ECONOMíA
Los tamberos ordeñan pero la leche del negocio se la llevan otros
Los productos lácteos aumentaron en promedio un 20 por ciento. El Gobierno fracasó en su objetivo de establecer precios mínimos para los tamberos. Ganan la industria y los comercializadores.
Por Claudio Scaletta
Mientras los precios de los productos lácteos ya registran aumentos para el consumidor final de hasta el 20 por ciento, el Gobierno volvió a fracasar en su intento por establecer valores mínimos de referencia para la leche fluida. Las entidades que representan a los tamberos anunciaron medidas de fuerza a partir del lunes. El resultado podría ser el desabastecimiento. La Secretaría de Agricultura, que apenas cinco días atrás había anunciado la imposición de un precio mínimo de alrededor de 21 centavos por litro, cedió ante el lobby de la industria láctea. Ahora sostiene que es más importante “acercar a las partes” que establecer precios mínimos.
La carrera por recuperar la rentabilidad anterior a la devaluación no distingue entre sectores. La industria láctea ya remarcó sus precios mayoristas hasta en un 20 por ciento. Sin embargo, se resiste a pagar mayores costos por la materia prima que ya antes de la devaluación registraba atrasos que provocaron la disminución de la producción. Los tamberos, que reciben un precio promedio de 14 centavos por litro de leche, esperaban que la Secretaría de Agricultura estableciera precios mínimos de 21 centavos para febrero y de 24 para marzo. Sin embargo hasta ayer las industrias ofrecieron un máximo (promedio) de 17 centavos. Aunque las mismas industrias reconocen que este valor es bajo, en particular por atrasos acumulados antes de la devaluación, el argumento es que no pueden pagar más debido a que su estructura de costos, a pesar de los precios remarcados, no se los permite. La “culpa” es, en todo caso, de las grandes cadenas de supermercados que, mediante el ejercicio de su poder de mercado, determinan precios y plazos de pago.
Aunque esto es rigurosamente cierto –nadie desconoce que los supermercados llegan a extender pagos a proveedores hasta los 180 días– el argumento resulta sorprendente en boca de los industriales lecheros, pues aplican con sus proveedores una política similar. En el sector lácteo, el “mercado” no existe como tal. Los tamberos no establecen el precio de su producto sino que lo entregan diariamente a la industria, quien determina el precio a posteriori y lo paga, una vez por mes, a 60 o más días. Según los tamberos, el nuevo costo de producción del litro de leche es de 25 centavos, por ello demandan un valor de entre el 25 y el 30 por ciento del precio del producto a consumidor final.
Según explicaron a Página/12 productores lecheros que participaron de las fracasadas negociaciones, la Secretaría de Agricultura habría abandonado la alternativa de los precios mínimos para conformarse con lograr “un acuerdo entre las partes”. En un marco de inflación, sostienen, no tendría sentido fijar un precio mínimo, sino que el objetivo consistiría en “hacer más transparente la operatoria comercial”.
El gobierno fue sensible a la amenaza de la industria y los supermercados. En especial, a la advertencia de que no absorberían los mayores costos emergentes de un precio mínimo de 21 centavos y lo trasladarían, por lo tanto, al consumidor final. Como en otras negociaciones, el gobierno dio marcha atrás con su proyecto inicial, pero los aumentos se produjeron de todas maneras.
Jorge Azurmendi, vicepresidente de Carbap, dijo a este diario que, frente a la continuidad “del abuso de posición dominante” de la industria, desde el lunes próximo se iniciarán medidas de fuerza. Entre ellas, se impedirá la salida de camiones desde las usinas procesadoras, una situación que podría provocar desabastecimiento en el corto plazo.
Sin embargo, si el ajuste de precios no se produce de manera voluntaria, terminará produciéndose de manera traumática. No son pocos los tamberos que, desalentados por los bajos precios percibidos, decidieron cambiar el destino de tierras de pastura por granos finos, e incluso, los que alentados por los nuevos precios del cereal, prefirieron vender los stocks de maíz destinado a forraje.