Sábado, 18 de octubre de 2008 | Hoy
SOCIEDAD › UN ESPECIALISTA EXPLICA LOS BENEFICIOS DEL CAMBIO DE HUSO HORARIO
Por Emilio Ruchansky
Por extraño que parezca, hace más de cinco años que Guillermo Bulak descubrió que su pasión era el estudio de los horarios de verano. El hombre vive en San Vicente, una ciudad de 50 mil habitantes enclavada en el centro de Misiones, es profesor de Geografía y trabaja en la coordinación de Escuelas de Alternancia, un sistema de establecimientos rurales donde los alumnos estudian y duermen en el colegio dos semanas al mes. No hace falta aclarar que la polémica federal por el cambio de horario empalaga a este humilde profesor que por fin se siente en su salsa.
“No es tanto lo que se ahorra en energía si se adelanta la hora, en verdad, lo que se evita es que haya picos de demanda. Por eso el ahorro no se va a notar en los hogares, porque la ventaja es que no haya un colapso en una ciudad, por ejemplo”, aclara vía telefónica el profesor. En 2004, sus investigaciones sobre los horarios de verano formaron parte de un puñado de proyectos que llegaron al Congreso Nacional. Pero no tuvieron tratamiento parlamentario. Dos años después, Bulak envió una carta al entonces presidente Néstor Kirchner, en la que insistía con los beneficios energéticos de su propuesta. La respondió el subsecretario de Energía de la Nación, Bautista Marcheschi.
Lo suyo no era nada innovador. Y él lo reconoce: “Lo que me motivó fue ver que otros países como Uruguay, Brasil, Chile y Paraguay aplican esta alternativa desde hace varios años”. Su estrategia –hoy asimilada casi al pie de la letra– es dividir el país en dos zonas horarias, como en Brasil. Por un lado, las provincias cordilleranas y por el otro los distritos del este del país: Capital Federal, Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Santa Fe, Chaco y Formosa. “Entre el oeste y el este de Argentina existe una hora de diferencia. Los que deberían adelantar la hora son los distritos del este: allí se concentra el 70 por ciento el consumo de energía de todo el país”, explica Bulak.
En Argentina, según los datos que maneja este geógrafo, entre abril de 1974 y enero de 1988 se usó el mismo horario en todo el país. Fue una enorme sequía lo que provocó que el gobierno de Raúl Alfonsín adoptara el cambio de horario en verano que se mantuvo hasta 1993, aunque sin diferenciar entre el oeste y el este. “Fue un pedido de las provincias que están sobre la cordillera –recordó–, porque en verano amanecía y anochecía muy tarde y es algo molesto dormir con luz”. El otro lado de la moneda no parece tan terrible. Al menos eso intenta graficar Bulak cuando menciona los cambios imperceptibles y beneficiosos de adelantar una hora solo en los distritos del este.
“Yo llego a casa con mi familia a las 8, si es de noche prendemos todas las luces, las de adentro y las de afuera. Los chicos se bañan, mi señora prende el horno eléctrico, mi hijo se pone a planchar. Toda esta demanda junta puede hacer saltar los fusibles, si no son buenos. En cambio, si anochece a las nueve, no necesito prender las luces de afuera de inmediato y tampoco vamos a cenar de inmediato”. La energía que se utiliza es casi la misma, pero la demanda en la hora pico de consumo disminuye. “En verano la gente va a seguir gastando 10 kilowatts, pero se van a gastar en dos horas y no en una”, detalla el profesor.
El ahorro energético entonces, como tanto se quejaron algunos gobernadores, es mínimo, el uno por ciento. “Pero la demanda disminuye un cinco por ciento o más, se ahorra potencia”, destaca Bulak, que insiste y repite que esto se hace en más de 80 países, para evitar los frecuentes apagones en el verano (y que afecta históricamente a ciudades como Buenos Aires o Rosario). Lo ideal, para este especialista, es implementar el cambio horario entre el último domingo de septiembre y el último domingo de febrero.
Orgulloso, el profesor se despide sabiendo que no le hicieron caso en todo, pero al menos no descartaron de plano sus argumentos, como en aquella respuesta del subsecretario de Energía Eléctrica que le aseguraba que “se ha evaluado globalmente que las medidas adoptadas al presente” son suficientes, “no siendo necesario –en estas circunstancias– introducir modificaciones en la Hora Oficial”.
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