Sábado, 1 de noviembre de 2008 | Hoy
ECONOMíA › EN EL CENTRAL DICEN QUE INTERVENDRáN LO QUE SEA NECESARIO
Por Cledis Candelaresi
Desde Mar del Plata
“Las reservas están para usarlas”, sentenció ayer Hernán Lacunza, en alusión al poder de fuego que tiene la autoridad monetaria para defender el tipo de cambio y a su voluntad de hacerlo, aunque hasta un punto que por razones estratégicas el jefe de economistas del Banco Central no puede precisar. Fue, de algún modo, un mensaje tranquilizador que escuchó ayer el nutrido auditorio de empresarios y ejecutivos en el último día del coloquio anual de Idea, donde el impacto de la crisis no fue punto central en el temario. Otro bálsamo vino de boca del titular del Bndes, para quien Brasil seguirá siendo la locomotora de la región con un crecimiento apenas por debajo del 5 por ciento, un dólar más próximo a los 2 reales e importando activamente productos argentinos: el país vecino se convierte así más una posibilidad que un riesgo.
Para el colaborador de Martín Redrado, vale la “estrategia del sheriff” en la intervención: un día dispara todo lo que tiene (los 1000 millones de dólares que vendió el miércoles) y otro guarda las pistolas (la abstinencia del jueves) para desconcertar a sus oponentes y no estimular una corrida. Pero ese margen de maniobra siempre lo usará con movimientos relativamente suaves. “El Central no va a dar volantazos con el tipo de cambio”, aseguró Lacunza, para quien el 10 por ciento de devaluación que tuvo el peso en el último tiempo ya es una corrección importante. La clave del poder oficial sería la estrategia de “hormiga” que habrían usado el Gobierno actual y el anterior para acumular 46 mil millones de dólares de reservas, que ahora permiten amortiguar los cimbronazos.
En un auditorio tan heterogéneo como el de Idea, que nuclea desde industrias tecnológicas a bancos, el valor del dólar impacta muy diferente en cada uno. Pero, en cualquier caso, saber que el Gobierno tiene la posibilidad de controlar la situación evitando cambios repentinos y drásticos en el valor de la moneda, es una buena noticia.
Mario Blejer, el ex presidente del Central en plena crisis del 2002, lo antecedió con un informe sobre las consecuencias de la crisis internacional para países emergentes que también alimentó cierta esperanza en los hombres de empresa, por estas horas menos optimistas que los expositores. Para el ex funcionario hay varios datos que ponen coto al impacto del descalabro financiero internacional. Una es que hay un desacople de las economías de estos países con la de los Estados Unidos, cuya recesión será “corta”: sólo el 18 por ciento de las exportaciones de las naciones no ricas van a ese mercado. La otra es que China no da signos de sufrir un parate importante y mientras el crecimiento de los países ricos oscilará entre 0,5 por ciento y -2, el resto de las naciones el año próximo aumentará su PBI un 6 por ciento promedio.
Luciano Coutinho, presidente del Bndes, también tiene una visión positiva, centrada en las buenas posibilidades que tiene Brasil frente a la crisis y, como corolario, en la de arrastrar a sus vecinos en ese próspero camino. A juicio del poderoso banquero estatal, ese país “está en condiciones favorables para mantener el crecimiento”, entre otras cuestiones, por “la inflación bajo control, un sector bancario muy capitalizado y eficiente, un sector privado con rentabilidad muy alta y previsibilidad macroeconómica”. El valor del dólar “se estabilizaría más cerca de los dos reales”, por debajo del piso de 2,50 que tocó en un momento y que hizo temblar a los industriales locales por la pérdida de competitividad relativa.
Aquella bonanza y un dólar estabilizado en Brasil permitiría a la Argentina seguir colocando allí sus excedentes exportables, que empezaron a comprometerse por las órdenes de compras que estuvieron suspendiendo los importadores brasileños. Pero este riesgo comercial es sólo una de las preocupaciones patronales del momento.
En las conclusiones del coloquio, los hombres de empresa subrayaron la importancia del respeto a la propiedad privada. Es un ítem clásico del discurso patronal pero esta vez, admiten, tiene el condimento de un estímulo coyuntural poderoso: es la forma elíptica de cuestionar la decisión oficial de eliminar la capitalización jubilatoria.
Se quedaron con las ganas de escuchar a Amado Boudou, a quien la sobrecargada agenda de coyuntura impidió llegar hasta aquí. El titular de la Anses iba a integrar un panel de economistas que, hacia el final de la tarde, centró el foco en la situación argentina con pronósticos mucho más drásticos que los que se escucharon hasta el momento. Bernardo Kosacoff, economista de la Cepal, alertó sobre la caída de los ingresos por exportaciones y Daniel Marx apuntó que el mercado de crédito está “a diez veces del valor considerado normal”. Tampoco llegó hasta aquí Sergio Massa, según rumores, molesto porque Julio Cobos tuvo la tribuna de la cena de apertura. Una ocasión que el vicepresidente no pudo aprovechar para construir una imagen de líder ante los ejecutivos.
Con traje de opositor puesto, Javier González Fraga tuvo uno de los discursos más osados. Desde el escenario que compartía junto a otros economistas, el técnico del duhaldismo cuestionó la presunta “impericia” en la gestión del Gobierno que, entre otras cuestiones, el gasto público creció desde 2006 el 4 por ciento del producto, mientras que, en el mismo lapso, la pobreza habría subido un 5. “¿Cómo hace un gobierno que se autotitula progresista para sostener una política así?”, se preguntó el otrora candidato a ministro de Economía de Roberto Lavagna, al dar aquellos datos. El ex titular del Central durante el menemismo también criticó la “persecución a sectores económicos”, la “política regresiva de congelamiento tarifario” y sugirió volver al esquema macroeconómico vigente entre el 2002 y el 2005, con un tipo de cambio más competitivo y gasto fiscal controlado.
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