Domingo, 7 de junio de 2009 | Hoy
ECONOMíA › DISPUTAS ENTRE PETROLERAS Y CRISIS DE REPRESENTATIVIDAD
La salida del modelo de no intervención del Estado en el sector sigue provocando temblores. La pelea entre YPF y Shell, su relación con la política de retenciones y los tironeos por la renta petrolera.
Por Raúl Dellatorre
El retiro de la empresa YPF de la Cámara de la Industria del Petróleo refleja algo más que las discrepancias entre dos empresas, concretamente entre aquélla y Shell. El sector vive hoy una crisis de representatividad en el que ni siquiera un instituto técnico como el IAPG logra reunir bajo un mismo techo a las empresas más antiguas en la actividad sin cortocircuitos. A principios de 2008 Shell renunciaba al IAPG (Instituto Argentino del Petróleo y el Gas), que preside un hombre de YPF (Ernesto López Anadón). Esta semana YPF se retiró de la CIP, que durante los últimos años encabezó el titular de Shell, Juan José Aranguren (hoy, vicepresidente primero). En ambos casos, los renunciantes hicieron saber su desacuerdo con los lineamientos de las respectivas entidades. Refinadores y petroleras extractivas tienen hoy una difícil relación entre sí. Sobre todo, cuando las políticas de Estado le imponen limitaciones a que le trasladen a los consumidores (vía precios) el costo de sus disputas de rentabilidad.
Cuando esta semana se destapó el conflicto entre YPF –que administra la familia Ezkenazi– con la empresa Shell, muchos recordaron la pelea del presidente de la angloholandesa, Aranguren, con Néstor Kirchner, entre 2005 y 2007. Como parte de la disputa por la política de precios (la firma aumentaba las naftas y el gasoil ignorando los acuerdos que el Gobierno firmaba con las otras comercializadoras del sector), Kirchner llegó hasta a convocar a un boicot de compras contra productos de Shell como reprimenda (marzo de 2005), y luego lanzar una sucesión de inspecciones sobre las principales estaciones de servicio de la marca cuando se sospechó la intención de desabastecer el mercado (años 2006 y 2007).
La parte menos conocida de esta “batalla” es la que vino a partir de 2007. En medio del desconcierto por precios del barril de petróleo que se multiplicaban por dos (100 por ciento de aumento) año tras año, el gobierno argentino dispuso un duro régimen de retenciones a la exportación de crudo y combustibles que, prácticamente, castigaba con una retención total sobre la parte del precio que superara los 60 dólares.
El “castigo” a los exportadores tenía una lógica de hierro: durante años la producción de crudo se mantuvo estancada, por falta de descubrimientos importantes, y la capacidad de refinación también, por nulo interés inversor de las refinadoras. Conclusión: el aumento del consumo se comió el saldo exportable. Sin embargo, los tentadores precios externos empujaban a que productores y refinadores intentaran, por derecha o izquierda, eludir los compromisos con el mercado interno y vender afuera.
Shell comenzó una batalla “puertas adentro” de las entidades del sector por lograr una condena a la resolución 394/07, que subió las retenciones. La postura de sus colegas, que preferían no romper lanzas con el Gobierno, despertó de parte de Aranguren una expresión poco usual en su estilo atildado y diplomático: “Hay otra política, que no es la de agachar la cabeza siempre”. Ese fin de año (2007), la cena anual del IAPG eludió el tema, lo que provocó la retirada de Shell pocas semanas después.
La postura frente a las retenciones siguió tensando la cuerda entre productoras que extraen petróleo y las que sólo refinan y comercializan combustibles (Shell y Esso). Y entre estas últimas y las integradas, que producen, refinan y comercializan (YPF y Petrobras). No todos tienen una misma capacidad de negociación, es cierto, pero también es real que no todos creen en la misma política. La CIP era el último espacio de disputa compartido. Ahora, al menos YPF lo desconocerá como tal.
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