Sábado, 12 de junio de 2010 | Hoy
DEPORTES › OPINIóN
Por Washington Uranga
“Déjà-vu” dirán los franceses. En criollo: “Otra vez sopa”. Está escrito que en los mundiales, Francia y Uruguay no pueden hacer sino partidos aburridos. En el 2002 fue en Busan, que queda casi tan lejos como Ciudad del Cabo. Al fin de cuentas, para verlo por televisión es más o menos lo mismo. En Corea-Japón el encuentro fue titulado previamente como “el partido de la muerte”. En Sudáfrica los dos están en el “grupo de la muerte”. Y en realidad, en ambos casos existe parte de razón: por lo menos cuando se juntan franceses y uruguayos sólo aportan a la muerte... del fútbol. Pocas ideas, mucho temor y arcos casi inexistentes. Hasta se repitieron algunas caras. En Uruguay estaban Sebastián Abreu y Diego Forlán, que no llegó a ingresar en aquel juego. En Francia Thierry Henry... ese “viejito” tramposo que ahora con la mano le dio la clasificación a Francia y que en el 2002 se fue expulsado porque así lo decidió el juez mexicano Felipe Ramos; una ayudita que los orientales no aprovecharon. Ahora fue el japonés Yuichi Nishimura quien determinó que se fuera el chiquito uruguayo Nicolás Lodeiro. Seguro que el japonés no encontró traducción para la “garra charrúa” y por eso no pudo comprender la jugada del botija que tenía tantas ganas de jugar que hizo todo... mal... para irse en diez minutos. Los franceses tampoco aprovecharon. Distinto pero parecido. Igualmente aburrido. Ahora como entonces: no da para la muerte... pero sí para un sueño profundo. Siempre, y con la sola diferencia de las abultadas cotizaciones de los protagonistas, Francia–Uruguay es un espectáculo muy parecido al antiguo Ferro-Platense luchando ambos por no descender y con inevitable destino de 0 a 0. ¡Ah! Los otros dos del “grupo de la muerte”, mexicanos y sudafricanos, por ahora tampoco invitan a abandonar la siesta.
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