En marzo de 2010, la presencia narco obligó a suspender seis partidos de la Tercera División mexicana, una especie de Primera B argentina, en estados dominados por los carteles. Los estándares de violencia narco en nuestro país están muy lejos de los mexicanos o de los colombianos en la década del ’80. No dan para frenar el fútbol. Pero aquí, muchos futbolistas o directores técnicos que pasaron por el fútbol azteca seguramente deben recordar alguna anécdota sobre ese poder que todo lo invade. A la lista de posibles testigos podría agregarse Carlos Ahumada Kurtz, empresario argentino-mexicano que gerenció sin suceso los clubes Santos Laguna y León y que ahora controla Juventud Universitaria Unida de San Luis, después de pasar con más pena que gloria por Talleres de Córdoba. Este polémico personaje vivió 32 años en México, pagó las coimas del caso, que en ese país se conoció como los Videoescándalos y que le costó la carrera presidencial a Andrés López Obrador. Un hecho que confiesa en su libro Derecho de Réplica y que le valió el apodo de “Señor de los Sobornos”.

El comentarista deportivo de ESPN, José Ramón Hernández, denunció a fines de octubre de 2008 vínculos del narcotráfico con un puñado de clubes mexicanos y entrevistado por El Universal, dijo:

“... hay que tener mucho cuidado, lo hemos visto con Carlos Ahumada y lo hemos visto con otros equipos que pasan cosas...”. Ese mismo año, un cable de la agencia EFE que publicaron varios diarios extranjeros, titulado “La sombra del crimen organizado planea también sobre el fútbol mexicano”, mencionaba al mismo personaje: “La Liga mexicana también impidió la presencia en la Primera División del empresario argentino-mexicano Carlos Ahumada, cuando éste compró los equipos de Santos Laguna y León, que perdió tras verse involucrado en un escándalo de desvío de fondos”.