Domingo, 28 de agosto de 2011 | Hoy
ECONOMíA › OPINION
Por Alfredo Zaiat
El resultado de las elecciones primarias adelantó el debate preferido de economistas del saber convencional: desafíos y restricciones de la economía que viene. Puede ser que hablen del futuro por sus limitaciones conceptuales para entender el presente. Son tan previsibles que asombra que no se aburran de reiterar lo mismo, como también conmueve la militancia de quienes los convocan para que repitan el discurso de la necesidad del ajuste, solapado en el término “dese-quilibrios” para eludir esa palabra que hoy no es popular. Ese camino del ajuste no sólo ha fracasado en el país sino que está mostrando su inviabilidad para rescatar de la crisis a las potencias mundiales. Es comprensible que no puedan eludir su propio libreto porque se enfrentarían a un problema existencial. Pero a esta altura, después de un largo período 2003-2010 donde Argentina ha liderado la tasa de crecimiento promedio de Latinoamérica con el 7,3 por ciento anual, deberían haber aprendido que sus críticas son funcionales a fortalecer y legitimar la estrategia oficial. Sus propuestas recesivas han perdido consenso en gran parte de la sociedad, al tiempo que se fortaleció la política expansiva de la actividad económica impulsada por el Gobierno. Entonces la forma que buscan para recuperar adhesiones es montando el show del miedo. Convocan fantasmas que alientan la fuga de capitales, la corrida contra los depósitos, atemorizan con una brusca devaluación, pérdida de reservas internacionales o fuertes subas de las tasas de interés. En conjunto, se trata de estimular una especulación contra la moneda nacional.
De todos esos factores que influyen en las expectativas de los agentes privados, el que entorpece el recorrido de la economía es la fuga de capitales porque pone bajo tensión el sector externo. Sin esa sangría de divisas las cuentas externas estarían en una posición holgada, ampliando aún más los márgenes de autonomía de la política económica. La salida de capitales en lo que va del año superó las previsiones oficiales, que la ubicaban en unos 11 mil millones de dólares en total, teniendo en cuenta las características de un año electoral. En la primera mitad del año se alcanzó casi ese monto, al contabilizar 9800 millones de dólares. Esta pérdida de divisas implicará, si no se revierte en los próximos meses, que la meta proyectada de reservas por parte del Banco Central no pueda cumplirse. El objetivo que se había trazado la presidente del BC, Mercedes Marcó del Pont, era terminar el 2011 con un nivel de reservas de unos 52 mil millones de dólares. Ese stock de divisas facilitaría la posibilidad de constituir una tercera versión del Fondo de De-sendeudamiento para seguir aplicando reservas al pago de la deuda.
Los compromisos con los acreedores privados externos en 2012 suman unos 7000 millones de dólares, monto menor al de este año. Incluso el monto de la deuda con ese tipo de acreedores equivale apenas al 8,7 por ciento del Producto Bruto Interno. “Ello no fue el fruto de casualidades, sino que resultó de una consecuente política de desendeudamiento, ya convertida en una virtual ‘cuestión de Estado’, llevada a cabo a partir de 2005 y de la cual no parece conveniente retroceder”, se afirma en el último informe de coyuntura de la Fundación de Investigaciones para el Desa-rrollo (FIDE). Esta observación tiene la virtud de la oportunidad para advertir sobre el intenso lobby de financistas que aconseja el regreso del país al mercado voluntario de crédito para refinanciar los próximos vencimientos de deuda. La fuga de capitales y un stock de reservas que no aumenta constituyen el marco para esa arremetida. Saben que tienen que aprovechar esa situación porque si no logran reeditar el círculo vicioso del endeudamiento externo en el 2012, más adelante será más difícil, porque el año próximo será uno de los últimos con pagos importantes a los acreedores privados.
Los miembros de la logia de la ortodoxia económica sólo ofrecen la opción del ajuste más el endeudamiento para hacer frente a la deuda. Esa limitación es la que les impide evaluar otras opciones y así quedan descolocados ante medidas que eluden esa receta tradicional de la city. Por ese motivo reaccionan contra medidas de carácter heterodoxo como el pago de deuda con reservas. En esa línea, la FIDE plantea que vale la pena explorar otras alternativas para acumular divisas y así engrosar las reservas necesarias para integrar un nuevo Fondo de Desendeudamiento para el 2012. Pone la mirada sobre marcos normativos de privilegio del sector petrolero y minero en el manejo de los dólares originados por sus exportaciones. Las compañías petroleras tienen la franquicia de dejar en el exterior hasta un 70 por ciento de las divisas generadas por exportación, mientras que la libre disponibilidad de las multinacionales mineras alcanza el ciento por ciento.
El informe de FIDE destaca que, según el último balance cambiario del BCRA, en 2010 el sector petrolero ingresó recursos de exportación por 4673 millones de dólares, mientras que registró embarques por cerca de 6000 millones. La diferencia quedó en el exterior. “Si consideramos lo ocurrido en el período 2003/10, la acumulación de esa brecha llega a 17.034 millones de dólares. Esos recursos se han invertido en otros puntos del planeta, no en la Argentina”, precisa el documento de FIDE, institución conducida por el economista Héctor Valle. En el caso de la minería, en ese mismo período, la diferencia entre lo exportado y lo efectivamente ingresado en concepto de divisas sumó 10.093 millones de dólares.
Según FIDE esas situaciones no eran significativas en los años en que el superávit en el balance comercial y de pagos proporcionaba una masa de divisas suficiente para disponer de reservas excedentarias. Pero ahora sugiere tenerlas en cuenta, entre otras cosas, para corregir las inequidades que implican, agregando que, “durante 2010, esos dos sectores no ingresaron a la Argentina 2640 millones de dólares”. Ese monto es cercano a los aproximadamente 3000 millones de dólares que aconsejan economistas de la city para la emisión de nueva deuda para consagrar el regreso del país al mercado voluntario de crédito. Sería más sencillo aumentar en esa proporción las reservas para pagar deuda, y a un indudable menor costo, puesto que no sería necesario pagar la elevada tasa de interés que aún le aplican al país, extinguiendo el privilegio de la libre disponibilidad de los dólares originados en las exportaciones de petroleras y mineras.
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