DEPORTES › LA SELECCION JUEGA CON BRASIL LA
FINAL DE LA COPA CONFEDERACIONES EN ALEMANIA
Y que gane el mejor (o sea, la Argentina)
Es el segundo superclásico sudamericano en el mes, pero puede darle al seleccionado su primer título en 12 años, desde la Copa América de 1993. Pekerman no confirmó el equipo; los jugadores arrastran el agotamiento, pero los brasileños tampoco hablan de revancha. A las 15.45 se detiene el continente.
Por Sebastián Fest
Desde Francfort
Es quizás el mejor regalo que se le puede hacer a un amante del fútbol, es el partido que paraliza a dos países y a cientos de millones de espectadores en todo un planeta. Es un Brasil-Argentina con aires de doble revancha. “No existe motivación más grande que jugar una final, y que sea ante Argentina sólo puede aumentar esa motivación”, asegura Ronaldinho, la máxima estrella brasileña. “Una final contra Brasil compensa cualquier cansancio: estas finales se ganan con el corazón”, sostiene Juan Pablo Sorin, el incombustible capitán argentino.
Hablan de la final de la Copa Confederaciones, una final que por prestigio y atractivo sitúa en la atención de medio mundo el cierre de un torneo que sirvió de ensayo general para el Mundial del año próximo.
Detrás del duelo hay tanta historia, tantos recovecos de pasión, de alegrías y de lágrimas. Pero los 43.324 espectadores en el Waldstadion de Francfort verán a un ramillete de agotadas estrellas.
La Argentina, que se mueve al impulso de un centro del campo en el que Juan Riquelme es el hombre-emblema, apoyado por Sorin y Esteban Cambiasso, se enfrenta a Brasil, encarnado en el “cuarteto mágico” de Kaká, Ronaldinho, Robinho y Adriano. Estrellas agotadas, porque todos vienen de durísimas temporadas, porque la Copa Confederaciones fue en sí misma desgastante –cinco partidos en 14 días– y porque a ninguno de los dos el camino le resultó sencillo.
La web oficial de la FIFA apeló a la estadística para demostrar por qué Ronaldinho y Riquelme son figuras de la Copa Confederaciones. El argentino hizo un total de 338 pases en cuatro partidos, 68 más que el si-guiente jugador, que fue Ronaldinho. Ninguno fue tan efectivo con sus pases como Riquelme, ya que 283 de esas pelotas llegaron al destinatario correcto, casi un 85 por ciento de efectividad. Como dijo el mediocampista alemán Sebastian Deisler: “Riquelme jugó fantástico ante nosotros, pese a que no corrió una sola vez”. Ambos son estandartes del fútbol ofensivo, pero sobre todo jugadores insustituibles.
Porque el fútbol, sostenido muchas veces sobre intangibles como el alma, la entrega o la pasión, está del lado de dos equipos que suman siete títulos mundiales (sobre 17 disputados) y cuyos caminos suelen cruzarse cada vez que hay algo importante en juego.
Por eso se habla de revancha. Los brasileños de Parreira tratarán de olvidar el 3-1 que les propinó hace tres semanas el equipo de Pekerman en Buenos Aires e insisten en un recuerdo mucho más ventajoso: el de la dolorosa derrota argentina por penales ante Brasil en la final de la Copa América hace menos de un año.
¿Qué se verá en la cancha? Parreira quiere quitarle espacios a la Argentina y los albicelestes, controlar la pelota para contener el notable potencial ofensivo de su rival. Pero les será complejo repetir en la húmeda y veraniega Alemania la actuación de hace tres semanas en la invernal Argentina. “El calor hará más difícil que repitan la marca de Buenos Aires”, cree Kaká, que también tiene en cuenta el desgaste argentino ante México: “Ellos realizaron un partido emocional y físico”.
“Sí, en lo físico llegábamos mejor hace tres semanas”, admite Cambiasso. “Pero esto es una final y un clásico. Si se suman esas dos cosas, el desgaste se va.”
Más allá del entusiasmo argentino, Pekerman tendrá que trabajar duro para que su equipo entre en condiciones a la cancha. Riquelme, Sorin, Santana y Heinze son los más golpeados y cansados. Los cuatro fueron fundamentales para Pekerman en los últimos partidos y los cuatro pasaron horas en regeneración e hidroterapia para llegar al partido con las fuerzas que aún les queden.
Porque hay que ganar, dice Cambiasso. “Cuando se llega a una final, Argentina y Brasil no tienen otra alternativa que ganar.” Brasil piensa hacerlo a su manera. “Jugaré con el corazón en la punta de los botines”, asegura Kaká. Una imagen más para el partido de los sueños.