ECONOMíA › PANORAMA ECONóMICO

¿Por qué?

 Por Alfredo Zaiat

En estos días de caos financiero con puerta de entrada a una recesión en los países centrales aparece la indiscutible incertidumbre y temores sobre lo qué vendrá. Es un lógico reflejo ejercitado en décadas de crisis de todo tipo. Una de las ventajas de los responsables de Estados Unidos y Europa para enfrentar la debacle del sistema bancario es que sus ahorristas no son argentinos. A esta altura hubieran vaciado las cuentas de las entidades que están técnicamente en quiebra. Por ese mismo entrenamiento realizado a golpes de mercado, son más receptivos a cualquier síntoma de inestabilidad. Se suma que los mercaderes de la angustia agudizan esa característica. La insistencia sobre la evolución de las variables financieras en la plaza local convoca a los peores fantasmas, cuando ese aspecto no es el más complejo en relación con el impacto de la crisis internacional. No es un tema a desatender, pero no es el más crítico de la economía doméstica. Se presenta la oportunidad de ajustar las regulaciones de los conglomerados financieros, intensificar el control de capitales especulativos, ampliar el dominio sobre el manejo de las divisas del comercio exterior y supervisar con más dedicación las estrategias de la banca extranjera. Pero el bombardeo mediático sobre almas atribuladas no es sobre esas cuestiones sino sobre la piel sensible del dólar, el riesgo país, la Bolsa y la capacidad de pago del país. Frente a la legítima ansiedad que esto provoca, resulta una terapia de alivio recuperar el espíritu de los niños con sus preguntas, la más vital, la que les abre el mundo del conocimiento: ¿por qué?

¿Por qué el dólar hoy es el refugio preferido en un escenario de dramática inestabilidad económica mundial, cuando es la moneda del país que está transitando una profunda crisis?

A fines de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos adquirió el privilegio imperial de que el dólar pasara a ser moneda de reserva. A comienzos de la década del setenta, se elevó a la categoría de moneda universal en el comercio internacional. Al poseer entonces la moneda mundial, Estados Unidos pudo y todavía puede endeudarse más que cualquier otra nación. Al emitir dinero sin grandes restricciones, y ahora en forma intensa para asistir a sus bancos fallidos, el resto del mundo ha financiado ese proceso al absorber esos dólares. Al poseer la moneda de reserva internacional, Estados Unidos recibe crédito a tasa cero de casi todos los países del mundo, que es lo que se conoce como el señoraje de la moneda. Esas naciones constituyen gran parte de sus reservas internacionales en dólares, del mismo modo que grandes, medianos y pequeños inversores que ahorran en esa moneda. Ese extraordinario beneficio de Estados Unidos es la herencia de su fortaleza económica y de su hegemonía política y militar. Pero hoy esa potencia económica se está debilitando. En el corto plazo a ninguno de los participantes del concierto económico mundial le conviene la pérdida de poder del dólar, pero no es tan clara esa situación en un horizonte no tan lejano. En esa instancia aparecen diversos analistas con conclusiones más o menos apocalípticas, desde una gran depresión del capitalismo mundial, un proceso generalizado de elevada inflación, en especial en Estados Unidos, y hasta la salida bélica como vía de escape a la crisis. Otras evaluaciones menos dramáticas apuestan a que los países centrales vayan encontrando la manera de construir una nueva arquitectura financiera internacional con más regulaciones y control sobre los capitales especulativos. Mientras, el dólar continúa siendo la moneda universal que conecta todo el comercio mundial. La pérdida repentina de esta conexión implicaría desequilibrios de proporciones a escala mundial. Todos los socios comerciales lo saben, en particular China y Japón, y por ese motivo no ponen en cuestionamiento la moneda hegemónica. Ambos países acumulan reservas por un total de unos 3 billones de dólares (divisas y bonos del Tesoro). Tienen la alternativa de fugarse del dólar vendiendo masivamente esos títulos, pero los costos serían elevados para sus propias economías. Algunos analistas especulan con que cuando se estabilice la economía internacional, con activos estadounidenses depreciados, China y Japón utilizarán esos recursos del país altamente endeudado para capitalizarlos en empresas y pasar a controlarlas. Alternativa que está vedada por el fuerte proteccionismo y defensa de sus propias compañías. Un primer indicio de esa eventual estrategia se verificó con el banco japonés Mitsubishi UFJ Financial, que se quedó con el 21 por ciento del Morgan Stanley, entidad que pasará a operar como banco comercial. Hasta antes de esta crisis hubiese sido impensable que una entidad japonesa tuviera una posición relevante en el sistema bancario estadounidense. Europa, cuya moneda, el euro, no puede reemplazar al dólar porque tiene una penetración en el comercio internacional menor, junto a esas potencias asiáticas y el mundo árabe petrolero avalan la actual situación existente de un dólar hegemónico. Apuestan a un reordenamiento coordinador de la economía mundial y a una recesión leve en Estados Unidos y Europa. Esta opción es la que implicaría menores pérdidas para todos, aunque no es necesariamente la más probable.

En ese contexto, en los países periféricos el dólar sigue actuando de refugio en escenarios de confusión. El motivo de ese comportamiento es bastante diferente al defensivo que asumen países árabes y asiáticos con abundantes reservas en dólares. En Argentina, las crisis recurrentes desde la década del setenta han derivado en que frente a entornos de incertidumbre, la respuesta instintiva sea la de canjear pesos excedentes por dólares. Se trata de un reflejo preventivo suponiendo que así se preserva el capital, incluso frente a la opción de una inversión conservadora como un plazo fijo. Con un alza de precios promedio de dos dígitos y tasas de interés por encima del 14 por ciento anual, la trinchera del dólar implicaría la pérdida de poder adquisitivo de ese dinero. El Banco Central muestra una y otra vez que maneja la paridad a su voluntad y sin bruscas variaciones, estrategia que puede implementar por haber acumulado abultadas reservas. Es cierto que en estas semanas no ha incrementado su stock, sino que ha perdido divisas pero muchísimas menos que las bancas centrales de Brasil y México en defensa de sus respectivas monedas. Pese a ello, el dólar es el activo que brinda seguridad al pequeño y gran inversor, aunque contabilicen una pérdida de rentabilidad de corto plazo y que se trate de la moneda del país en crisis. El incierto desenlace de la debacle de las potencias y la sugestiva comunión de empresarios de la UIA, gurúes de la city y economistas vinculados con bancos que tienen el perverso deseo de comprar la crisis externa reclamando un ajuste drástico del tipo de cambio alientan esa actitud de protección.

Si el dólar deja de ser lo que fue, como parece que puede suceder en el mediano plazo por la extraordinaria crisis en Estados Unidos, muchos en Argentina pueden padecer un agudo conflicto existencial que requerirá de psicólogos más que de economistas.

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