A principios de semana, la nafta “premium” de Shell subió un 8 por ciento, de 2,50 a 2,70 pesos, en la ciudad de Buenos Aires. Pero esta vez no se trata de ninguna decisión desafiante de la empresa, sino de una estrategia común a todas las refinadoras con el guiño del Gobierno, aunque no medie ningún anuncio público. A principios de abril hubo una suba generalizada en el precio de los combustibles, con algunas diferencias de magnitud y entre productos según las compañías. Fue el primer movimiento global en Capital Federal después del acuerdo con el Gobierno a principios de año para retrotraer los valores en surtidor a octubre de 2007. El reacomodamiento consentido que se verifica en los últimos treinta días sería el preámbulo a la búsqueda de un nuevo compromiso de las petroleras para importar gasoil en invierno, que hasta ahora han eludido asumir.

En forma gradual, en los últimos años se fue generando una creciente brecha de precios entre la ciudad capital y el resto del país. Las naftas “premium” superan en varios distritos ya los 3 pesos por litro, y el gasoil se acerca rápidamente a ese valor, habiendo superado en diversos puntos los 2,60 pesos.

Los avances en los valores son a veces erráticos y otras cuestionados por la autoridad nacional, particularmente cuando impactan en Capital Federal. Pero esta vez no se trata de una “travesura” de las refinadoras, sino que responde a un reajuste consentido desde los despachos oficiales, incluyendo el propio secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno. La política de precios de las empresas, que no sería desconocida por el funcionario, consistiría en aplicar ajustes graduales en tiempo y extensión, corrigiendo de a poco y no simultáneamente en toda la red. Por eso, bajo una misma marca, existen precios diferentes según las zonas.

Rosario Sica, de la Federación de Expendedores de Combustibles (Fecra), ayer denunció que esa política de precios diferenciados propiciaría la “reventa” de combustible, en particular del gasoil. “Algunos intermediarios aprovechan la desesperación por falta de dinero que tienen algunos expendedores y les compran todo el stock para revender. Eso genera desabastecimiento en algunas zonas”, explica la empresaria. No es la única razón de los faltantes que, en el caso de este producto, suele agudizarse en época de cosecha. Así lo denunció ayer Carbap, la entidad ruralista de Buenos Aires y La Pampa, que condenó “la imprevisibilidad” del Ministerio de Planificación para abastecer el mercado y por “la falta de atención a los pronósticos de aquellos que conocen el mercado”. Destacó en ese sentido, llamativamente, a Juan José Aranguren, presidente de Shell, de quien recuerda que “recientemente advirtió que faltaría gasoil para la cosecha” y que el país debería importar 4,4 millones de metros cúbicos de gasoil.

Hay razones estructurales que limitan la oferta. En el caso del gasoil, la capacidad de refinación está saturada y la única forma de garantizar la provisión es importando. El precio de venta en surtidor –-fijado en acuerdo de palabra con las refinadoras– es de 1,60 el litro, contra 2,20 que cuesta importarlo. Aun con las ventajas impositivas que otorga el fisco, esa operación sigue siendo desventajosa para las refinadoras. En particular desde que se subieron las retenciones sobre las exportaciones de crudo y combustibles, negocio que oficiaba como “compensador” de ese quebranto. Pero tampoco hay producción de petróleo suficiente, ni reservas, que alienten inversiones en capacidad de refinación de crudos locales en el futuro.

Los estacioneros siguen reclamando al Gobierno que intervenga para homogeneizar los precios, aunque no para frenarlos, ya que su retribución es un porcentaje sobre el valor de venta. Productoras y refinadoras siguen insistiendo en que, sin precios más retributivos, no pueden pensar en expansiones. La demanda, en tanto, sigue subiendo, y el equilibrio es cada vez más difícil.