino mundial. La otra era Nona Gaprindashvili... Hubo grandes referentes. Entre ellas Judit Polgar -las hermanas Polgar son grandes amigas mías-, que es realmente un ser excepcional, brillante. Creo que es la mujer más brillante del mundo. No sólo es ajedrecista, tiene muchas facetas, igual que su hermana Susan; y también Sofía, con la que tuve menos trato. Son ejemplos de mujeres que se han impuesto en este mundo de hombres y que también pudieron lograr su vida familiar. Siempre lo comento con Gilberto: somos bichos raros por haber formado una familia que esté entera. Nosotros compartimos mucho con nuestros hijos, a pesar de los viajes, la distancia, de separaciones por diferentes circunstancias. El ajedrez no es estable. Vivimos en México, vivimos en España, vivimos en Argentina, nos mudamos a San Luis. Hubo muchas mujeres que han tenido esas facetas que te menciono. Hay otras prioridades en la vida.
Solución del problema #15: 1... h4+! 2.Rxh4 (obligada, ya que si no pierde la dama) Tb8! y la partida está igualada. Si 3.Txb8 Dxh3+! 4.Rxh3 y tablas por ahogado.
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