DIALOGOS › GERMAN REY, ESPECIALISTA EN LOS PROCESOS POLITICOS Y SOCIALES DE AMERICA LATINA

“El hormiguero no es suficiente para cambiar el bosque”

Es experto en política y comunicación, y doctor en psicología. Aquí, analiza el desafío de los nuevos gobiernos de la región y advierte sobre las restricciones de su juego. El papel de los movimientos sociales y sus limitaciones. Las nuevas tecnologías de la comunicación, las expresiones alternativas y las fronteras de sus posibilidades.

 Por Washington Uranga

–¿Cuáles son las claves de lectura de este momento político sudamericano?

–Hay líneas que se entrecruzan en lo político y en lo social. Después de los años de dictaduras y de gobiernos autoritarios surgieron sistemas democráticos que buscaban fortalecer su institucionalidad. Asistimos a una especie de utopía de las democracias factibles. También entendimos que las democracias son construcciones lentas con interacciones de muchas áreas de la vida social y que el fortalecimiento institucional es una tarea compleja. Nos enfrentamos a una participación diferente de la economía en la vida de las sociedades. Empezó a contrastar la democracia con las preocupaciones diarias y fatales de la economía. Lo que se exponía hasta hace muy poco era la hegemonía de un modelo económico muy determinado por el “consenso de Washington” y por las definiciones de los grandes centros de operación económica internacional (FMI, Banco Mundial, etc.). En muy poco tiempo se recompuso el mapa político, el de la economía y, por supuesto, el de la vida social y cultural. Por una parte emergieron y se consolidaron sistemas políticos que, dentro del espectro más tradicional, podríamos ubicar hacia la izquierda por su preocupación por los temas de redistribución, por las políticas de reconocimiento, preocupados ya no solamente por el crecimiento sino también por la Justicia y por los sectores más desfavorecidos. Esto está representado por la llegada al gobierno de Lula da Silva en Brasil, de Néstor Kirchner en Argentina, de Tabaré Vázquez en Uruguay, por Michelle Bachelet en Chile, por Evo Morales en Bolivia, por Hugo Chávez en Venezuela y probablemente por Andrés López Obrador en México.

–Pero existen evidentes diferencias entre las propuestas y hacia el interior de cada una de ellas.

–Sí. Pero lo interesante es la recomposición del mapa en un tiempo histórico muy breve cuando precisamente se estaban dando las tensiones entre el fortalecimiento de la institucionalidad democrática y las turbulencias del manejo económico de nuestros países. Parece que en nuestras realidades esta especie de revelaciones, de epifanías de carácter social y político, son mucho más rápidas, más fuertes que las que sufren los países en Europa que tienen tradiciones más consolidadas pero, quizás también por ello, con capacidades de riesgo menores. De todas maneras, el asunto sigue siendo el mismo. Estamos frente al desafío de conformar instituciones políticas, tejidos institucionales fuertes, sólidos, participativos y realmente democráticos. Y al mismo tiempo tenemos que resolver los problemas económicos, ligados no sólo al crecimiento, a la contención del déficit fiscal, a la posibilidad de insertarnos en economías globales, sino sobre todo a remediar los problemas de la pobreza, de la participación de los excluidos y de la resolución o por lo menos la disminución de las desigualdades. Yo observo sin demasiado optimismo este nuevo momento. Creo, sin embargo, que América latina ya ha tenido suficientes lecciones que facilitarán que los nuevos sistemas políticos encuentren caminos reales, viables y que respondan finalmente a las necesidades de la gente.

–¿Estas nuevas epifanías políticas, tal como usted las designa, tienen dentro de su horizonte la inclusión social? ¿Los modelos de desarrollo tienen en cuenta como objetivo prioritario la inclusión?

–Los países y los gobiernos están no solamente debajo de una espada de Damocles, sino con posibilidades de juego bastante restringidas y disminuidas. Esto quiere decir que finalmente en términos económicos los países pueden hacer hoy muy poco. Entre lo que pueden y deben hacer se cuentan asuntos tradicionales frente a los cuales las derechas gritan alborozadas y se preocupan menos.

–¿Por ejemplo?

