Viernes, 30 de septiembre de 2016 | Hoy
DEPORTES › OPINION
Por Gustavo Veiga
La camiseta es un disfraz –o una excusa– para la mafia. Siempre lo fue. Esta vez se trató de la que vive del saqueo en Newelll’s. Pasó por la sede, arrojó una granada contra una puerta (la cuatro), rompió vidrios y siguió su camino en un Peugeot 408 blanco que quedó identificado. Como la mala policía rosarina que usa también el uniforme como disfraz, la barra brava del club del Parque Independencia necesita ese tipo de cobertura para operar. Sin esa relación prefabricada con los colores –interesada y con la pasión adulterada– no habría negocio posible. La gama de oportunidades que presenta es muy vasta: la extorsión a dirigentes, técnico y jugadores; la reventa de entradas, la comercialización de cualquier objeto en las inmediaciones del estadio y el narcotráfico como renta paralela. Hay más ingresos ilícitos, pero mencionamos un puñado.
Tratándose de Rosario, la analogía es casi inevitable con Chicho Grande, la mafia en sus comienzos –durante la década de 1910– y el mote de la Chicago argentina que le quedó para siempre. Pasó un siglo de aquella aparición del clan italiano liderado por Juan Galiffi. En 1916 empezaron a aparecer en la prensa de la ciudad noticias sobre ese grupo. Por ejemplo, se informaba sobre el atentado sufrido por el almacenero Félix Rioja en la puerta de su negocio. La mafia extorsionaba a comerciantes como él. Igual que ahora. La diferencia notable es que, cien años después, la mafia viste la camiseta de un equipo de fútbol.
Es aquí donde proponemos detenernos en el significado de la palabra mafia. Una búsqueda a vuelo rasante nos da dos representaciones. La consabida “organización clandestina de criminales nacida en Sicilia que ejerce su poder mediante el chantaje, la violencia y el crimen”, con la aclaración de que “la mafia se originó en Italia pero está muy extendida en Estados Unidos de América”. Va de suyo. Pero también se la define como la “organización clandestina de criminales que intenta conseguir el monopolio de sus actividades delictivas en una zona”. En este caso, Rosario, y más específicamente uno de sus dos clubes más populares.
Con el fútbol como coartada y actividad repleta de oportunidades –tenía razón un ex Newell’s como Jorge Valdano cuando decía que es “generoso” en su sentido más amplio–, la barra o la mafia va por más que unas cuantas prebendas. Ya demostró que no ahorrará recursos ni ataques como el que provocó contra la sede del club con una granada española, conocida como EAM 5. Fue a las 20.55 del martes. No había nadie en ese momento en la puerta. Está claro que no hubo heridos ni un muerto de milagro. ¿Alguien se hará cargo de que este hecho no termine en una estadística más?
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