Sábado, 22 de abril de 2006 | Hoy
DIALOGOS › ENTREVISTA A MANUEL BALLVE, EXPERTO CATALAN EN SEGURIDAD
Como catedrático y viajero inquieto, rechaza la idea sobre la supuesta inseguridad argentina. Lo hace con datos de otros países y culpa a los medios de instalar esa sensación. Y propone que la Federal controle a las policías provinciales.
Por Cristian Alarcón
El catalán Manuel Ballvé eligió para quedarse en Buenos Aires no un hotel cinco estrellas, a los que rehúye en sus frecuentes viajes por Latinoamérica, sino una de esas casas antiguas recicladas de Palermo que hacen sentir al visitante un porteño atendido a sus anchas. Nada más placentero, dice, que desde allí salir a caminar por la ciudad sin miedo, cuando el hábito suele ser recorrer las capitales más duras de América latina. “Deberían ser más optimistas, porque sólo tienen un índice de seis homicidios cada 100 mil habitantes, comparado a otras grandes metrópolis con 20 o mucho más”, dice y adjudica el autodiagnóstico negativo de los que temen gracias a la insistencia de los medios en decir que todo está mal, cuando en realidad no es así. Director del Instituto de Seguridad y Prevención Integral de la Universidad Autónoma de Barcelona y consultor internacional, invitado por la Secretaría de Política Criminal de la Nación, Ballvé es un teórico de izquierda que recomienda reforzar y aumentar en número a la Policía Federal para controlar mejor las corrupciones en las fuerzas provinciales o en el futuro reclutar masivamente mujeres para investigar y patrullar las calles. “Si yo cobrara 300 dólares dudo mucho de que no me corrompiera”, ironiza en una entrevista con Página/12.
–¿Cómo concilia el respeto a los derechos humanos con policías fuertes?
–La izquierda nuestra, la tradicional del ’68, ve el asunto como que la policía es la represiva y, por lo tanto, te la tienes que cargar. Pero si te fijas bien hay una sorprendente similitud entre esa posición y el pensamiento neoliberal. Los discursos de (Ronald) Reagan o de (George) Bush van en contra de una policía pública. Más mercado y menos Estado, con la policía incluida. El neoliberalismo busca el negocio en lo policial y entonces quiere achicar, y por otro lado la izquierda, por el motivo contrario, quiere también achicarlo o eliminarla. Es imposible. No existe en ningún modelo democrático de protección de derechos humanos sin policías. Mejor o peor, pero imprescindible.
–Aquí los problemas más presentes son la corrupción y la violencia institucional.
–Si cobro 300 dólares al mes dudo mucho de que, al menos yo, no me corrompiera. Sobre todo en un entorno de criminalidad en los sectores más duros, y sin apoyo de la sociedad, que es una característica en los Estados con policía corrupta. Digo, aunque sea al único policía honrado que puede quedar en la ciudad, entonces a ése lo tengo que apoyar como sociedad. Ese reconocimiento a ese uno por ciento de policía profesional evidentemente con 300 dólares al mes no se puede conseguir. En España la izquierda en la transición democrática empezó a apoyar a la policía pidiéndole otro tipo de policías, pero apoyando. Y la gente debió acercarse y salir de sus visiones egocéntricas para entender al otro.
–¿Cómo deben ser los nuevos policías?
–La seguridad vivió durante siglos relacionada sólo al rol de los militares y la aplicación de sus técnicas, luego vino la desmilitarización con la creación de Scotland Yard y la policía de Londres, en 1829. Esta era ya una policía civil, con una nueva concepción de la seguridad. En Inglaterra desaparecieron las armas y eso creó una policía más preventiva, de relación cercana con los ciudadanos.
–¿En España les sacaron las armas?
–En España el arma la llevan, no hemos podido conseguir sacarlas. La desmilitarización apunta a todos los valores militares de mayor uso de armas, la costumbre de primero disparar y luego preguntar, esa cultura. Lo que hicimos fue cambiar ese pensamiento, el arma se usa sólo en caso extremo, no se dispara en cualquier lugar ni porque sí. Pero si miras el índice de violencia en Inglaterra con millones de inmigrantes que son señalados como culpables de cualquier conflicto en Europa, tienes un nivel muy inferior al español, donde la policía sigue armada. En España estamos subiendo a dos homicidios cada 100 mil habitantes. En Inglaterra es de uno por cien mil. En Estados Unidos están en 10 por 100 mil. México, 20. En algunos barrios se aumenta a niveles de hasta 200. En San Pablo, 30 por 100 mil. Y Guatemala 28.
–¿Cómo ve a la Argentina respecto del resto de Latinoamérica?
–Vosotros os hacéis tan mala publicidad y tenéis tal espíritu negativo que eso es fatal para la seguridad. Vine hace diez años, y hace cinco años, y antes de venir, sólo por lo que se puede leer en los periódicos sobre el tamaño de la violencia, cualquiera pensaría que en Buenos Aires están en 20 por cien mil. El discurso sobre la seguridad que tienen hacia fuera es tremendamente perjudicial, incluso si quieren mantener ese seis por cien mil, porque la sensación de inseguridad empeora las cosas. El derrotismo afecta a todos, se tira la toalla y entonces se suma uno mismo a la corrupción o a la entrega de los derechos por la violencia. Alguien lo habrá hecho bien, algún policía, o los movimientos ciudadanos, de alguna manera logran mantenerse en ese nivel.
