Miércoles, 15 de abril de 2009 | Hoy
DEPORTES › OPINIóN
Por Gustavo Veiga
No importa cuál sea el motivo porque siempre hay uno. Los malos resultados primero, las camarillas, un tiro en el palo que cambia el desenlace de un partido o las promesas incumplidas de los dirigentes. Puede ser cualquiera de esas razones o pueden ser todas juntas. Un técnico se transforma en deso-cupado con una rapidez pasmosa, como si el oficio viviera la peor época de recesión, como si los profesionales del rubro hicieran largas colas para buscar trabajo en las puertas de los clubes (no, nada de eso). Nada que ver. Ya lo decía Dante Panzeri: el fútbol tiene problemas por abundancia y no por escasez.
Reinaldo Merlo acaba de renunciar a Central y es el octavo entrenador que abandona el banco en nueve fechas (la metáfora del capitán y el barco también es tentadora). Como si hubieran salido de la canción “Ojo con los Orozco”, de León Gieco, ocho técnicos menos tiene el actual campeonato. A un promedio de casi uno por fin de semana. Un síntoma claro del estrés que vive el fútbol doméstico.
No son Pocho, Toto, Cholo, Tom, Moncho, Rodolfo, Otto y Pololo, los Orozco del creativo tema de León. Son Gustavo Alfaro (Central), Juan Llop (Racing), Leonardo Astrada (Estudiantes), Omar Labruna (Gimnasia de Jujuy), Miguel Santoro (Independiente), Jorge Burruchaga (Banfield), Miguel Russo (San Lorenzo), y ahora Merlo (de nuevo en Central).
En Rosario circulan dos o tres versiones sobre su renuncia. Pero la más creíble de todas es que no tenía plafond entre los jugadores, ni confiaba en ellos. La relación de mala onda futbolística era recíproca. Ezequiel González, uno de los históricos del plantel, le había dado un mazazo a la credibilidad de Mostaza cuando dijo que prefería más el estilo de técnicos como Angel Cappa o Diego Cocca. Un ataque directo al ego del entrenador.
Merlo esperó a última hora del lunes para anunciarles su decisión a los dirigentes, aunque ya la tenía tomada –cuentan– desde antes del partido con Racing. No gozaba de demasiado respaldo en el grupo, como tampoco tenía un interlocutor válido en la comisión directiva con quien poder hablar de igual a igual sobre fútbol. El presidente Horacio Usandizaga había delegado ese papel en su hijo Manuel, un joven abogado de 27 años a quien le interesa más el teatro que el deporte que hizo grande a Central.
Ahora suena fuerte el apellido de Russo –un viejo conocido– para reemplazar a Mostaza. Pero, ¿irá? ¿Asimilará tan rápido su traumática salida de San Lorenzo? Todo indica que es posible. Que los técnicos, como en el tango de Discépolo, viven “revolcaos en un merengue y en un mismo lodo todos manoseaos”. Y que son tipos que resisten bien el estrés, porque reinciden con facilidad en esa locura que gobierna todo.
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