–Son los temas referidos a los índices de crecimiento, al manejo de la inflación, a la contención del déficit fiscal, a la búsqueda de nuevos recursos a través de la reconsideración de las políticas tributarias, a hacer esfuerzos –no creo que suficientes– en torno de la problemática del empleo y a la reducción de los índices de desocupación que realmente son muy altos en algunos de estos países. Evidentemente las epifanías no podrían ser epifanías si no se plantearan temas que no estaban prioritariamente en la agenda económica de los países hace algunos años. Desde Lula a Kirchner, desde Chávez a Bachelet, hay esfuerzos diversos por tratar de buscar políticas inclusivas más que en el terreno económico, en el terreno social. La pregunta es si no se estará escribiendo con una mano –que no sé si será la zurda o la derecha– una economía de manual global, mientras que con la otra, la mano de la inversión social, se trata de borrar aquello que no es inclusivo en la espada de Damocles de la economía. Hay muchas discusiones acerca de si la política de lucha contra el hambre del presidente Lula, o todo el tema de las misiones educativas y misiones de salud del presidente Chávez, son efectivamente y al fondo políticas realmente inclusivas cuando en el escenario económico sus iniciativas políticas suelen ser bastante parecidas a las políticas que venían del pasado. Esa es quizás una gran disyuntiva en la que se va a jugar el futuro de las epifanías. Toda epifanía es finalmente una revelación y entonces queremos saber cuánto de revelación habrá en estas nuevas formas de gobierno. Yo debo decir que mi optimismo no es exagerado. –En estas epifanías políticas, ¿se están construyendo otros modelos de participación política?

–Las epifanías son revelaciones que se construyen. No nos llegan de una suerte de afuera, sino que de alguna manera históricamente las hacemos posibles. Si adoptamos esta figura de una epifanía que se construye, yo diría que hay lugares en el escenario social, político y cultural de América latina en donde se están generando experiencias, movimientos, de carácter civil y ciudadano muy interesantes. Desde los movimientos de las minorías en algunos países, hasta las luchas étnicas e indígenas que se involucran directamente en acciones de carácter político, pasando por experiencias de participación ciudadana, de transparencia, rendición de cuentas, de observación de las realidades sociales, económicas y políticas que viven nuestros países. Siento que si uno levanta esa especie de superficie que recubre la vida social y política latinoamericana, se encontraría aquello que Michel de Certau dijo para el caso de la cultura. El escribió que la cultura estaba en los márgenes pero, por otra parte, que la cultura es un hormiguero. Yo creo que en el palimpsesto de las realidades políticas, sociales y culturales latinoamericanas hay hormigueros, flujos de búsqueda de construcción de ciudadanía que están presentes en las experiencias de desarrollo local, en los intentos de incorporar la cultura con las prácticas políticas, en el tejido de las organizaciones civiles, que sabemos que es uno de los más amplios, de los más consistentes en el mundo. Me estoy refiriendo concretamente a la participación de las organizaciones no gubernamentales (ONG). Entonces no solamente podemos mirar que el hormiguero está conformado por diferentes escenarios donde se construye ciudadanía, sino también por la búsqueda de prácticas políticas que intentan configurar experiencias ciudadanas que apenas hace unas décadas no existían en América latina.

–¿Prácticas políticas que se ubican por fuera de las experiencias y de las instituciones políticas tradicionales?

–Sin duda. Que nos hacen un llamamiento, en primer lugar, acerca de la importancia que tienen las organizaciones políticas formales. Es decir, de la importancia que deberían tener y que no tienen en nuestros países –infortunadamente– los partidos políticos. Porque no creo que sea la negación de estas estructuras formales y tradicionales de la política la condición para la emergencia de un hormiguero de participación ciudadana. Lo ideal sería poder establecer una interacción entre esta nueva institucionalidad de la gestión política y el Estado. O como diría Norbert Lechner, una nueva figuración de los estados. Lechner ha dicho que en América latina tenemos estados demasiado grandes para las pequeñas cosas y demasiado pequeños para las grandes.

–¿Estas organizaciones emergentes logran realmente ejercer poder e incidir en la vida social y política?

–Mientras en el pasado los partidos políticos como organizaciones formales de gestión de la política tenían incidencia en la estructura y el funcionamiento del poder el Estado –critiquemos o no su gestión– la verdad es que ahora, mucho de este hormiguero logra transportar pequeñas hojas, pero no está alcanzando para mover el árbol. Me preocupa además que, a veces, este hormiguero esté marcado por lo transitorio, por lo episódico, por lo emocional, por la cooptación coyuntural del poder, pero no se haga parte de proyectos sociales más consolidados –evidentemente diversos– que lleven a enfrentar el poder y, sobre todo, a tratar de buscar nuevos rostros para ese poder. Quisiera pensar que ese ocurre porque nos pasan muchas cosas en muy poco tiempo, porque las cosas que nos pasan en la política o en la economía son demasiado grandes para el funcionamiento y para las posibilidades que tenemos de trabajar desde el Estado, desde la configuración de nuestras empresas privadas o de las organizaciones civiles. Quiero decir que América latina tiene tareas muy pesadas que, para las espaldas de las hormigas, pueden ser pavorosamente deprimentes y que no alcanzan de pronto a configurar salidas que signifiquen la existencia real de epifanías políticas.

