EL PAíS › OPINION

La ceremonia del regreso

 Por Josefina Giglio *

Corrí como una loca por avenida Rivadavia para conocer a Marta Taboada. Quería decirle a mi dentista: “Apurate, apurate, que tengo un entierro”, pero me contuve para no impresionarlo. La cita era el viernes a media tarde, en las oficinas del Equipo Argentino de Antropología Forense, para acompañar a Marta a recibir los “huesitos” de su mamá, como decimos entre nosotras, con esa mezcla de ironía y humor negro que busca aliviar el dolor. Y cuando llegué, después de un vulgar tratamiento de conducto, era como se suponía que debía ser: los huesos estirados sobre una mesa larga, tratando de dibujar ese cuerpo imperfecto, lleno de faltas, pero a la vez, tan contundente: cuatro huesos y una calavera. “Hola, mamina”, le dije a mi amiga Marta cuando entré, y me sonreí porque no sabía bien a quién estaba saludando, si a ella o a la reaparecida.

“Apurate, que tengo un entierro”, la frase me sonaba excitada, como quien dice “dale, que empieza la fiesta”. Este entierro fue diferente a las ceremonias habituales (al menos, para los no creyentes), en las que todo es llanto y rechinar de dientes, dolor por el muerto y lamentos por la finitud humana. Este entierro trajo lágrimas sí, pero también alivio y satisfacción y quizá, suena raro, pero un sentimiento de amorosa ambigüedad: cierta alegría, porque no es posible borrar todo rastro, algo de nuestros desaparecidos ha vuelto. La dimensión desconocida, el limbo al que fueron condenados (y nosotros con ellos), ha sido vencido. Vuelven a nosotros, muertos pero vivos.

Nos dan sus noticias (podemos saber, por ejemplo, que fueron asesinados por la espalda) y podemos hablar de las nuestras: crecimos, somos amadas, tenemos hijos, hay nietos que llevan sus nombres, la vida continúa.

El viernes pensé que quizás esa era mi única oportunidad de tocar a una madre que podría ser la mía. Quiero decir, quizá los restos de mis padres, Carlos y Vibel, nunca sean encontrados o identificados. Debe haber una posibilidad en un millón de que eso suceda. Pero creo que cuando alguien recupera sus “huesitos” es como si a todos los hijos nos hubiera tocado una parte del premio, una extraña riqueza que repartiremos entre los pobres deudos de esta familia ampliada que hemos sabido construir. Pedacitos de tejido poroso, leve, livianísimo, huesos delgados, un cráneo, dientes sueltos. El cuerpo de Marta Taboada, la mamá de Marta, fue exhumado en 1984 y, ante la falta de medios o conocimientos o quién sabe por qué capricho judicial, la volvieron a enterrar, sus huesos mezclados con los de otros en bolsas negras. Todo este tiempo, sus hijos esperando ver a volverla. No puedo menos que admirar la garra de esta madre que ha sabido persistir tercamente para llegar hasta nosotros. Así que me incliné y la toqué, Dios mío, toqué esos huesos y di las gracias por haber podido hacerlo, por haber conocido a la mamá de Marta, de Santiago, de Andrés y de Juan. Que también es la mía. Y la de Raquel, y la de Alba, y la de Albertina, y la de Laura, y de todos los compañeros y compañeras que siguen sosteniendo a sus desaparecidos hasta la victoria.

Después, mientras afuera la gente corría para volver a casa, terminaban los programas de radio y el color de la calle pasaba de tarde a noche, Marta y su hermano Juan acomodaron a su madre en una caja de madera. Primero los huesos, no hay nada más concreto que los huesos, luego una telita deshilachada que fue una pollera color ocre, y, por último, la famosa polera azul a la que Marta Taboada le cortó las mangas en una tarde de calor, en medio de su cautiverio. Qué bueno haberla recuperado, y tener esa noble calavera, como escribió Miguel Hernández, para besarla y desamordazarla, y que podamos llorar y reír a la vez, y que nuestros hijos sepan que en los entierros también se puede cantar y celebrar la vida de nuestros desaparecidos, mientras sentimos que la victoria es algo más que una palabra, porque hay algo de ellos que ha vuelto.

* Hija de desaparecidos y antigua integrante de Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio (H.I.J.O.S)

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