–Lo que ocurre es que eso es dentro de la ciudad y no en todos sus barrios. Los índices de la zona sur y del Gran Buenos Aires llegan a 14 por cien mil.
–Si vas a ver la media en Estados Unidos de diez cambia en Nueva York, donde se va a 30, y en Harlem a 200. Eso varía siempre. Lo importante es la media.
–La ciudad de Buenos Aires, en la que el control de la seguridad está a cargo de la Policía Federal, porque no ha sido transferida por el poder central. ¿Es conveniente que la ciudad tenga su propia policía?
–No hay recetas de que una policía es mejor si es federal, provincial o local. ¿La más corrupta es la policía provincial o local? Entonces hay que fortalecer la Policía Federal, incluso como instrumento de control. Es el principio de plenos equilibrios de poder. A la corrupción de la policía de Nueva York la descubren los federales y viceversa.
–¿Pero no se supone que el control lo hace la oficina de Asuntos Internos?
–Sí, también, por supuesto. Pero la División de Asuntos Internos de la Guardia Civil y de la Policía Nacional en principio hacen la vista gorda dentro del propio cuerpo por el corporativismo. Sin embargo, cuando sale que hay otra policía que le detiene a él un policía corrupto, prefiere no caer en la humillación y detenerlo desde la misma fuerza. En los Estados Unidos hay diez cuerpos federales, cada uno tiene su Asuntos Internos. Funciona eso o, si no, el FBI termina con los de la DEA corruptos. El control es de unos a otros. Se están mirando.
–¿Qué visión tiene de la Policía Federal argentina?
–La Federal es muy débil aquí. Propondría ampliar las competencias. Es débil en que tiene pocas competencias y poco personal. Ante la globalización, la Policía Federal es importante, porque ante el nuevo mapa mundial deben tener mucha relación con el exterior. Cada provincia no puede relacionarse en temas de criminalidad organizada con las agencias del Mercosur o la Unión Europea.
–El tema del delito internacional es la formación de redes trasnacionales.
–Lo que nos trae la globalización es la movilidad criminal. Es un dinamismo fantástico de criminalidad. Un chino te puede venir aquí, y luego salir hacia Estados Unidos, tener sedes de su negocio en varios lugares del mundo y en cada lugar una red local.
–Quizá por eso parezca sin solución el tráfico de mujeres para redes de explotación sexual.
–Ese tipo de delitos no se pueden investigar con las policías que hay hoy. Si hay movilidad criminal debe haber movilidad policial. Entonces gana la globalización criminal frente a la globalización de los derechos humanos.
–Hay una nueva manera de tejer redes aprovechando las que la propia migración traza en el mundo. Cada grupo migrante construye una nueva ciudad en la ciudad a la que llega, se habla de culturas y ciudades translocales.
–Se habla de ciudades glocales, lo glocal implica que la globalización tampoco significa que sólo van a actuar los poderes centrales o federales en el mundo. La que detecta la gripe aviaria en un aldea o el tráfico de mujeres en un pequeño pueblo, finalmente, es una localidad. El primero que recibe los problemas es el barrio. Por eso la importancia de la comunidad en sus propios asuntos. Y la cercanía con una policía sana. El primero que sabrá lo nuevo y perjudicial que ocurre es el local. Verá, por ejemplo, que el barrio se llena de inmigrantes bolivianos, pero los tienen encerrados porque los explotan de tal o cual manera.
–Los Estados parecen no entender esto.
–Es increíble, pero ahora España está pagando las fichas de delincuentes a Ecuador, porque ha descubierto que necesita esa vinculación. Las oficinas de Interpol como la de acá funcionan como si fueran oficinas del siglo XIX, sin ninguna tecnología ni interacción. Nosotros proponemos comisiones internacionales para investigar diariamente, un chino, un peruano, un argentino, un paquistaní, que intercambien información y no se ha aplicado, pero hacia allá vamos.
–¿En qué medida cree que la incorporación de mujeres puede cambiar la policía?
–Lo que se demuestra en todo el mundo es que sólo hay un cinco por ciento de mujeres que cometen delitos violentos. Sólo el 20 por ciento de los delitos no violentos lo cometen las mujeres. La seguridad fue de los militares a la policía civil y son las mujeres las que van a protagonizar los futuros cambios en la seguridad. Y si es así, sólo el veinte por ciento de las mujeres pedirán la mordida, o sea cometerán delitos no violentos. Dejar de formar hombres policías y formar mujeres es una estrategia que puede mejorar la vida de los ciudadanos.
–¿En España la gente le cree a la policía?
–En Madrid lo que ocurre es que la gente confía más en la policía comunitaria, como la guardia urbana que circula por Buenos Aires. Esa es la más democrática y más ligada con los ciudadanos. En Madrid, la gente no llama para denunciar que hay un posible terrorista al 901 de la Policía Nacional, sino a nuestra guardia urbana, sabiendo que no se dedican a perseguir terroristas.
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