–¿Esto mismo se da en la comunicación? ¿Existe un sistema masivo de comunicación alineado con el poder hegemónico que convive con pequeñas experiencias de comunicación que acompañan al hormiguero?

–En la comunicación sucede algo similar. No sé si es más dramático que en la política, pero es muy preocupante. Hay sistemas de comunicación que acompañan las lógicas de poder hegemónico. Y hay un hormiguero que trata de construir epifanías con pocas posibilidades todavía para mover el árbol, para continuar con la metáfora que he usado. Sin embargo, en la primera de las orillas, es decir, en el acompañamiento de un sistema de comunicación a las lógicas hegemónicas del poder, se están presentando reformulaciones, cambios, transformaciones. Uno, por ejemplo, es el ingreso de las tecnologías que empiezan a horadar algunas de las bases fundamentales del sistema comunicativo tradicional. No es para echar a volar las campanas y decir que Internet o las nuevas tecnologías están abriendo un nuevo momento para una democracia más participativa de carácter virtual y a la cual estarían conectados los ciudadanos. Esas campanas no las podemos echar a volar en América latina como las han echado a volar algunos en Europa o en Estados Unidos.

–¿Por qué?

–Por muchos motivos. En primer lugar por la composición del sistema comunicativo y por las posibilidades de acceso que tienen los ciudadanos latinoamericanos a las nuevas tecnologías que, sabemos, aún no es significativamente importante aunque lo será en el futuro. Esa es una entrada que me parece interesante, porque si bien no se genera la democracia, sí se puede generar una transformación de cierto tipo de rutina y de formas de funcionamiento del sistema comunicativo tradicional. Se empieza a transformar el predominio de ciertos productores simbólicos para abrir más las compuertas de la interacción en la construcción de la información. Todo esto confrontado por la realidad de la tecnología en América latina, por el acceso todavía diferenciado de sectores sociales, etc. Pero también en ese sistema comunicativo tradicional están sucediendocosas como un cambio en las confianzas y en la credibilidad institucional de los medios de comunicación tradicionales. Modificaciones en las relaciones entre medios de comunicación y poder político. Incidencias nuevas de la comunicación en la gobernabilidad de los países y un cierto rediseño del paisaje mediático en términos de cuáles son los actores que, hacia el futuro, tienen alguna posibilidad de juego. En el más reciente informe del Grupo para la Excelencia del Periodismo de la Universidad de Columbia (2006) hay dos aseveraciones que a mí me llaman mucho la atención. En la primera los autores dicen que la batalla entre los contabilistas y los idealistas ha finalizado. Ganaron los contabilistas. Por lo tanto está a prueba el enfoque del periodismo como servicio público vencido por el enfoque del periodismo como actividad de mercado, lucrativa y comercial. La segunda cosa que anuncian es que el periodismo digital está venciendo. Y que los periodismos ascendientes son el periodismo local y el étnico.

–Esto habla de expresiones, digamos no tradicionales, que emergen en materia de comunicación.

–Sí. Por ahí andan las hormigas. Hay un aforismo africano que dice que la sabiduría está en el conjunto de las hormigas. Uno se puede hacer también la pregunta comunicativa desde el hormiguero. Y decir ¿existe hoy la sabiduría suficiente para enfrentar las incertidumbres, los desconocimientos y nuestras ignorancias en estos tiempos modernos? En la comunicación uno también encuentra lo que ve en la política y en las organizaciones: experiencias de radios comunitarias, periódicos locales, experimentos virtuales gestionados por colectivos de mujeres, por grupos de jóvenes, articulación de estrategias comunicativas con movimientos sociales, ciudadanos, con trabajos de organizaciones no gubernamentales. Prácticamente no hay una sola organización no gubernamental del tejido inmenso de organizaciones en América latina que no tenga definida, o en proceso de definición, una estrategia comunicativa. Pero todavía, como en las organizaciones civiles para la política, la fuerza del hormiguero no es suficiente para transformar la composición del bosque. Y yo no me contentaría con esto. Porque si estamos hablando de política estamos hablando de poder. Y si estamos hablando de comunicación, finalmente estamos hablando de una circulación real de significados, de símbolos, de contenidos, etc. que en lo posible lleguen a mucha gente y con la cual interactúa mucha gente.

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