Sábado, 24 de mayo de 2008 | Hoy
ECONOMíA › OPINIóN
Hay quien dice –el Banco Interamericano de Desarrollo, por ejemplo– que el clientelismo es como el colesterol: hay del bueno y del malo.
El diario La Nación publicó el jueves 15 de mayo un artículo denominado “La brecha de satisfacción”, de autoría de Luis Alberto Moreno, presidente del BID. Estas reflexiones, que combinan elementos de la economía clásica con retazos de un psicologismo difícil de clasificar, constituyen, según lo afirma el autor de la nota, el resultado de investigaciones realizadas por el propio BID.
Según la mencionada investigación, en el contexto actual de América latina el aumento del ingreso lejos de producir, tal como generalmente aparece formulado en la teoría económica clásica, un aumento de la satisfacción social, produce exactamente el efecto contrario. Esta paradoja se explicaría por el hecho de que en estos tristes trópicos el crecimiento pone al descubierto con mayor evidencia la frustración de sectores cuantitativamente mucho más amplios que aquellos beneficiados con el aumento de los ingresos. Sorprenderse e identificar la presencia de una paradoja como ésta en condiciones de un tipo de crecimiento que aumenta constantemente las ya brutales condiciones de desigualdad constituye, en la más benevolente de las hipótesis, un pecado de lesa ingenuidad. Esta supuesta ingenuidad, combinada con afirmaciones que la falta de sustento estadístico serio convierte en meramente ideológicas, abona un conjunto de conclusiones que oscilan entre la falsedad y la intrascendencia. La afirmación relativa a la disminución de la pobreza y al fenómeno de expansión de las clases medias puede que se verifique con claridad en informaciones oficiales del BID, ya que en el mundo real cuesta un poco encontrarla. Sobre estas bases, tan firmes como las de un pantano inundado, se formulan algunas tesis en relación con la política y la economía de América latina que pueden tildarse de llamativas. Esta crisis de satisfacción, que se configura según Moreno como resultado del propio éxito del modelo, debería enfrentarse, si se siguiera algún tipo de racionalidad, con claras y agresivas políticas distributivas. No es ésta, obviamente, ni la receta, ni la conclusión a la que se arriba en este artículo. Sin demasiadas mediaciones, ni mucho menos sutilezas, se propone un modelo “virtuoso” que, como se verá, no es precisamente un ejemplo de tipo ideal weberiano. Desde la más pura perspectiva neoliberal, la crítica indiscriminada a los modelos económicos basados en “ciertas expropiaciones”, subsidios y controles de precios, una forma nada elíptica de aludir, colocándolos de paso en la misma bolsa al modelo argentino y al modelo venezolano, permite sentar por oposición las bases del modelo económico que es necesario implementar en la región. Sin mucho disimulo, la de Uribe es la receta que, según Moreno, los países latinoamericanos deberían seguir para superar la brecha de satisfacción. Sin necesidad de forzar la imaginación puede leerse textualmente, en el mencionado artículo, “lograr resultados en frentes que contribuyan al bienestar de toda la sociedad (el caso de la seguridad en Colombia, por ejemplo) o implementar políticas sociales eficaces y masivas enfocadas a los más pobres (como los casos de Progresa, Oportunidades en México y Bolsa Familia en Brasil) pueden contribuir a mejorar la percepción de satisfacción sin minar las bases del crecimiento”.
Dicho en buen romance, para que a los pobres la envidia no los empuje a cometer alguna tontería es necesario una buena guerra (o algo que se le parezca) y algunos programas focalizados distribuidores de migajas, ya que no es posible ignorar más el carácter ridículo de los montos que estos programas distribuyen.
En otras palabras, para combatir el peligroso clientelismo de los subsidios resultaría impostergable implementar el virtuoso clientelismo de la focalización. Claro está que, en esta última receta, el tamaño del garrote debe ser por lo menos varias veces mayor que el tamaño de la zanahoria.
¿Y la violencia?, podría preguntarse algún lector desprevenido. Tranquilo: de su análisis e interpretación en América latina se encarga el mismo departamento de investigaciones del BID que descubrió la brecha de satisfacción.
* Diputado nacional. ARI Autónomo.
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