La inflación de febrero fue de 1,2 por ciento y en el primer bimestre del año acumula un incremento de 2,3 por ciento, según informó ayer el Indec. Es la mayor suba registrada por el organismo desde marzo de 2006 y evidencia una fuerte aceleración de precios que se concentra fundamentalmente en alimentos y bebidas, afectando a los sectores más vulnerables de la población. De hecho, el valor de la canasta básica indispensable para no caer en la indigencia trepó 4,8 por ciento, una cifra que no se alcanzaba desde la crisis de 2002 (ver aparte). El aumento de precios estuvo encabezado por las carnes, que tienen una alta ponderación dentro del índice, y treparon 8,7 por ciento.

La carne vacuna había empezado a subir fuerte en diciembre, pero en las primeras semanas de febrero fue cuando se registraron los mayores aumentos de precios. De hecho, el viernes 12 de febrero, cuando se difundió la inflación de enero, el Indec se vio obligado a aclarar a través de un comunicado que el índice que dio cuenta del aumento de las carnes, que entonces fue de 4,7 por ciento, “se refiere exclusivamente al mes de enero, por lo que no incluye las variaciones de precios ocurridas en las últimas dos semanas”. Ahora llegó el momento de dar cuenta de esa situación y el IPC tembló.

En esa ocasión también se aclaró que el 4,7 por ciento no daba cuenta sólo de la variación de la carne vacuna, sino de las carnes en general, incluyendo además aves, pescados y mariscos y fiambres y embutidos. De ese modo, el organismo buscó atenuar la reacción negativa de los consumidores que habían afrontado subas cercanas al 25 por ciento en el precio de algunos cortes vacunos y luego veían por televisión que el indicador oficial no daba cuenta de esa suba ni remotamente. Ahora, en cambio, el precio de la carne se estabilizó en un piso más alto y el tema salió momentáneamente de la agenda pública. Por lo tanto, el Indec no consideró importante informar cuánto aumentó la carne vacuna en particular y volvió a difundir sólo el número agregado que promedia todas las carnes.

Dentro de Alimentos y Bebidas, el rubro con mayor peso dentro del IPC (37,9 por ciento), también se registraron fuertes subas en frutas (2,6 por ciento), verduras (1,4), bebidas alcohólicas (1,4), azúcar, miel y cacao (1,2) y productos lácteos y huevos (1 por ciento). Ese conjunto de bienes hizo que el rubro promediara un incremento de 2,6 por ciento, mientras que en los dos meses anteriores había marcado 1,6 por ciento.

Los otros rubros tuvieron subas menores. Indumentaria registró una variación de 0,9 por ciento, producto de un incremento de 1,1 en ropa y 0,5 en calzado. Atención médica y gastos para la salud aumentó 0,8 por ciento; Equipamiento y mantenimiento del hogar, 0,7; Esparcimiento, 0,6; Educación 0,4, habiendo evidenciado el mayor incremento en Textos y útiles escolares (1,3); Vivienda y servicios básicos 0,4 por ciento, y Transporte y Comunicación 0,3 por ciento.

No obstante, que las subas más relevantes se concentren fundamentalmente en Alimentos y Bebidas no es un alivio sino una preocupación, porque ése es el rubro con mayor ponderación y el que impacta más fuerte en los sectores de menor poder adquisitivo, que destinan la mayor porción de su salario a garantizar su alimentación. De hecho, si se realiza una proyección tomando en cuenta las cifras de febrero debería esperarse un incremento anual de 31,2 por ciento en el rubro “Alimentos y Bebidas” y del 40,8 por ciento en el sub rubro “Alimentos para consumir en el hogar”, que en esta ocasión trepó 3,4 por ciento.

Más allá de la polémica que pueda existir en torno de las cifras del Indec (las consultoras privadas siguen registrando aumentos mayores y ayer volvió a haber otra protesta frente al organismo), los datos oficiales por sí solos ya constituyen una luz roja para el Gobierno, evidenciando el fracaso al menos de algunos de los acuerdos de precios que desde hace varios años viene negociando el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno. Hace pocos días, el secretario general de la CGT, Hugo Moyano, afirmó que Moreno es indispensable para mantener a raya a los empresarios que forman precios y remarcó que si él no estuviese la situación sería peor. Es imposible saberlo porque sería hacer historia contrafáctica, pero lo cierto es que el índice muestra un escenario social preocupante que afecta a los más pobres y, si no se interviene rápidamente, la suba de precios neutralizará, por ejemplo, el efecto redistributivo de la asignación universal por hijo, una de las políticas públicas más ambiciosas de los últimos tiempos.

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